Amwell es una plataforma tecnológica que permite que doctores visiten pacientes de manera virtual, online. Durante el año 2022, la empresa facilitó 6,5 millones de visitas, tenía registrados 90 millones de pacientes y 100.000 doctores, y tenía contratos con 60 aseguradoras que daban cobertura médica a los empleados de 40.000 empresas. El negocio tenía entonces más de 800 empleados y desde su fundación en el 2006 había conseguido más de 500 millones de dólares en financiación. Antes de la creación de esta y de otras plataformas de telemedicina, especialmente en los Estados Unidos, las empresas pagaban a las aseguradoras y estas pagaban a los doctores, como sucede aquí en la sanidad privada. Las plataformas son un nuevo jugador situado entre la aseguradora y el doctor: las empresas pagan a las aseguradoras, las aseguradoras pagan a la plataforma y la plataforma paga a los doctores por las visitas realizadas. Como el coste de una visita online es muy inferior al coste de una visita presencial, las aseguradoras se ahorran mucho dinero, y la propone de Amwell y empresas similares es sencilla: ya pongo la plataforma y tú me das una parte de tus ahorros. El modelo de negocio funciona muy bien porque todos los jugadores (aseguradoras, empresas, empleados-pacientes y doctores) ganan y porque Amwell y sus competidores han sabido vencer las barreras a la adopción iniciales (muchos pacientes eran reticentes a las visitas online y confiaban en su médico de toda la vida). Si le pedís al ChatGPT que os proporcione una lista de plataformas de telemedicina, veréis que Amwell tiene una veintena de competidores a nivel mundial.

El año 2022, Amwell facturó 277,2 millones de dólares, pero perdió 272,1, y acumulaba unas pérdidas de 1.082 millones de dólares. A pesar de eso, al principio de julio de este año tenía una capitalización bursátil de 570 millones de dólares. Pregunto a mis alumnos: ¿cómo puede ser que una empresa que pierde lo que factura valga tanto? Un alumno de la última fila me contesta: "tú no lo puedes entender porqué eres un boomer". Y remata: "los millennials creemos en el crecimiento en ingresos y en número de usuarios, en el valor de mercado, en las rondas de financiación... y no en el flujo de caja y el resultado. El flujo de caja positivo y el beneficio ya llegarán algún día". La respuesta del alumno causa un cierto alboroto entre sus compañeros, que van poniendo ejemplos de empresas que cada año pierden lo que facturan, pero que consiguen financiación externa a través de rondas que las valoran en muchos millones de euros. Son empresas que se han ganado la admiración de mis alumnos millennials. Incluso uno de ellos me recuerda que en clase estudiamos la adquisición de WhatsApp por Facebook en febrero de 2014 por 19 billones de dólares. Entonces WhatsApp no había generado ingresos y la lección es que la empresa de Zuckerberg pagó 42 dólares por cada usuario de la red, y que la operación no se hizo pensando en los flujos de caja que se generarían en el futuro, sino en la adquisición de usuarios nuevos, que lo eran de WhatsApp pero no de Facebook. La discusión dura hasta que un alumno pone el ejemplo de Amazon. Aquí lo corrijo, porque si bien Amazon fue constituida en 1994 y no ganó dinero hasta el 2003, a partir de entonces ha ganado cada año. De hecho, la estrategia de Bezos fue: aceptamos perder dinero a cambio de crecer en compradores, proveedores, transacciones e ingresos, y ya ganaremos dinero cuando seamos mayores. La diferencia es que finalmente Amazon dio beneficios.

Ciertamente, el pensamiento millennial pone en cuestión el razonamiento boomer que utilizábamos para valorar empresas que están siendo adquiridas o que participan en rondas de financiación: proyectar ingresos, resultados y flujos de caja en unos cuantos años y después descontarlos aplicando el coste del capital como tasa de descuento. Ciertamente, es complicado descontar flujos de caja futuros si a corto plazo estos flujos de caja son negativos.

Ya entendemos que a veces toca crecer sacrificando rentabilidad y gastar mucho dinero en fidelizar clientes o usuarios, pero algún día las empresas tienen que empezar a ganar dinero y remontar aquella curva en forma de U del flujo de caja acumulado que no deja dormir a los emprendedores.