Después de burlar a la muerte en dos ocasiones, Sísifo, personaje de la mitología clásica, recibió un duro castigo de Zeus: le obligó a cargar una roca a la espalda por una colina hasta la cima de la montaña, pero cuando estaba a punto de alcanzarla, el peso de la roca le hacía retroceder de nuevo hasta el inicio de su camino. La imagen inspiró a los doctores Araceli López Guillén y José Manuel Vicente Pardo para poner nombre a la sisifemia, un nuevo trastorno laboral que el segundo describe a ON ECONOMIA como "el cansancio mental del trabajador incansable". "Afecta a determinado tipo de trabajadores, muy comprometidos, condenados a tener cada día objetivos inalcanzables, a no ser con un esfuerzo extenuante, y que finalmente se llevan trabajo a casa, alargan la jornada...", abunda Vicente en su explicación sobre este nuevo fenómeno que empieza a ocupar la agenda en los debates sobre salud mental en el trabajo, un asunto que preocupa desde hace tiempo al Gobierno y las instituciones. 

No se trata tan solo de un trastorno laboral que brota de la ambición y la entrega del trabajador, sino que la empresa también suele poner de su parte, en el peor sentido de la palabra. La dinámica es más o menos la siguiente: al detectar la empresa que un trabajador rinde por encima de la media, que está comprometido, motivado y entregado a su trabajo, le va cargando de tareas hasta el punto que el empleado, por productivo y entregado que sea, siente que no llega. No llega, lo intenta y no llega, pero hace lo posible, rinde al máximo y consigue salvar sus objetivos con jornadas maratonianas. Sí, ha salvado la jornada laboral con horas extra a veces no reconocidas, con un esfuerzo mental extenuante. La ansiedad le acompaña hasta la cama, duerme peor y eso le va a hacer estar más cansado, rendir menos, necesitar más tiempo para llevar a cabo una misma función. Así que, al día siguiente, la roca de la jornada laboral vuelve a amanecer sobre su espalda. Pero pesa un poco más. "Y cuando no hay vuelta atrás, haces crac", avisa Vicente. 

"Después de un primer estudio en marzo de 2022 para denominar y definir el término, publicamos otro artículo este año en el que ajustábamos más qué es, a quién afecta y en qué se diferencia con el burnout", explica Vicente, médico investigador en la Cátedra Internacional de Medicina Evaluadora y Pericial y también jefe de Unidad Médica del Equipo de Valoración de Incapacidades de la Seguridad Social.  "Habíamos visto un perfil de trabajador que llegaba incluso a procesos de baja e incapacidad permanente, gente con trabajos determinados que acababan abandonando", añade el médico. 

Tipos de trabajador y responsabilidad de la empresa

Se trata de un trastorno que afecta sobre todo a sanitarios, fundamentalmente médicos, consultores, auditores, financieros, periodistas y trabajadores de la comunicación, abogados, docentes e investigadores universitarios y también se da en altos funcionarios, inspectores de trabajo y comerciales, así como informáticos del ámbito del big data o la Inteligencia Artificial. "Ah, y todos los freelance", remata el doctor Vicente. "Afecta a directivos y a parte del staff, pero generalmente personas con formación o con altos cargos", aclara. 

"Hay quien ha hablado de que afecta a gente con ambición obsesiva, pero no creo que sea así. Más bien diría que son cumplidores, perfeccionistas, quieren hacer las cosas bien. Y tienen una serie de tareas que no pueden posponer, una alta sobrecarga mental, intelectual, que exige atención y concentración para decisiones inaplazables. Parten de una carga de trabajo excesiva de la empresa que no cuenta con los efectivos suficientes", desarrolla. O sea, que la sisifemia no tiene que ver con trabajadores ambiciosos que se rompen por sí solos, sinó con carencias en las empresas que acaban absorbiendo los más implicados de la plantilla. "Un ejemplo claro es el de los médicos de primaria. Hay un déficit estructural en sanidad y hay menos gente que la necesaria en una empresa", apunta Vicente, que también menciona casos como la extenuación horaria de las Big Four de consultoría, que en febrero de este año recibieron inspecciones de por las sobrecargas de horas que se saldaron con sanciones.

 

 

Para el doctor Vicente, es importante diferenciar "entre la conducta y el padecimiento". "Una cosa es la conducta o el tipo de trabajador motivado, que se ofrece, que se entrega. Pero luego hay una aparición del trastorno, un padecimiento que empieza con agotamiento físico y mental, un trabajador que se rompe". "Esa gente que hace todo lo posible, pero cree que puede hacer más, es la conducta, pero no el trastorno. También hay que distinguirlo del workaholic, que tiene una forma compulsiva de dedicarse al trabajo para llenar algunos vacíos, mientras que en la sisifemia ya le gustaría al trabajador dedicarse al trabajo de una forma más sana. El factor de riesgo es la entrega al trabajo extrema, pero el trastorno viene ya cuando se dan unos síntomas físicos y mentales", aclara. 

Síntomas, diferencias con el burnout 

Entre los síntomas, se encuentran estados y cuadros de ansiedad, algunos cuadros depresivos y "fundamentalmente trastornos del sueño". "Es algo complicado: te cuesta dormirte, te despiertas pensando en el trabajo y luego rindes menos, porque has dormido poco, es un bucle que no se frena. Y, a veces, se acaba mezclando con el consumo de tóxicos, o bien de benzodiacepaminas para conciliar el sueño o bien de alcohol por la valentía que te da o para paliar la ansiedad. También se pueden dar casos de consumo de estimulantes como la cocaína", desarrolla Vicente. 

Se trata de un trastorno que aparece como una nebulosa y da signos de alarma antes de consolidarse como tal. "Primero, uno siente mucha exigencia, y al cabo de unos meses uno se da cuenta de que estamos más ansiosos al acabar el trabajo. El estrés laboral lo seguimos teniendo después del trabajo y eso hará que nos resulte difícil dormir. Si nos resulta difícil dormir y dormimos mal, con el paso de las semanas rendimos mal, nos encontramos más cansados que al principio y después más ansiosos. Lo que intentas es enfocarte más en el trabajo. Pero si estamos cansados, el nivel de concentración y de resolución será menor. Y si somos perfeccionistas, esto nos fastidia, nos frustra. Y entraos en este bucle de no poder resolver las cosas con la misma diligencia y después ya no tenemos ganas de hacer deporte, de practicar ocio. Nos apetece menos tener relaciones. Y luego, una vez te rompes, ya solo queda acudir al psicólogo y tal vez pedir la baja y entrar en tratamiento" desarrolla. "La sisifemia puede acompañar el agotamiento físico y psíquico de otros procesos como hipertensión arterial, cuadros de infarto, procesos respiratorios que se agudizan, cefaleas, problemas en la piel, en la espalda, y en ocasiones diabetes u obesidad, porque quien tiene ansiedad va al frigorífico", completa. 

En los últimos años, el síndrome del 'burnout' o del trabajador quemado ha ganado relevancia con un reconocimiento cada vez mayor como trastorno mental asociado al trabajo. Y, a priori, uno puede pensar que es lo mismo que la sisfemia. Pero no. "En el burnout, lo causa un estrés crónico y el trabajador siente una gran diferencia entre sus ideales de trabajo y en lo que se ha convertido. No se siente valorado por los usuarios o por los compañeros, mientras que en la sisifemia lo que hay son objetivos inalcanzables de alta responsabilidad. La latencia, en el burnout, es alta, puedes tardar años para desarrollarlo, mientras que en la sisifemia puede ser cuestión de meses", abunda. "El burnout es más psíquico y la sisifemia puede expresar más síntomas físicos. En el burnout se dan conductas negativas, despersonalización, y además afecta a trabajadores menos formados o de menor rango. El trabajador con burnout está desgastado, desmotivado, pero el que sufre sisifemia puede estar motivado hasta el final, aunque un agotamiento emocional le lleve a ser incapaz de concentrarse en nada", explica el doctor. 

Prevención personal y de la empresa

A la hora de abordar la prevención y las medidas, el investigador pone más el foco en la empresa que en el propio trabajador. "La empresa está obligada por ley a cumplir una normativa de riesgos psicosociales", recuerda Vicente, de forma que ha de existir una vigilancia, a partir de una prevención de riesgos psicosociales, que evite sobrecargas inasumibles de trabajo. Con todo, la vigilancia, como la responsabilidad sancionadora, acaba dependiendo de las instituciones públicas, de la inspección de Trabajo. "Por eso las Big Four han sido sancionadas por exceso de horas extras", abunda Vicente. "Con los freelance, la vigilancia es más complicada, porque puede haber una extenuación vinculada a varios clientes, a no llegar a la facturación necesaria", matiza, pero en los casos de trabajadores en plantilla, "existe un manual y procedimiento de riesgos psicosociales que puede prevenir estos casos, si se cumple".

Mientras que en el plano personal cuando se llega a determinado extremo tan solo queda la terapia como posible solución, ante los signos de alarma hay algunas prácticas que el trabajador puede llevar a cabo en la prevención. Más allá de la capacidad para poner límites a su trabajo y su empleador, cumplir los horarios rigurosamente o realizar actividades de ocio que le distraigan, hay dos prácticas que el investigador define como especialmente eficaces en estos casos. Se explica: "La meditación mindfulness y el ejercicio físico son las dos prácticas que más recomiendo. El mindfulness sirve para eliminar obsesiones y pensamientos centrándose en la respiración, aunque hay gente a quien le va aún peor cuando se da cuenta de que no puede desconectar. En cambio, el ejercicio físico, especialmente el de alta intensidad, ayuda mucho a desconectar. Correr o el pádel son dos deportes que ayudan mucho, más que los paseos, por ejemplo, porque uno puede darle vueltas al coco mientras camina".