La situación caótica a la que nos enfrentamos en la supuesta democracia española tiene muchas causas. Y sobre todo, viene tiempo dando señales. Lo que ocurre es que la manta de desinformación y manipulación que han urdido los principales medios de comunicación de España ha hecho incomprensible para la mayoría de la ciudadanía lo que ahora les está estallando en las manos. 

Se asombran sus señorías de lo que puede llegar a pasar si el próximo lunes el TC decide meterle mano a un proceso legislativo y tumbar unas leyes que han sido aprobadas por mayoría parlamentaria. Se asombran sus señorías y se acusan de golpistas. ¡Golpistas! Ahora todo es golpismo. En Catalunya lo saben bien. Sobre todo desde que, tras aprobarse por vía de urgencia la modificación de la LOTC en 2015, se dio una serie de "superpoderes" al TC que ningún otro órgano equiparable tiene en ninguna otra democracia europea. Y desde entonces se puso a experimentarlos con los catalanes. 

El TC se arrogó el poder de meterle mano al debate parlamentario. De censurar de manera previa lo que los diputados podrían debatir. Se arrogó también la potestad de elegir al president de la Generalitat. Se arrogó y, lógicamente, se sigue arrogando porque el PP le dio la facultad de hacerlo. Ese PP que tira de la toga cada vez que la democracia le pasa por encima a sus pataletas nacionalistas de muy españoles. 

Si en el Estado español hubieran prestado más atención a lo que ocurría en Catalunya, si se hubieran permitido el lujo de informarse más y mejor, hoy comprenderían perfectamente el enorme problema que tenemos entre manos: es un parche sobre otro para tratar de tapar los agujeros de una democracia de cartón piedra que se construyó sobre una ficticia transición.