La industria de la moda catalana se enfrenta a un cambio de paradigma histórico. La necesidad de adaptarse a las exigentes directivas europeas en materia de sostenibilidad no es solo un reto normativo, sino la brecha de oportunidad que obligará al sector a una reinvención completa.
Esta transición ecológica demandará, de forma urgente, nuevos perfiles profesionales y una actualización profunda del currículum formativo para alcanzar las metas marcadas por Bruselas: recoger de manera selectiva el 50% de los residuos textiles antes de 2030, un objetivo ambicioso si se tiene en cuenta que actualmente en Catalunya esta cifra se encuentra en un modesto 11%.
Esta es una de las principales conclusiones del estudio presentado por el Clúster Catalán de la Moda (Modacc) y el Ayuntamiento de Igualada, un trabajo que no se limita a diagnosticar el reto, sino que dibuja el mapa de los futuros oficios que constituirán la columna vertebral del textil catalán en la próxima década.
La formación como eje vertebral de la transición
Clara Mallart, experta y coautora del informe, lo tiene claro: "No se trata de que falten perfiles, sino de que hay muchos que se tienen que actualizar y reinterpretar. Y para que esto sea posible se necesita una nueva formación". Su visión desmonta la idea de una simple escasez de personal y apunta a una reconversión masiva de las competencias existentes.
El estudio identifica una treintena de ocupaciones emergentes, entre las que destacan figuras como el técnico en economía circular textil, responsable de optimizar los flujos de materiales para que nada se desperdicie; el diseñador de upcycling, verdadero artesano del siglo XXI que transformará residuos en piezas de valor añadido; el especialista en trazabilidad y etiquetado ambiental, garante de la información verde y capaz de rastrear el origen e impacto de cada hilo; el técnico en sostenibilidad corporativa, encargado de integrar los criterios ESG en el corazón de la estrategia de la empresa; y el diseñador 3D de moda, creador digital que reducirá drásticamente las muestras físicas y la huella de carbono del proceso de diseño.
Estos nuevos profesionales podrán proceder tanto de nuevos graduados que incorporen estos conocimientos en su formación inicial, como de perfiles tradicionales que reciclen sus propias habilidades para adaptarse al nuevo ecosistema. Mallart insiste en un concepto fundamental: la circularidad no empieza en el contenedor de ropa, sino en la mesa de diseño.
"Para que una pieza se pueda reciclar, es completamente imprescindible que las piezas tengan en cuenta la circularidad desde su concepción, teniendo en cuenta qué materiales se utilizan y cómo se confeccionan", señala. Esto implica repensarlo todo: desde los tipos de hilos y tintas hasta la facilidad para desmontar las piezas al final de su vida útil.
"Las empresas tendrán que empezar a hacer este cambio", valora el experto, añadiendo que para que esta transformación se produzca es necesaria "una legislación clara y segura", ya que actualmente el sector se encuentra "a la expectativa" ante la falta de concreción normativa. A pesar de la incertidumbre, se muestra optimista y sostiene que la industria catalana tiene la capacidad y la agilidad necesarias para aplicar la sostenibilidad a su modelo de negocio.
Una vez se resuelva este marco legal, Mallart asegura que Catalunya reúne todas las condiciones para erigirse en un polo de referencia del reciclaje textil en el sur de Europa: "Tenemos industria recicladora, pero hay que potenciarla". Se dibuja, pues, la oportunidad de atraer inversión y generar un ecosistema industrial alrededor del residuo como recurso.
El consumidor, la pieza clave del cambio
Tan importante como la transformación industrial es la evolución de la mentalidad ciudadana. La circularidad no será una realidad completa sin un cambio en la "conciencia del consumidor". Esto significa que el ciudadano deberá tener mucho más presente qué tipo de ropa está comprando, la calidad, la durabilidad y, sobre todo, la importancia de darle una segunda vida mediante el reciclaje correcto.
Las cifras reflejan la magnitud del reto: Catalunya genera actualmente entre 150.000 y 165.000 toneladas de residuos textiles anuales. De esta montaña de ropa descartada, solo se recoge selectivamente el 11%.
El objetivo europeo no es solo alcanzar el 50% en 2030, sino lograr el 70% en 2035. Este escenario, según el estudio, abrirá un campo laboral inmenso vinculado a la gestión del final de la vida útil del textil: desde la logística y clasificación hasta el tratamiento y valorización avanzada de los materiales.
En definitiva, la moda catalana se encuentra en una encrucijada. El camino hacia la sostenibilidad no es solo una obligación legal, sino una oportunidad estratégica para modernizar el sector, crear empleo de calidad y situar Catalunya a la vanguardia de la nueva economía circular europea.
