Uno de los elementos recurrentes en los últimos informes de los principales organismos económicos internacionales es el riesgo de fragmentación de la economía global. La presencia de los aspectos geoestratégicos en el discurso político es creciente y hace temer las consecuencias económicas de una fractura del escenario internacional en dos o más bloques de países, cobijados bajo el paraguas de las afinidades o los intereses políticos del momento.

En este contexto emerge la globalización como el chivo expiatorio y el sospechoso habitual de todos los males y, con el paso de los días, van emergiendo nuevos conceptos amenazadores, que tratan de aventurar hacia donde irá el proceso de apertura y liberalización de los mercados. Entran en escena y se presentan en sociedad términos como de-globalization, slow-balization, re-globalization, near-shoring oro friend-shoring, entre otros conocidos y saludados. Nos traen la nueva de que el proceso de globalización, tal como lo conocíamos, ha pasado a mejor vida porque crece la percepción que nos expone a riesgo excesivo y al mismo tiempo la convicción que de sus cenizas se reconstruirá en un ser diferente.

Lo que sabemos hasta el momento es que el comercio internacional ofrece un ejemplo de resiliencia admirable y sigue avanzando obstinadamente, a pesar de los tropiezos de crisis económicas, financieras, sanitarias y geopolíticas y los efectos de las tensiones comerciales entre las principales economías del planeta. Probablemente, también habrá avanzado durante el 2023, a pesar de que en menor medida que los años precedentes. Las últimas estimaciones aventuran un avance enclenque, de menos de un 1% en el volumen del comercio internacional de mercancías. ¿Ha tocado techo, pues, la globalización?

¿De-globalization? Lo que sabemos hasta el momento es que el comercio internacional ofrece un ejemplo de resiliencia admirable y sigue avanzando obstinadamente

Hay diferentes aspectos que contribuyen a explicar esta desaceleración y al mismo tiempo nos ayudan a comprender qué está pasando en los intercambios comerciales en el mundo. El primero obviamente está relacionado con la pérdida de dinamismo económico a los principales mercados mundiales. La relación entre crecimiento económico y evolución del comercio internacional es muy estrecha. Lo sabemos especialmente en Europa, con economías muy abiertas al exterior y fuertes vínculos regionales inducidos por nuestro proceso de integración. El descenso del North Range Index, el indicador que nos informa de la evolución del comercio de contenedores ninguna Alemania y las economías del norte de Europa, muestra la atonía económica del principal motor europeo, en pleno combate antiinflacionista.

Los cambios y las incertidumbres sobre las políticas comerciales también han jugado su papel y han encarecido y dificultado los intercambios. Las medidas restrictivas a las importaciones han llegado al 10% de los intercambios comerciales y desde 2018 la Organización Mundial del Comercio ha autorizado la aplicación de más medidas correctivas o compensatorias que nunca había hecho anteriormente. Los vientos de incertidumbre soplan fuerte, pues, en el terreno de la política comercial. Y los escenarios electorales del 2024 añaden presión.

La apertura comercial en el mundo parecía haber llegado a su máximo exponente, pero los responsables de la resistencia del comercio internacional tienen nombre y apellido. Por una parte, el buen comportamiento de las exportaciones de servicios comerciales, que ya representan casi una cuarta parte del comercio internacional. De la otra, el papel que la digitalización ha tenido en el impulso de este comercio. Los servicios digitales están sosteniendo el pulso de la globalización, porque aumenta su participación e importancia en las cadenas globales de valor y la generación de renta. Diseño, marca, investigación, innovación, servicios tecnológicos y marketing ganan peso a todas las cadenas de valor.

Los servicios digitales están sosteniendo el pulso de la globalización. Diseño, marca, investigación, innovación, servicios tecnológicos y marketing ganan peso a todas las cadenas de valor

Esta reconfiguración de las cadenas de valor tiene otro efecto muy significativo en la evolución del comercio internacional. Se trata de la diferente contribución de la economía china. Uno de los principales causantes de la ralentización reciente del comercio internacional es la menor demanda de importaciones de China, obviamente inducida por la desaceleración de su crecimiento económico pero también por una creciente sustitución de suministros exteriores por el uso de proveedores locales. Años de inversión directa exterior y políticas orientadas a la diversificación industrial han inducido un proceso de aprendizaje, pericia y mejora de capacidades que tienen su fruto en el reposicionamiento de las empresas chinas hacia actividades más intensivas en conocimiento. La pandemia nos reveló una fuerte dependencia en productos de salud, pero también es muy elevada en otras actividades de fuerte contenido tecnológico.

Estas dependencias reveladas calientan y hacen hervir la caldera de las tensiones geopolíticas. En pleno avivamiento de la política industrial estratégica por todo el mundo, con el pretexto de la lucha contra el cambio climático, el número de productos que potencialmente se pueden convertir en cuellos de botella para la producción industrial aumenta su peso en el comercio internacional. Ya son el 20% de los intercambios, el doble que debe años atrás. Se trata de mercancías producidas y exportadas por un número muy limitado de países y que se vuelven esenciales para el éxito de las transiciones digital y ecológica. China es responsable actualmente del 40% de las exportaciones de estos productos y los Estados Unidos de otro 10%. Las cartas están, pues, sobre la mesa y los riesgos potenciales de fragmentación no son menores, a pesar de las advertencias de los efectos negativos de la ruptura.

A pesar de los augurios y las profecías, no estamos viviendo un proceso de desglobalización radical. Pero sí se detectan evidencias de una ralentización del proceso de apertura y liberalización a la vez que aparecen unos primeros indicios de fragmentación. Una buena muestra nos la ofrece la encuesta reciente en las grandes empresas europeas hacia su política de suministros en el futuro próximo.

Una estrategia emerge como ganadora a la hora de minimizar riesgos: la utilización preferente de proveedores situados en la proximidad geográfica o política. Viene acompañada de la intención de diversificar operaciones y actores de la cadena de valor, relocalizando actividades más cerca del mercado de destino final de la producción. El concepto local for local se podría convertir en una opción más presente en el futuro. Ya se detecta un cambio en los flujos de inversión directa exterior y en los intercambios comerciales, con mayor peso dentro de bloques considerados geopolíticamente más próximos. Estas primeras muestras de desviación en favor de socios de confianza han sido alimentadas por la tensión comercial entre los Estados Unidos y China. Se detecta una creciente sustitución de importaciones, en favor de otras economías asiáticas con ventajas comparativas y que están muy implicadas en las cadenas de suministro, como es el caso de Vietnam o Taiwán y sobre todo en el caso de productos considerados estratégicos. Lo que parece claro, pues es que la globalización está cambiando. Habrá que ser todo ojos y oídos.