Debate interesante y hecho con relativa cortesía y agilidad. Los intervinientes son coherentes con el discurso de sus líderes. Todos se mostraron de acuerdo sobre la necesidad de mejorar la financiación de Catalunya.
Joan Carles Gallego (Comuns-Sumar), poniendo más dinero en el sistema. Ninguna administración tiene que sacrificar nada, ya que los ingresos fiscales muestran un diferencial de tres puntos/PIB respecto de diferentes medias europeas. El argumento es débil. La presión fiscal necesita ser juzgada desde medidas más finas; por ejemplo, con la presión fiscal ajustada por la renta per cápita de cada país, o a través de la carga tributaria por grupos de renta y composición familiar. Hacer crecer la fiscalidad versus variar la composición de la actual, este es el reto. Lo primero es fácil, pero más de decir que de hacer, con la globalización actual. Lo segundo requiere más conocimientos para conjugar eficiencia y equidad. 

Laure Vega (CUP): más financiación para “publificarlo” todo. Desde el nacimiento, hasta la tumba. Una posición ideológica que puede marginar a buena parte de la sociedad catalana que cree más en una cierta libertad de elección. Buscar el extremo, como hace la CUP, confina. Correcto para hacerse con una cola de la distribución del voto. Pero si se traduce, después, en una línea roja, se excluyen de cualquier gobierno de coalición que quiera gobernar sirviendo la mayoría democrática del país. De acuerdo en la tendencia, pero no en hacer de las propuestas condiciones sine qua non.

De manera similar para Josep Rull (Junts). No se puede hacer condición necesaria una reforma tributaria imposible. Tan infactible como corregir en un “plis plas” el déficit fiscal, aunque en este caso ya se sabe que su partido puede maniobrar a conveniencia. Pero no da imagen de liderazgo de gobierno, un programa que simplemente recoge el buzón de los descontentos, que lo que pretenden es no pagar tantos impuestos.
Natàlia Mas (ERC) articula bien propuestas que conoce directamente; se nota. Pero siempre hay algo de la obra del gobierno reciente que da argumentos para contradecirla. Las cifras presupuestarias que menciona están marcadas por la sospecha que media entre presupuesto y ejecución, sin que sea claro de quién es la culpa.

Vega sorprende porque argumenta bien la literatura económica, aunque su posicionamiento radical la hace inocua. Como a Gallego.

Santi Rodríguez (PP) juega la carta de la modernidad madrileña. Queda en evidencia que la equidad fiscal, ni en ingresos ni en gasto, son preocupaciones que tenga sobre la mesa. Madrid, Madrid… Son recetas, sin embargo, que no cuadran con las preocupaciones de la pequeña empresa catalana; la familiar, alejada del IBEX. Los populares llaman al apoyo del gran empresariado. No es este el del país. Nunca serán mayoritarios, así, en Catalunya, como tampoco lo son en el País Vasco. ¿Cómo se puede mandar en España con estas restricciones? Solo a través de las amenazas del 155 o de “bombardear” —metafóricamente, está claro— Catalunya de vez en cuando, podrán tener Catalunya bajo el pie, a pesar de la irrelevancia electoral.

Alícia Romero (PSC) no tiene obra propia. Exhibe la proximidad al Gobierno español para apuntarse hitos, en términos de atracción de empresas, y ser algún día business friendly con el business de aquí.

Sin sorpresas. Suena más una cierta música para cada parroquia que una letra analizable para tomar seriamente.