El viernes se celebraba el día mundial de la Salud. Y precisamente en estos momentos, en Galicia, se está dando una situación que resulta tremendamente injusta e incomprensible: el caso de un joven de 30 años, Iván. El pasado 9 de febrero ingresó voluntariamente en urgencias por un brote psicótico. Desde entonces, tanto él como su familia luchan contra las decisiones tomadas por distintas instancias hospitalarias y judiciales, ante su internamiento (en contra de su voluntad), y ante el tratamiento que se ha decidido aplicarle (también en contra de su voluntad). 

La situación se va complicando por momentos, ante la impotencia de quienes van siguiendo el caso: un juez decide que no se le traslade al centro que la familia solicitaba; otro juez decide que se le aplique la terapia decidida por el centro (electroshock). Ahora, la familia ha acudido a la policía a denunciar que no se les permite ver personalmente a su hijo hasta el próximo martes. Unos hechos que nos deberían servir para reflexionar sobre los límites y las garantías que, como pacientes, deberíamos tener.