La economía española está registrando algunos resultados imprevistos y positivos. Además, algunos de ellos, son difíciles de explicar. Entre ellos se encuentra el desplome de la tasa de temporalidad del empleo. Parecía una maldición bíblica ante la que nada se podía hacer. Desde 1990 hasta 2008 se situó sistemáticamente entre el 30 y el 35%, con picos de más del 40% en el caso del sector privado. Las cosas mejoraron algo con la Gran Recesión: la destrucción de empleo se tradujo en una tasa de temporalidad alrededor del 25% desde 2009. Y ahí seguíamos en 2018: el 26,1%. En contraste, con datos EPA para el primer trimestre de 2023, la tasa general de temporalidad es del 17,3%, y del 13,7% cuando nos ceñimos al ámbito privado, por debajo ya de la media de la Unión Europea. Cierto que una parte de la explicación son los fijos discontinuos, pero también lo es que esta modalidad de contratación es superior y mejor para la economía y los trabajadores. Con todos los matices que se quiera, la reforma laboral ha sido esencialmente un acierto y un éxito para la estabilidad de las contrataciones.

El segundo registro tiene que ver con las cifras de afiliados a la seguridad social y el desacople entre empleo y PIB. El sistema productivo está generando empleo con crecimientos del producto interior bruto muy inferiores a los que históricamente eran necesarios. En este punto, no son pocos los que se preguntan si no será que estamos infraestimando la variación del PIB. También es posible que lo que estemos viendo sea afloramiento de empleo antes sumergido. Y, en esto, la pandemia podría haber sido importante como elemento pedagógico para entender los riesgos y costes potenciales que uno asume cuando se mueve en la oscuridad. Finalmente, es verdad que una parte del aumento del empleo se produce en el ámbito público. Pero hay que matizar que es una parte comparativamente menor; muy por debajo de la cuarta parte.

El tercer resultado positivo es el comportamiento de la recaudación tributaria. Entre 2019 y 2022, se ha recortado casi a la mitad la brecha con la Unión Europea en la ratio de ingresos sobre PIB, la llamada presión fiscal. El propio Banco de España reconoce que una porción muy sustancial de este recorte es difícil de entender y lo clasifica como un residuo pendiente de explicación: “Se estima que 2,6 puntos porcentuales de los 3,7 puntos de aumento de la ratio de ingresos sobre el PIB de los tres últimos años no podría explicarse por la actividad económica, los precios o las medidas fiscales aprobadas” (Boletín Económico del Banco de España, 27/3/2023). A mi juicio, de nuevo, el afloramiento de la economía sumergida y la infraestimación del PIB pueden dar cuenta de una parte; y los esquemas de protección de rentas (ERTE, ayudas a autónomos) han permitido detener temporalmente la sincronía ordinaria entre la evolución del PIB y las rentas de los hogares y, de ahí, mantener los pagos tributarios por encima de lo que cabría aguardar.

El cuarto y último resultado que quiero destacar es menos conocido, pero no por ello menos relevante. Tiene que ver con el tamaño de las empresas. Estructuralmente, España ha contado con una estructura empresarial muy atomizada, lo que acaba lastrando la productividad global. Porque las actividades de innovación, la profesionalización o la especialización de tareas están, inevitablemente, muy limitadas en las microempresas. Sin embargo, los datos más recientes agitan el tablero.

El gráfico adjunto, construido a partir de información de la Seguridad Social, muestra la dinámica del empleo por tamaños de empresa entre 2018 y 2023. Más de la mitad de los nuevos afiliados, casi un millón, corresponden a empresas de más de 499 trabajadores. Y casi otro medio millón trabaja en empresas entre 50 y 499. Al contrario, los afiliados en firmas de menos de cinco trabajadores han caído. ¿A qué se debe este comportamiento? ¿Es un cambio de tendencia o algo puntual? ¿Está ocurriendo lo mismo en otros países? Deberíamos desplegar esfuerzos analíticos para responder a estas preguntas y, a partir de ahí, revitalizar el debate sobre la estructura empresarial española. Nos va mucho en ello.

capturagráficos