Paradojas de la economía

- Àngel Hermosilla
- Barcelona. Miércoles, 17 de diciembre de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 3 minutos
La vida y la sociedad nos sorprenden habitualmente con situaciones paradójicas que solemos normalizar como hechos cotidianos. La economía no escapa a esta realidad, y los profesionales del campo nos empeñamos en analizarlas y entenderlas, y, cuando podemos, intentar solucionar los factores que las provocan y las consecuencias que se derivan. Actualmente, la economía interna patenta un panorama positivo en términos generales, con un dinamismo sorprendente, por su fortaleza, amplitud, continuidad y diferenciación respecto a otros países de nuestro entorno. El tercer trimestre de 2025 el crecimiento económico en España fue de un 2,8%, frente al 1,6% de la Unión Europea y el 1,4% de la eurozona, con perspectivas de acabar el ejercicio en el 2,9%. Además, recientemente las previsiones de la Comisión Europea apuntan a incrementos del PIB estatal de un 2,3% para 2026 y de un 2,0% para 2027, por encima de la media comunitaria (1,4% y 1,5%, respectivamente), como buena muestra de que esta positiva marcha seguirá.
Pero este contexto no puede ocultar paradojas, realidades no tan positivas que hay que atender y enmendar cuando los vientos son favorables y antes de que lleguen las tormentas. Me referiré específicamente a dos tipos de paradojas.
Una primera hace referencia a las discrepancias evidentes entre la macro y la micro en la evolución de la economía, entre el panorama general positivo y optimista, por un lado, y la realidad y sentimiento individuales más cuestionables —que rozan un cierto pesimismo— de las familias y de las personas, por otro. Con una coyuntura interna de significativo crecimiento de la economía y del mercado laboral, las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) muestran un panorama menos positivo. El Índice de Confianza del Consumidor (ICC) del pasado octubre, dado a conocer a principios de diciembre, se sitúa en 78,7 puntos, por debajo de septiembre anterior y del mismo mes de 2024 (81,5 y 79,6 puntos, respectivamente), descenso que se explica por el declive en la valoración tanto de la situación actual como de las expectativas de futuro. Respecto de los próximos seis meses en comparación con la actualidad, un 28,4% de los entrevistados piensa que la situación económica de su hogar será peor y un 53,3% que la situación de la economía estatal se deteriorará.
Paralelamente al dinamismo económico que muestran los datos agregados, la desigualdad social aumenta, al igual que la distancia entre rentas altas y bajas, mientras que sube el porcentaje de trabajadores pobres y las rentas pierden impulso de compra. Según Eurostat, España registra uno de los porcentajes de trabajadores en riesgo de pobreza más elevados de la Unión Europea (11,2% en 2024 frente al 8,2% de media comunitaria), solo superado por Luxemburgo y Bulgaria. Además, de acuerdo con Funcas, el Estado presenta una tasa de pobreza infantil de un 29,2%, la mayor de la Unión Europea (19,3%), y es el segundo país comunitario con mayor riesgo de pobreza infantil de acuerdo con la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN)
Las disfunciones de nuestra economía se deberían abordar en épocas de vacas gordas, como la actual, ya que un posible cambio de ciclo las complicaría
Mención especial merece la ampliación de la brecha entre generaciones, con jóvenes que sufren salarios que pueden calificarse de “ajustados”, con pérdida de capacidad adquisitiva, y de un panorama complejo (vivienda, natalidad, conciliación, carga generacional…), a pesar de ser una de las generaciones más cualificadas de la historia. Así, se puede apuntar que en el periodo 2009-2023 la renta bruta media anual en euros constantes de los jóvenes de 20 a 29 años ha disminuido en España un 15%, frente al aumento de un 34% de la de las personas con 65 o más años, haciendo que el Estado pierda cinco posiciones en el ranking comunitario de renta anual de los jóvenes de esta franja de edad, situándose por detrás de algunas repúblicas bálticas y de ciertos países del centro-este de Europa.
Un segundo tipo de paradojas se concentran en el mercado de trabajo. El empleo no para de crecer en España, al igual que el número de afiliaciones, mientras que el paro disminuye. En el tercer trimestre de este año, el Estado ha registrado una de las tasas de crecimiento anual del empleo más altas de la Unión Europea, de un 2,7% (0,6% en la eurozona y 0,5% de media comunitaria). Sin embargo, según los resultados del Índice de Confianza del Consumidor del mes de octubre del CIS, un 41,9% de los encuestados considera que la situación de España para encontrar o mejorar trabajo es peor ahora que hace 6 meses. Además, el mercado laboral español evidencia una tasa de paro elevada, de un 10,5% en el mes de octubre de este año, resistente a bajar y una de las más elevadas del continente comunitario (6,0%).
A la vez, no podemos olvidar que el porcentaje de jóvenes desocupados en el Estado se sitúa en el 25,4%, mientras que la zona euro registra un nivel de un 14,8%, al tiempo que España encabeza el paro femenino comunitario, con una tasa de un 12,1% (6,3% en la Unión Europea). Curiosamente, hay que añadir que el extraordinario dinamismo de la ocupación va acompañado de un mercado laboral que sufre de un estrangulamiento creciente y preocupante en cuanto a oferta de capital humano, con verdaderos cuellos de botella en múltiples especialidades y sectores, frente a lo cual, sorprendentemente, los salarios no registran, como se podría esperar, subidas notables en paralelo.
Estas paradojas ponen de manifiesto la existencia de importantes y múltiples disfunciones que exigen nuestra atención y que se esconden en muchos ámbitos (sistema institucional y normativo, estructura productiva, enseñanza y mercado de trabajo, gobernanza pública y privada, política económica y social…), disfunciones que deberían abordarse en épocas de vacas gordas, como la actual, ya que un posible cambio de ciclo no hará más que complicarlas.