Esta semana hemos vivido una moción de censura más. Todas ellas, salvo la que llevó a Sánchez a la presidencia del Gobierno, presentada contra Rajoy, han servido para lo mismo: para una muestra de escaparate de las distintas opciones políticas. Nada más. 

A pesar de ser una herramienta prevista con carácter excepcional, han sido ya varias las ocasiones en las que se ha activado para tratar de acaparar la atención de la opinión pública, el posicionamiento ante próximos comicios, y desde luego, para intentar escenificar el ataque directo al Gobierno. Pero en prácticamente todos los casos, no ha servido nunca para que la población se sintiera verdaderamente representada, ni se escuchasen propuestas que pudieran ahondar en las necesidades reales del país. 

En esta ocasión, cada partido político ha intentado hacer su papel. Nada nuevo bajo el sol.

La tristeza al constatar que los que dicen representarnos, en realidad, representan continuamente sus propios intereses. Eso sí, a costa de vivir de nuestros impuestos y gestionarlos de manera muy cuestionable. 

Precisamente quienes más rigor debieran tener, mayor respeto debieran presentar ante nuestras instituciones, son los que demuestran no tomarse en absoluto en serio el sistema del que precisamente dependen. La presentación de esta moción de censura, en mi opinión, ha sido una absoluta falta de respeto a la ciudadanía en su conjunto.