Donald Trump aterrizó el viernes con el Air Force One en el aeropuerto de Prestwick, cerca de Glasgow, y este sábado se ha ido a jugar golf entre protestas de los manifestantes que se han concentrado fuera del recinto. Antes de la cumbre de este domingo con Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europa, se ha despachado a gusto contra algunas de las políticas comunitarias: ha criticado Francia por el futuro reconocimiento de Palestina, la apuesta por la energía eólica –"ves estos molinos de viento por todas partes, destruyendo los viejos campos y valles, y matando los pájaros"– y la política migratoria –"tenéis que parar esta horrible invasión que está matando a Europa"–.
Trump está encantado con este viaje de cuatro días a Escocia, la tierra donde nació su madre y donde su familia posee propiedades inmobiliarias. Entre estas, cuentan con dos complejos turísticos: en Turnberry, donde ha pasado este sábado, y Menie. Precisamente, aprovechará este viaje para inaugurar un segundo campo de golf, de 18 agujeros, propiedad de la familia.
Trump telefoneó a Von der Leyen este mismo viernes para reunirse en Escocia el domingo en la que será la cumbre definitiva de los aranceles entre Estados Unidos y la UE. Si bien la iniciativa ha sido del presidente norteamericano, este se ha dedicado a sembrar dudas sobre un acuerdo que los analistas casi dan por cerrado: el viernes, en declaraciones a los periodistas delante de la Casa Blanca antes de subir al avión presidencial, aseguró que hay "un 50% de posibilidades, o menos" de alcanzar un pacto comercial con la UE antes del 1 de agosto.
Pero los mercados han interpretado estas declaraciones con optimismo porque, anteriormente, Trump dijo que había un 25% de posibilidades de cerrar un acuerdo con Japón, que finalmente se firmó el martes. Según los analistas, el acuerdo con la UE iría en la misma línea que con Japón: aranceles del 15%.
Esta cita escocesa se producirá solo cuatro días antes del 1 de agosto, fecha a partir de la cual Trump amenaza con aranceles generalizados del 30% a las importaciones europeas –si es que no se llega al acuerdo– que serían replicados por la UE.
Por si acaso, Von der Leyen se reunirá con Trump con un paquete de represalias a punto, acordado con los socios europeos, valoradas en 93.000 millones de euros que afectarían las importaciones norteamericanas.
Si no se alcanzara el acuerdo, la respuesta europea sería escalonada, con un primer paquete de represalias que entraría en vigor el 7 de agosto y un segundo paquete que no se aplicaría hasta septiembre o, incluso, hasta a principios de 2026. Así reaccionarían a los aranceles al acero y al aluminio, pero también a la automoción y a otros sectores.
Precisamente, Wall Steet Journal ha informado en los últimos días que la política comercial de Trump, incluso antes de cumplir las amenazas, está pasado factura a las empresas norteamericanas. Han reducido los márgenes de ganancias, según se desprende de los resultados presentados en los últimos días correspondientes al segundo trimestre de este año. Esta situación ha afectado de pleno a los fabricantes de coches: General Motors ha indicado que ha pagado más de mil millones de dólares en aranceles sobre vehículos importantes en el último trimestre, pero que no han aumentado los precios a sus clientes para compensarlo. En la misma línea, Volkswagen ha reducido las ganancias un 29%, en parte por los 1.300 millones de euros en aranceles pagados por las exportaciones a Estados Unidos.
En este viaje a Escocia, Trump también se reunirá con el primer ministro británico, el laborista Keir Starmer, para "afinar" el acuerdo comercial entre los dos países. El norteamericano siempre ha mostrado más afinidad con el Reino Unido que con Europa, hasta el punto de que no ha perdido la oportunidad de alabar a Starmer: "Un buen primer ministro y una buena persona, está haciendo un trabajo excelente", si bien ha precisado que es más "liberal" que él. En la agenda también está previsto un encuentro con el primer ministro de Escocia, John Swinney.