El actual episodio de sequía que sufrimos en Catalunya es mucho más intenso y persistente que el episodio inmediatamente anterior. En aquel momento la fase de excepcionalidad empezó en diciembre de 2007 y finalizó en abril de 2008, cuando las lluvias finalmente llegaron y salvaron la situación. En el episodio actual el descenso de las reservas en la cuenca del Ter-Llobregat se redujo a un ritmo similar a la del 2007-2008 entre mayo del 2022 y abril del 2023, pero a partir de esta fecha las lluvias no han llegado con bastante fuerza y se ha pasado de la fase de excepcionalidad a la de emergencia. Esta singularidad podría justificar que fallaran las previsiones que en su momento se hicieron para planificar las infraestructuras hídricas, pero en ningún caso puede justificar que determinadas infraestructuras fundamentales para garantizar un suministro suficiente en las zonas más afectadas no se hayan ejecutado, aunque sí estaban planificadas desde el año 2007.

Parece que cuando llueve nos olvidamos fácilmente de las dificultades derivadas por la sequía ("Solo se acuerda de santa Bárbara cuando truena", dice la sabiduría popular). Es un hecho que la Generalitat aceleró las inversiones asociadas con el ciclo del agua durante los años críticos 2008-2009. Como también es un hecho que estas inversiones cayeron a mínimos en años sucesivos. En parte porque se entró en una fase de fuertes restricciones presupuestarias, pero también porque, desaparecida la sequía, desaparecida la urgencia. Es un error enorme pensar que sale a cuenta postergar estas inversiones, porque lo que realmente sale caro es no hacerlas con suficiente anticipación. Después, cuando el agua vuelve a no caer del cielo, la imprevisión pasa factura, y esta suele ser bastante elevada. Se tiene que decir alto y claro: el problema del agua en Catalunya no es episódico, es y será estructural, y si no se actúa a tiempo, afectará cada vez con más intensidad al potencial económico del país y el bienestar de la ciudadanía.

Para afrontar este problema hay que actuar en tres frentes: sobre la oferta, sobre la demanda y en apoyo de los sectores económicos más afectados. Son muchos los países que con condiciones climáticas al menos equiparables a las de Catalunya han encontrado y aplicado soluciones innovadoras y efectivas, que les garantizan un horizonte de desarrollo sostenible a largo plazo. Israel, Australia y California son ejemplos en este sentido. Ahora que tanto se habla del concepto de plantear misiones para resolver retos por la vía del progreso tecnológico, Catalunya se tendría que plantear la misión de afrontar proactivamente el reto que supone la transición hídrica en un contexto de cambio climático. Tendría que ambicionar ser un país de referencia en los ámbitos tecnológico, de la eficiencia y de la buena gestión para establecer los incentivos adecuados que garanticen un flujo adecuado y previsible de recursos hídricos para la población y el conjunto de la economía.

Hay que actuar en tres frentes: sobre la oferta (inversiones), sobre la demanda (incentivos) y en apoyo de los sectores económicos más afectados (agrario e industrial)

Por el lado de la oferta hay que distinguir las actuaciones a corto plazo para afrontar situaciones de emergencia de las soluciones estructurales a largo plazo. A corto plazo hay que considerar actuaciones como la interconexión hídrica del Ebro con el sistema Ter-Llobregat, tal como ha planteado la Cambra de Comerç de Barcelona en un estudio reciente. Una interconexión bidireccional y exclusivamente para situaciones de emergencia, y que en ningún caso se puede confundir con una forma de evitar afrontar soluciones de largo plazo ante la cuestión estructural de los usos del agua en las cuencas internas. Todo lo contrario, en el mismo estudio se pide acortar el plazo para ejecutar todas las actuaciones ya previstas de desalinización y regeneración. En el caso del ACA (Agencia Catalana del Agua) destacan el nuevo sistema de reutilización del agua del Besòs y las desalinizadoras Tordera-II y Foix, que sumarian un total de 3.200 millones de euros, y que tendrían que estar ejecutadas lo más tarde en 2030 –10 años antes del previsto. Mientras que con respecto a las actuaciones de ámbito más local, como las que afectan al AMB (Àrea Metropolitana de Barcelona), con una inversión adicional de unos 2.000 millones de euros, también habría que adelantar su ejecución en 10 años –del 2050 en el 2040.

Por el lado de la demanda, la clave son los incentivos, y no solo ni principalmente las penalizaciones. Hay margen para establecer compensaciones a los que cumplen y hay que establecer incentivos coste-efectivos, tanto en el ámbito doméstico como empresarial, para promover las conductas y los dispositivos de ahorro de agua (sistemas de ahorro en grifos, reguladores de presión o aprovechamiento de aguas grises, entre muchas otras).

También hay que dar apoyo y orientación efectiva a los sectores económicos más afectados, empezando por el sector agrario, que es de largo la principal actividad consumidora de agua, y donde hay campo para recorrer en la difusión de sistemas de riego más eficientes. Con respecto a la industria, la solución pasa por generalizar la utilización de infraestructuras de regeneración que permiten la reutilización del agua. Este es uno de los ámbitos donde el progreso tecnológico es rápido y hay que incentivar que emerjan nuevas iniciativas empresariales con soluciones innovadoras para tratar y reutilizar agua regenerada. Los avances en este campo beneficiarían muchos de los sectores vertebradores de la industria catalana: desde el textil (tintes y acabados) al químico y farmacéutico, pasando por la fabricación de papel, de derivados del petróleo, automoción, materiales de construcción, alimentación y muchos otros.

Hay que pensar en planes sectoriales para el ahorro de agua, que faciliten la incorporación de las soluciones más coste-efectivas que existen en el mercado para cada rama de actividad, con la orientación y el acompañamiento de las administraciones. Actualmente, ya están en marcha iniciativas interesantes en esta línea, como las dirigidas a facilitar la contratación de auditorías hídricas o el impulso a proyectos de colaboración entre los sectores público y privado, y entre el mundo de la investigación y el mundo empresarial. Catalunya puede contribuir a hacer avanzar la frontera tecnológica de la transición hídrica a partir de los recursos empresariales y de investigación de que dispone. Hacen falta ambición, liderazgo y buena gestión para hacer del reto del agua una oportunidad de progreso tecnológico, social y económico, que sitúe a Catalunya como referente internacional de buenas prácticas en este ámbito. ¿Estaremos a la altura?