El mes de agosto es un periodo complicado para las bolsas. Los datos así lo indican. En el caso del índice estadounidense S&P 500, su rentabilidad media en este mes desde el comienzo del milenio no llega al 0,1%, mientras que las cosas han ido peor para los mercados europeos, donde el Stoxx 600 pierde de media un 1% y el español IBEX 35 el 0,8% en igual periodo.

En estas primeras sesiones de agosto se ha confirmado el sambenito de mes maldito para agosto, aunque todavía queda mucha partida. El pasado viernes terminó con una racha de cinco días de descensos consecutivos que ha llevado al mes de “Augustus” a acumular un descenso del 3%. En este caso han confluido las realizaciones de beneficios, tras las ganancias de julio, con la revisión a la baja de la calificación por parte de la agencia Fitch de la deuda estadounidense, que situaba en AA+ (perspectiva estable) desde la primera posición de la AAA. Un cisne negro (por tanto, inesperado) para el mercado que abre el silenciado debate sobre el fuerte crecimiento de la deuda pública en Estados Unidos y numerosos países desarrollados como consecuencia de la intervención en la economía con dinero público tras la pandemia de la Covid-19 y la invasión de Rusia a Ucrania.

Pero agosto ofrece elementos propios que explican el mal comportamiento de las acciones en este mes, y todos ellos giran sobre la caída de los volúmenes de contratación. Tanto los inversores como las firmas del mercado se encuentran de vacaciones (con menos efectivos en las plantillas) y el negocio cae en las Bolsas, lo que supone que cualquier movimiento a la baja se exagere. Es más fácil mover a la baja (también al alza las acciones) con un menor número de transacciones. A ello se suma también, que muchos inversores dan la orden de venta de sus títulos si los precios caen por debajo de un cierto nivel. Es decir, pretenden evitar más pérdidas y veranear más tranquilos colocando de forma automática una orden de venta a un determinado precio.

El uso más generalizado de estos instrumentos automáticos de órdenes de venta provoca que cualquier movimiento a la baja de las acciones se retroalimente con nuevas ventas de títulos: aparece rápidamente el papel.

Hitos bajistas de agosto

Los analistas de Singular Bank hacen una retrospectiva sobre este mes y apuntan a que la llamada “maldición de agosto” se inició en 1990 con la invasión de Kuwait por parte de las tropas iraquíes de Sadan Huseín. Aquel año el Dow Jones se derrumbó un 10%, mientras el petróleo cogía el camino inverso de las subidas.

Otro agosto marcado por las caídas se conoció en 1992 cuando se negociaba la adhesión al Tratado de Maastricht, el salto cualitativo más importante en la integración de lo que es hoy la Unión Europea. En junio de ese año, Dinamarca dijo “No”, y en septiembre le tocaba decidir a un país tan importante como Francia. Según avanzaba agosto, los pronósticos aventuraban otro “No” de Francia. Aunque en septiembre ganó el “Sí”, la tensión en el sistema monetario de la entonces Comunidad Económica Europea hundió las Bolsas. Un año después los problemas se fueron al Este de Europa: el intento de golpe de estado en Rusia llevó a tres días de desplomes bursátiles.

Tras unos agostos más tranquilos, la inestabilidad vino de los países emergentes durante 3 años seguidos, con un desplome de sus monedas. En 1997, los denominados “Tigres Asiáticos”, en 1998 fue Rusia y su rublo y en 1999 Brasil y el llamado “Efecto Samba”. El arranque del nuevo siglo también fue tranquilo y de hecho, fueron los mejores meses de agosto, pero el siguiente castigo fue contundente. El estallido de la crisis de las hipotecas subprime llevó a la quiebra de las sociedades inmobiliarias más importantes y al bloqueo de muchos fondos de inversión a lo largo de todo el mundo. Con ello, se inició la más dura crisis económica desde 1929.

También en el recuerdo de los inversores está el terremoto bursátil sufrido en agosto de 2015 a raíz del desplome de la bolsa china.

En los últimos años, los meses de agosto bajistas han superado con crecer a los que han obtenido rentabilidad. En 2017, el IBEX 35 perdió este mes el 1,93%, en 2018 cayó el 4,78%, muy influido la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y en 2019 nueva caída del 1,76% solo en este periodo. 2020 y 2021 tuvieron agostos apacibles con alzas del 1,34% y del 1,97%, respectivamente, y el pasado año volvieron las ventas para terminar el mes con un retroceso del 2,46%.

Veranear tranquilo

Aunque esta fórmula sea de Perogrullo, la forma más sencilla de evitar la alta volatilidad asociada a agosto es desprenderse de la cartera de acciones con anterioridad. Pero, lejos de ser tan drásticos, existen instrumentos de cobertura y limitación de los riesgos. Fijar un precio de venta si las acciones caen para evitar más pérdidas o, en su caso, que las ganancias se evaporen son las órdenes non-stop (sirve también para comprar) en la que se condiciona la compraventa a alcanzar un determinado nivel, la acción que el inversor indica a su intermediario.

A esta sencilla fórmula se une otra como la cobertura de la posición mediante la utilización de futuros financieros. Así, los futuros actuarán de manera contraria al precio de la acción en caso de pérdidas y contrarrestarán las posibles minusvalías. El único inconveniente es que estos futuros tienen un coste. Una opción financiera que actúa como un seguro, pero que hay que pagar.

Los más “especuladores” si esperan un agosto bajista pueden aprovecharlo poniéndose cortos en acciones e índices. Es decir, vendiendo a los precios actuales con acciones prestadas y recomprándolas cuando bajen. Una operativa no exenta de riesgos. Otra opción son los fondos indexados o ETF bajistas que hacen la misma función, ya que ganan cuando el índice de referencia cae.