La situación en Francia debería hacernos reflexionar: el asesinato del joven Nahel M, de 17 años, e inocente, a manos de un agente de la policía, que ya está siendo investigado y acusado por la fiscalía por la comisión de un homicidio doloso, ha sacado a las calles a miles de personas a protestar contra lo que consideran una situación insostenible.

Emmanuel Macron ha ordenado mano dura ante los disturbios en las calles que vienen produciéndose desde el martes y que ya ha detenido a más de mil personas. Miles de coches incendiados y altercados en oficinas bancarias, se producen diariamente en una situación que parece estar lejos de ser controlada. 

Cuarenta mil agentes activados en los distintos lugares de Francia, medios de transporte suspendidos desde las nueve de la noche y limitación en el acceso a productos químicos que pueden ser usados para generar altercados. 

El grito de la madre de Nahel, llamando en sus redes sociales a la venganza, ha incendiado las calles francesas. 

Naciones Unidas, por su parte, señala a Francia por sus profundos problemas de racismo y de discriminación racial entre las fuerzas y cuerpos de seguridad. 

El problema de Francia refleja un problema europeo que a España y a Catalunya también les afecta. Es urgente y necesario hallar la manera de generar procesos de convivencia basados en el respeto mutuo, en la sana convivencia, donde seamos conscientes del importante papel a desempeñar en las sociedades actuales, donde la inmigración será fundamental para garantizar la supervivencia del estado de bienestar como estándar europeo. 

De lo contrario, se perpetuará un sentimiento generalizado que busque venganza, algo que no es positivo ni augura un buen futuro para nadie.