Cosas que creo que sé.

Que los intereses de Aena, compañía con accionistas e intereses público-privados, no tendrían que definir por sí solos el futuro del país.

Que el negocio de Aena está centrado hoy en los beneficios de la explotación de la ciudad aeroportuaria más que en infraestructuras tecnológicas de futuro, pensando en la macroeconomía del país, más allá de su cuenta de resultados. Los primeros los internaliza en sus excedentes; los segundos son externalizados por la economía en general.

Con la situación actual, aumentada con más infraestructuras limitadas, el low-cost y el incremento del número de turistas hacen que los excedentes de algunos no paren de aumentar. Pero con hechos, y no con palabras, ahora les toca a las mayorías sociales demostrar que esta no es la estrategia deseada.

Que necesitamos una nueva pista larga de 3.500 metros, como tienen todos los aeropuertos que acogen de manera regular y sistémica conexiones intercontinentales, no de turistas de fin de semana, no esporádicas —promocionales para las lanzadoras low-cost—. Para turistas con destino final Catalunya/Barcelona ya tenemos dos aeropuertos casi vacíos.

Aprovecharlos mejor, con buenas conexiones para el turismo de destino Catalunya, ayudaría y mucho a estructurar el territorio. El desplazamiento no tiene por qué ser peor que el actual de El Prat para entrar en la ciudad.

Que extender una de las pistas actuales unos 500 metros (hasta 3.100) como propone Aena no soluciona efectivamente las necesidades de lo que necesitamos; esencialmente sabiendo que podemos incidir mínimamente en la gestión y nada en la gobernanza del aeropuerto, si adoptamos una perspectiva de largo plazo (la oferta a menudo crea su demanda) y favoreciendo condiciones necesarias a la espera de que sean suficientes.

Actuar por esta vía de recuperación de inversiones es ahora más efectiva que esperar grandes cambios de la financiación autonómica, que no admite ningún tipo de asimetría. ¡Nuestra propuesta lo es! En todo caso, no se trata de aumentar capacidades de manera indiscriminada, sino de reorientar su contenido hacia vuelos que nos conecten con allí donde se está desarrollando la economía del futuro.

Que la opción de Aena —extender hasta 3.100— se cargaría espacios medioambientales que la sociedad catalana no está dispuesta colectivamente a sacrificar, piense lo que piense cada interesado de manera aislada. El traslado de espacios por compensación que propondría en este caso Aena suena a una artificialidad, cuestionada incluso por los hechos e incumplimientos del pasado.

La propuesta alternativa de pista mar es mucho más respetuosa con el medio ambiente: pilones no son islas con respecto a malas sedimentaciones y a impedimento de corrientes marítimos y es incluso positiva en cuestiones de flora y fauna.

Que es comprensible que ante la propuesta nueva y sin precedentes, posible ahora y no en el pasado, de una pista pilotada sobre el mar —no sobre una isla, repetimos— se generen incertidumbres.

Estas situaciones siempre de entrada —comprensiblemente— alimentan la inacción, el mantenimiento del statu quo, y que en nuestro caso algunos pensamos que este hecho puede llevar a la muerte por inanición de la economía catalana.

Que en el check list hoy a la hora de decidir la ubicación de un centro logístico de mercancías o de talento, de congresos o de ferias, de diseños o de producción, tener un aeropuerto supeditado a conexiones hacia otros aeropuertos es un condicionante que nos excluye.

Aquella gente que no ve ahora el problema a resolver es la misma que sale a la calle cuando pierde el trabajo por deslocalizaciones de multinacionales, o por falta de nuevas alternativas empresariales.

Que la sorpresa tecnológica que supone una pista sobre el mar, que algunos la consideran ocurrencia; pero para bastantes de los promotores no es algo improvisado. Hace meses que se analiza con el mejor de los apoyos medioambientales y técnicos.

Por eso, sin ningún interés inconfesable, algunos de los que dan la cara se juegan la poca o mucha reputación que acumulan a cambio de nada que no sea lo que ellos consideran el mejor servicio para el país.

Que sean sensatas o no las propuestas que provienen de los lobbies empresariales, nacen estas por la ciudadanía contaminadas por los intereses que representan: las cámaras de contratistas, condicionadas por las expectativas de dividendos bursátiles de los operadores de Aena, y similares. La decisión es social y la legitimidad por eso la tienen los gobiernos. Tratándose de temas de infraestructura y de mirada larga, conviene la mayor aceptación posible por parte de los grupos parlamentarios.

Estamos ante la presentación de una idea innovadora, disruptiva, a la cual incomoda el statu quo; no de una propuesta iracunda que haga más factible la alternativa que se quiera prevaleciendo.

Que hablen todos los técnicos, tecnólogos y medioambientalistas, antes, que los políticos. ¡Y todos ellos, por supuesto, antes que los tertulianos!

Algunas cosas que no sé

Hasta qué punto esto servirá, a través de la entrada de capital en Aena, para cambiar su gobernanza, o si esto mejorará la gestión aeroportuaria. Son temas tanto inciertos como diferentes.

Estoy hablando de infraestructuras y del impacto en la economía del país: muchas de las externalidades deseadas (efectos multiplicativos sobre el territorio) no las internalizará ciertamente Aena (beneficios para sus accionistas) y querrá compensaciones.

Incluso para los que no quieren crecer, pero quieren mejorar el bienestar, la opción de la pista pilotada tiene virtudes. No obviamente para los que quieran decrecimiento o hundir la economía (aunque regulada) de mercado. No sé cuántos catalanes hay de cada tipo.

Tampoco sé si no acabaremos, como en otros casos, fagocitándonos entre nosotros, los catalanes, con una salida airosa para Aena (ha probado soluciones, ¿'nueve'?), y entre medioambientalistas extremos y reticentes a las nuevas tecnologías acabamos abortando a la criatura, en beneficio del gran hub estatal: el madrileño. ¡Y no nos podremos quejar!

No sé si un acuerdo de amplia base de gobierno y oposición es hoy posible después de la radicalización en el eje dependentista/independentista, rompedora de muchos otros ejes hoy necesarios para seguir luchando por el futuro.

Tampoco conozco qué compensaciones requerirá Aena, o las compañías que ahora tienen slots en El Prat, para aceptar las necesidades del país y la preservación de los espacios naturales. Un país que no es estado tiene menos palancas y menos potentes para solventarlas.

Si el Govern actual sabrá liderar la estrategia necesaria, tanto para acotar las alternativas como para visualizar los proyectos y buscar complicidades sociales.

Hasta qué punto los promotores (pocos) que estamos detrás de la idea hoy podremos aguantar las descalificaciones de los que hablan sin saber, y de los que saben de qué hablan para hacer prevalecer el statu quo que tanto les beneficia.