El título de mi artículo de esta semana lo he tomado prestado de la magnífica película argentina de 1992, dirigida por Adolfo Aristarain y protagonizada por José Sacristán, Federico Luppi y Cecilia Roth, entre otros grandes actores.

Fue una película que vi con veinticinco años y que me marcó profundamente. La frase Un lugar en el mundo expresa muchas cosas al mismo tiempo. Además, durante la juventud, es precisamente cuando las personas nos hallamos en el medio de muchas encrucijadas. Debemos empezar a tomar decisiones importantes al margen de nuestros padres, de nuestros hermanos e ir vislumbrando cuál queremos que sea nuestro lugar en el mundo.

Lo mismo está sucediendo en el mundo empresarial. El mundo ha cambiado profundamente en pocos años. En mi ensayo El gran cambio, de 2013, expliqué cómo China, al incorporarse al comercio internacional, catapultó la dimensión productiva y comercial del mundo. Al mismo tiempo, Internet, le añadía velocidad. La creación de la Unión Europea, por su parte, modificó las estructuras monetarias y competitivas de los países europeos. Han transcurrido diez años desde entonces, y a todo lo anterior, deben añadirse importantes transformaciones económicas y sociales. Las nuevas formas de trabajo; las nuevas formas de comunicación; las nuevas formas de relación interpersonal, nuevas formas de consumir, nuevos canales de distribución… El valor añadido de los productos y servicios, tal y como los entendimos en el pasado se han visto alterados por disrupciones muy profundas. Ha sido un mantra a lo largo del tiempo escuchar que la sociedad experimenta grandes cambios. Pero, empíricamente, el calado y potencial de los cambios experimentados en esta última década son solo comparables a los de la Revolución agrícola y la Revolución Industrial. 

En este contexto, las empresas, grandes y pequeñas, especializadas o no, se ven obligadas a encontrar cuál es su lugar en el mundo porque el espacio que ocupaban no solo no es el mismo, sino que está afectado por una cadena de valor distinta.

"El calado y potencial de los cambios experimentados en esta última década son solo comparables a los de la Revolución agrícola y la Revolución Industrial"

Para no generalizar, para aterrizar y bajar al terreno, voy a concretar. Una empresa que, por ejemplo, producía componentes para bienes equipo, ¿va a seguir haciéndolo? ¿o debe transformarse en una comercial? Si sigue produciendo y fabricando, ¿va a ser su clientela la misma o va a tener que migrar a compradores globales? ¿Va a poder seguir siendo independiente o necesitará asociarse o establecer nuevas alianzas? ¿Va a ser su estrategia competitiva el precio? ¿O la rapidez? ¿Podrá innovar o deberá seguir la estela de las innovaciones de otros, convirtiéndose en un early follower

Son muchas preguntas y, lo más importante, afectan a varias dimensiones al mismo tiempo. Las dimensiones principales que, bajo mi punto de vista, deben revisarse para encontrar una empresa su lugar en el mundo son las siguientes: dimensión y tamaño, propuesta de valor, modelo de negocio, canales de venta, ámbito geográfico, segmentos de clientes, ventaja competitiva, alianzas estratégicas, costes de estructura y punto muerto, modelo de financiación, velocidad y naturaleza de transformación digital y política de innovación, aproximación a los recursos humanos y al talento y mecanización, incluyéndose aquí todo lo referente a robótica, inteligencia artificial o automatización de procesos y, finalmente, sostenibilidad. Varios de ellos están incluidos en el lienzo para la definición de modelos de negocio de Osterwalder, pero hay elementos adicionales.

Las empresas están hablando mucho de estrategia, de transformación, de digitalización. Pero yo pienso que la reflexión es mucho más profunda. La pregunta que los directivos y primeros espadas de las distintas organizaciones deben plantearse es: ¿cuál es nuestro lugar en el mundo?

Porque tener un lugar en el mundo es sinónimo de dos cosas. De que se ocupa un espacio, de que en ese espacio tienes una función específica y, finalmente, que en ese espacio la organización y sus miembros se sienten cómodos.

Vemos, por tanto, que un lugar en el mundo no se puede considerar como tal si no se produce un match entre lo que el mercado demanda, la empresa ofrece y las competencias y capacidades de la misma. No es una definición fácil porque esta decisión debe tomarse mientras se asegura la supervivencia del negocio y los cambios comerciales, sociales, digitales y económicos se asientan.

Pero ese es el reto.

No va a ser fácil. Por eso, la labor directiva adquiere una relevancia máxima. 

Y por eso los buenos directivos cotizan al alza

Es preciso mucho talento, tal y como ha cambiado y está cambiando todo, para conducir a una organización a un lugar en el mundo.