Contra todo pronóstico y superando la antigua dinámica estacional, la Costa Daurada y las Terres de l'Ebre viven un otoño excepcionalmente activo en el sector hotelero. Una vez pasado el turismo de verano, la cifra es elocuente: la mayoría de los establecimientos continúan abiertos y trabajando con normalidad, trazando un escenario optimista que se alargará, según las previsiones, hasta las puertas del año nuevo. Esta resistencia es el fruto de una estrategia consciente y exitosa de diversificación que ha permitido al territorio dejar de depender únicamente del binomio sol y playa.

Los meses de octubre y noviembre han puesto de manifiesto cuál es el nuevo perfil de turista. Los alojamientos que han invertido en instalaciones dedicadas al bienestar han alcanzado las ocupaciones más destacables, con cifras que oscilan entre el 60% y un remarcable 80%. Este segmento, que busca la desconexión y el cuidado personal, ha encontrado en la tranquilidad de los paisajes otoñales el complemento perfecto para su experiencia.

El turismo de conferencias y reuniones se ha revelado como un pilar fundamental. Ya no se trata solo de hospedar un congreso dentro de cuatro paredes. La estrategia reside en la oferta de valor añadido: combinar jornadas de trabajo con experiencias inmersivas en la naturaleza y la riqueza gastronómica del territorio. Gracias a esta simbiosis, un establecimiento de la Conca de Barberà ha registrado un sólido 60% de ocupación durante todo el mes de octubre. Los asistentes a las reuniones pueden complementar su estancia con rutas de senderismo, visitas a bodegas de renombre para degustar vinos de denominación de origen, o descubrir la cocina de producto local de proximidad.

El dinamismo urbano con Tarragona como polo de atracción

En el ámbito urbano, Tarragona ciudad se erige sin duda en punto neurálgico de esta bonanza. Su potente oferta cultural, su agenda de eventos constantes y su capacidad para atraer tanto turismo cultural como corporativo han hecho que uno de sus hoteles haya registrado una media que roza el excelente 80% este otoño. La ciudad demuestra ser un producto turístico robusto y poliédrico, capaz de captar visitas en cualquier época del año. En un espectro más discreto, pero igualmente relevante, se encuentran capitales de comarca menos asociadas al turismo masivo, como Valls o Reus.

Aquí, el modelo se vertebra alrededor del turismo de empresa. Los alojamientos están principalmente destinados a comerciales, técnicos o profesionales en formación que desarrollan su actividad en la zona. Si bien las previsiones de ocupación son más modestas que en Tarragona, este flujo asegura una actividad estable y constante, alejada de los picos estacionales, e integra el sector hotelero en el tejido productivo local.

En claro contraste, la Federación de Asociaciones de Empresas de Hostelería de la Provincia de Tarragona (AEHT) remarca que los hoteles de la misma línea de costa de la demarcación han cumplido con el ciclo estacional tradicional y han cerrado las puertas al finalizar el mes de octubre. Esta dualidad entre la costa que se duerme y el interior que se reaviva ilustra perfectamente la transición que vive el sector. Jordi Ferré, presidente de la AEHT, apunta que "bien entrado noviembre, nuestros establecimientos continúan abiertos y con buenas cifras de ocupación. Este hecho es la mejor prueba de que ya no dependemos exclusivamente de los atractivos habituales de sol y playa".

La imagen es esperanzadora. La Costa Daurada y las Terres de l'Ebre están escribiendo un nuevo capítulo en su historia turística. La clave de su éxito reside en haber entendido que su valor ya no radica únicamente en su litoral, sino en un mosaico de experiencias diversificadas que abarcan la cultura, la naturaleza, el bienestar, el negocio y la gastronomía. Este camino hacia la desestacionalización no solo garantiza la viabilidad económica de los establecimientos durante más meses al año, sino que además descongestiona el territorio, enriquece su marca y construye un modelo de turismo más sostenible y resiliente de cara al futuro. El otoño, antes un epílogo del verano, se ha convertido en la nueva temporada alta del interior.