Ser científica no es una profesión como cualquier otra. Ser científica es una pasión, mi vocación, es con lo que disfruto. Y para que más chicos y chicas puedan disfrutar, a menudo participo en campañas de motivación para los más jóvenes y en iniciativas para fomentar los roles femeninos en la ciencia.

Todavía con la resaca del 8 de marzo y de las manifestaciones feministas, me sigo preguntando: ¿dónde están nuestras referentes científicas? Si bien es bien cierto que, en los últimos años, cada vez hay más iniciativas para visibilizar a las mujeres en profesiones denominadas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas), a menudo nos encontramos ante dificultades para encontrar estas referentes. Y es que todos conocemos a Marie Curie, por su contribución a la radioactividad, o a Jane Godall, por sus estudios de primates, ¿pero cuántas científicas relevantes de nuestros tiempos somos capaces de nombrar? Desgraciadamente, para la sociedad no científica, no suman más que los dedos de una de nuestras manos.

Así pues, me sigo preguntando: ¿dónde están nuestras científicas? Según el Observatorio de Mujeres, Ciencia e Innovación, del Ministerio de Ciencia e Innovación, en las aulas de las facultades de ciencias ya se llega a casi un 30% de representación femenina en el ámbito de las ingenierías, tradicionalmente muy sesgado hacia los hombres, y casi el 75% de estudiantes de ciencias de la salud son mujeres. Y no solo eso, sino también los porcentajes de éxito académico: mientras que las mujeres superan casi el 90% de las materias, los hombres llegan a un 80% de éxito. A nivel de estudiantes de doctorado, el porcentaje femenino ya iguala al masculino, pero, a medida que avanza la trayectoria profesional, vemos tristemente cómo este porcentaje se revierte. Todavía a día de hoy la segregación vertical que lleva al techo de cristal es una realidad: a nivel de personal catedrático, las mujeres solo representan el 25%. Y aquí es donde surge la segunda pregunta: ¿si ya hay iniciativas para fomentar que las mujeres desarrollen estas profesiones, por qué todavía son elevadas las tasas de abandono de la carrera científica?

Podríamos pensar que las carreras científicas son largas y que no ha pasado lo suficiente el tiempo todavía para que las mujeres nos podamos incorporar en estas posiciones. No obstante, creo que la sociedad ha evolucionado suficientemente en las últimas décadas como para haber dado tiempo a verse manifestado este cambio. Así pues, me repito la pregunta: ¿dónde están las mujeres líderes? Otra idea a menudo discutida es que las mujeres no tienen interés por estas posiciones, ¿pero es realmente así? Me niego a pensar que eso sea cierto. En mi día a día, convivo rodeada de científicos / científicas (más chicos, ¡por supuesto!), pero puedo confirmar que eso no es así.

Pero es que sobrevivir como científica en un mundo de hombres puede resultar complicado. Y chicos, no os ofendáis, que poner estereotipos siempre es una mala idea, ¡y por supuesto que hay científicos que son bellísimas personas! Pero desgraciadamente no la mayoría. En un mundo extremadamente competitivo como es la ciencia, creo que la personalidad intrínseca de las personas juega un papel muy relevante, y volviendo a los indeseables estereotipos, es muy cierto que muchas mujeres tienen caracteres diferenciales de la mayoría de hombres. Mientras que el estereotipo masculino es ambicioso, competitivo y tiene una alta autoestima; el femenino está más relacionado con la empatía hacia a los demás, la resignación y la aceptación de condiciones a menudo menos favorables. ¿Y por qué? ¿Tenemos las mujeres algún componente genético que nos haga diferentes? No soy experta en genética, pero estoy convencida de que estamos más bien ante un problema social, en el que la tradición y cultura nos han impuesto estos estereotipos de género.

Además, las mujeres tienen una presión social mucho más elevada de tener que demostrar continuamente sus méritos, cuando, en igualdad de condiciones, estos ya se dan por supuestos en un hombre. Con la edad, llega el momento de la maternidad justo en el punto álgido de una carrera científica. Y con la maternidad viene asociada la necesidad de conciliación laboral y familiar. Pero, como sociedad, ¿por qué damos por supuesto que la formación de una familia y la conciliación tienen que ir a cargo de la mujer? Los hombres suelen llegar a la paternidad en el mismo punto de su trayectoria científica, ¿y alguien les pregunta cómo lo harán para conciliar?

Y, desde mi punto de vista, la presión social es un problema enorme todavía de la sociedad del siglo XXI, ¡pero lo peor es que esta presión a menudo la recibimos por parte de otras mujeres! ¿Cómo podemos revertir esta situación si entre nosotras mismas no nos apoyamos? Justamente por eso creo que todavía nos falta mucho camino por recorrer y que es importante que todos, incluyendo sobre todo a todas las científicas, dediquemos los esfuerzos que el tema se merece para que, el día de mañana, nuestras hijas puedan ser las referentes femeninas anheladas.