Dijo Pasqual Maragall, en cierta ocasión, preguntado por sus prioridades políticas: educación, educación y educación.

La educación vuelve al debate público con fuerza por los resultados bajos o, peor, decrecientes, en algunas pruebas de nivel al final de primaria; vuelve por el conflicto social en torno a los recursos disponibles. Se habla por la oleada de cambios en los métodos pedagógicos fruto de nuevas tecnologías e innovaciones diversas. Vuelve al debate por la necesidad de referentes delante el desconcierto que el impacto de las nuevas tecnologías genera a padres y educadores más superados que hijos y alumnos por las pantallas, y vuelve a foros económicos, sin ir más lejos en las recientes Jornadas Anuales del Círculo de Economía en Barcelona y su prestigiosa Nota Anual, porque siempre ha sido un indicador substantivo en política económica.

En mi opinión es la variable social y económica de mayor relevancia. Si el mundo fuera tan fácil como reducirlo a un genio en una lámpara, que me resuelve un único deseo colectivo, sin ningún tipo de duda, escogería la educación. Invertir en educación es invertir en el activo social y económico más importante, es la mejor política social y la mejor manera de generar una igualdad de oportunidades entendida por todas las ideologías.

En nuestros tiempos, donde el principal activo económico es el talento, la educación se vuelve todavía más importante, si alguna vez ha dejado de serlo.

España, una de las grandes economías avanzadas del mundo, tiene entre sus déficits o espacios de mejora, cuasi-bien permanentes, la mejora en la productividad, y parece que vamos siempre con los deberes para hacer. En esta ecuación que se nos resiste está el coste de la energía y la innovación en las pymes, pero por encima de todo está el conocimiento. El nivel formativo que nos lastra la formación profesional, la calificación de la mano de obra, que explica el número de parados a la vez que no podemos satisfacer la demanda de puestos de trabajo en oficios cualificados a la industria y a los servicios... El nivel educativo que no ayuda a que los sueldos suban en un país donde, de golpe, hemos aflorado como problema de nuestra economía, también el Círculo de Economía, que divergimos con Europa en renta disponible.

Los problemas de distribución de la riqueza los podemos intentar resolver con falsas políticas progresistas que gravan los asalariados más competentes muy por encima del capital cuando en nuestro siglo el capital de verdad es el talento, o invirtiendo en educación y, por lo tanto, aumentando la base en sueldos y capacidad de recaudación y de paso aligerando al talento exitoso de su carga, no sea que, además de déficit formativo en la base, expulsemos el talento cualificado que hemos generado con los recursos de todos.

La educación es la gran política económica y la gran política social. Invertir en educación tiene un retorno a medio o largo, pero tiene un retorno económico y social superior a cualquier otra medida de política económica. Desde la perspectiva de la inversión, la educación es asequible, y muy rentable.

Invertir en educación incluye invertir en compromisos sobre el papel fáciles, en relación con otros retos donde el compromiso parece más complejo, como el reto climático o el demográfico: comprometernos en estabilidad, comprometernos en destino de recursos, comprometernos al fortalecer el oficio del maestro, en recursos y en exigencia, en sueldo y en prestigio y reconocimiento social, y también en formación.

Los problemas de distribución de la riqueza los podemos intentar resolver con falsas políticas progresistas que gravan los asalariados más competentes mucho por encima del capital cuando en nuestro siglo el capital de verdad es el talento, o invirtiendo en educación

La educación es el gran ascensor social, y podría ser que se estuviera deteniendo, hay un cierto vínculo, incluso una espiral perversa, que de lo contrario podría ser virtuosa, entre la distribución de la riqueza, los niveles formativos y los recursos destinados a la educación, si hablamos de igualdad de oportunidad y ascensor social, sobre todo la pública. En los últimos años, la educación pública y el presupuesto público en educación, que no es lo mismo, ha sufrido retos de todo tipo, de impacto negativo en los recursos, de inestabilidad de modelo, de necesidad de innovar y adelantarse a los tiempos cambiantes, la pandemia, la necesidad de ser mascarón de proa en las políticas de integración de la inmigración... La respuesta ante estos retos, los atributos antes mencionados que tendrían que hacer de la educación la primera prioridad, y algunos otros retos inmediatos no han pesado lo suficiente para generar un pacto social que mantenga y refuerce este pilar a nuestra sociedad, sino que hemos permitido que sufra igual, o más, los vaivenes presupuestarios y políticos del país, incluso diría que en algunos terrenos nos hemos despistado. A la vista los resultados. ¿No somos capaces de blindar, proteger y preservar 2 o 3 funciones primordiales? Y si solo fuera una?... Para mi, la educación por delante de otras sin ningún tipo de duda. Primero la que mira al futuro antes que las que miran al presente.

Una sociedad educada es una sociedad cívica, que vota y decide con espíritu crítico, por lo tanto, menos susceptible de tragarse malos dirigentes, corruptos o extremismos populistas y demagogos.

La buena noticia es que venimos de mejorar constantemente, que estamos a tiempo de seguir haciéndolo bien. Según datos del INE, el abandono escolar, entendido como porcentaje de personas entre 18 y 24 años que no han completado la secundaría y no están en ningún ciclo formativo, en España se reduce desde 2018; y desde el 2011, la tasa de abandono temprano en España ha disminuido 13 puntos, pasando del 26,3% al 13,3%. Aunque el descenso ha estado mayor entre los hombres (14,3 puntos) que entre las mujeres (11,8 puntos), la diferencia entre los dos grupos sigue siendo muy significativa, con un 16,7% y un 9,7% de abandono, respectivamente en el 2021. Es decir, el abandono temprano masculino es un 72% superior al de las mujeres. Ahora bien, la reducción, positiva, no nos tiene que ocultar que estamos por debajo de la media europea, en la UE en el 2021 el mismo dato era del 11,4% para los hombres y del 7,9% para las mujeres.

El abandono educativo temprano en el 2022 se mantuvo estable con un 13,9% de personas de 18 a 24 años que no había completado la segunda etapa de educación secundaria (FP de Grado Medio, Básica o Bachillerato) y no seguía ningún tipo de formación.

El importante incremento del nivel de formación de la población joven en la última década, clave en la reducción del abandono educativo temprano, también queda reflejado a través de la evolución del porcentaje de población de 20-24 años que ha alcanzado al menos el nivel de segunda etapa de secundaria. En el 2022 este indicador se sitúa en el 78,7%, 15,7 puntos porcentuales más que el 2012 (63%) y cada vez más próximo a la media europea (84,6% en el 2021).

Con respecto a la educación superior, el EPA señala que el 50,5% de la población de 25 a 34 años ha alcanzado este nivel, 1,8 puntos más que el año anterior y claramente por encima de la media europea del 2021 (41,2%). En esta categoría, destacan a las mujeres, con una tasa del 57%, muy por encima de los hombres, con un 44,1%.

Para acabar, el indicador de la formación permanente de la población adulta muestra un crecimiento muy significativo. En el 2022, el 15,3% de las personas de 25 a 64 años había seguido algún tipo de formación las cuatro últimas semanas, casi un punto más que el año anterior.

Así que los datos nos muestran un progreso que socialmente es fácil de visualizar, ya llevamos 2 o 3 generaciones de niveles formativos crecientes y de convergencia con el mundo en lo que nos gusta reflejarnos. La generación de la transición inició un proceso de homogeneizar los estándares en muchos terrenos, también en el de la educación con el entonces primer mundo. Así que ciertamente los caces anteriores de mejora progresiva se entienden comprendiendo el punto de partida y el efecto acelerado de poner en marcha un marco educativo nuevo. Pero todavía cojeamos en muchos terrenos, en el del abandono temprano, como se veía, y en el de la formación en oficios. Estructurar una formación profesional atractiva y competitiva ha costado muchos años, no hace muchos que ha empezado a superar algunos estigmas claramente anticuados y precisamente ahora, cuándo más demanda tiene y oferta no satisfecha en el mundo laboral, hemos sufrido déficits en la oferta de plazas... Es un terreno que los próximos años tiene que seguir mejorando y nos tiene que ayudar a seguir progresando en el buen camino. Empezamos a flaquear en el nivel alcanzado en competencias básicas, y los retos de la integración de las diversidades propias de la sociedad en la que vivimos, y seguiremos viviendo, ahogan en muchas escuelas, y ensanchan las brechas... La respuesta no puede ser otra que redoblar los esfuerzos. Ninguna otra política social o económica nos beneficiará más.

En los próximos años, la educación tiene que hacer frente a muchos retos, la mayoría son alguno de los grandes retos de nuestra sociedad: integrar la inteligencia artificial en sus procesos, por lo tanto, a pesar de la necesidad de estabilidad en los modelos, tenemos que hacer frente a retos que afectan de lleno al modelo educativo, y el reto demográfico, durante un cierto tiempo ya sabemos que las escuelas perderán alumnos porque la demografía ya nos ha dibujado la pedida del futuro. La gestión de los recursos, la atención a los recién llegados que tendrán que suplir otros perjuicios de la caída demográfica, la competencia, obligarán a cambiar las estructuras educativas. Que los muchos retos del día a día no nos hagan olvidar que la educación es la gran política social y la mejor política económica. El día que el maestro sea la profesión más valorada, el Ministro de Educación el más distinguido de los políticos y el presupuesto en educación y la atención a las comunidades y empresas educativas la más intocable de las políticas, podremos mirar el futuro con optimismo.