¡Barcelona innova!

- Esteve Almirall
- Barcelona. Jueves, 17 de julio de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 3 minutos
Las ciudades no tienen competencias en innovación. Ni muchas ni pocas: ninguna.
Y, sin embargo, hay algunas —obstinadas, valientes— que lo asumen como una prioridad. Barcelona es una de ellas.
Pero, ¿por qué? Estas cosas no ocurren porque sí. Siempre hay motivos, pero por encima de los motivos están las personas. Nada, ni en política ni en innovación, ocurre solo: hace falta gente que lo haga posible.
Barcelona es una ciudad terca con la innovación. Lo ha sido incluso cuando soplaban vientos en contra —los del escepticismo y los del decrecimiento. Hace más de una década apostó por convertirse en un espacio de innovación urbana. Gracias a personas como Anna Majó, a los Urban Labs y a iniciativas como Open Cities, la innovación abierta y urbana, la ciudad como laboratorio, se situó en el centro de la agenda municipal. Esto convirtió a Barcelona en una referencia mundial en smart cities.
Barcelona quiere ser —y está siendo— un laboratorio de innovación urbana. Y hay que recordarlo: detrás de los proyectos, hay personas
Ahora, con el gobierno de Jaume Collboni y figuras como Jordi Valls, Miquel Rodríguez, Michael Donaldson y muchos otros, ese espíritu se ha recuperado. Con más ambición, con más madurez. Barcelona quiere ser —y está siendo— un laboratorio de innovación urbana. Y hay que recordarlo: detrás de los proyectos, hay personas. Esta ciudad, que no tiene ninguna competencia formal en innovación, destinó 22 millones de euros a ello el año pasado. Este año serán 44. Una apuesta clara.
Se han hecho muchas cosas, a pesar de las dificultades de un gobierno que debe conciliar visiones muy dispares del futuro. Quizás la más destacada ha sido la creación del sandbox de innovación y la iniciativa Barcelona Innovation Coast.
El ‘sandbox’: regular para desregular
Los espacios de experimentación urbana —sandbox, testbed, living labs— no son solo laboratorios físicos. Son una meta-regulación, casi una anti-regulación. Es decir: una regulación que permite incumplir la regulación. ¿Paradójico? Tal vez. Pero muy necesario.
Hace más de diez años, los Urban Labs chocaron con un muro: para experimentar hacían falta permisos, certificaciones, autorizaciones... imposibles de obtener para proyectos embrionarios. La solución era clara: evitar la lucha constante con la administración y crear una burbuja regulatoria temporal. Eso es el sandbox.
Durante los próximos años, las ciudades vivirán transformaciones profundas: vehículos autónomos, robotaxis, IA generativa aplicada a la administración, realidad virtual, nuevos modelos de vivienda como el co-living y flex-living, entre otros. Cada una de estas tecnologías puede dar lugar a sociedades muy diferentes, progresistas o inhabitables.
Regular no es un fin, sino un medio. Una ley no es progresista por sus principios, sino por sus efectos
Y aquí la regulación es clave. Pero recordémoslo: regular no es un fin, sino un medio. Una ley no es progresista por sus principios, sino por sus efectos. Si esos efectos son progresistas, entonces lo es la norma. Y para conocer estos efectos en un entorno complejo y multifactorial, solo hay un camino: experimentar, evaluar y, si hace falta, rectificar. Ser ágiles.
Por eso son tan importantes los espacios de experimentación.
¿Por qué innovar?
La respuesta más inmediata es económica: porque el crecimiento depende de la innovación. Se puede crecer en términos absolutos con más población, pero si nada cambia —si no encontramos ni oro ni petróleo—, el crecimiento per cápita, que es lo que permite mejorar la vida de todos, solo es posible innovando.
Algunos defienden el decrecimiento. Pero esto no tiene sentido por dos razones fundamentales:
- Vivimos en un mundo interconectado. Si otros países crecen y nosotros no, nos quedamos atrás. No podemos ignorar la competencia global.
- Los valores democráticos. Si queremos una sociedad más justa, con más igualdad y oportunidades, eso solo es posible con progreso. En una dictadura se pueden redistribuir bienes por decreto. En una democracia, solo se puede redistribuir el progreso. ¡Sin progreso no hay más oportunidades ni más servicios!
Una ciudad que quiere más
La nuestra es una sociedad con más demandas sociales, más expectativas, más ganas de futuro y más gasto porque todos somos mayores. Queremos ser una sociedad progresista. Pero para conseguirlo, hay que ser una sociedad moderna, abierta y en crecimiento.
Y ahora mismo, no lo somos lo suficiente. En Cataluña, la renta per cápita prácticamente no ha crecido desde 2007. En cambio, los precios —cada vez más globales— sí. Esta es la verdadera causa de los desequilibrios que sufrimos: la vivienda inaccesible, la falta de oportunidades, la frustración de muchos jóvenes. Necesitamos crecer, y, por tanto, necesitamos investigación e innovación. Volver a hacer de Barcelona una ciudad de innovación.
Un laboratorio urbano de innovación que no es otra cosa que una apuesta por el crecimiento, el bienestar colectivo y el futuro de la ciudad.
¡Barcelona innova!