Falta poco para que acabe el verano. A finales de primavera, ya oíamos todos a aquellos temerarios que nos han ido diciendo que en otoño sabremos lo que es bueno, que estemos preparados, que el mundo se acabará... A todo eso, sumaban que si Europa estará en recesión, que si el euro estará bajo mínimos, que si la inflación no parará de crecer hasta llegar al 20%, que si la guerra de Ucrania va para largo, que seguiremos teniendo problemas con el gas, y un largo etcétera.

¿Y qué podemos decir de todo eso? Pues no podemos decir nada, no sabemos nada, no lo sé yo y no lo sabe nadie, qué puede llegar a ser verdad o qué puede no llegar a pasar nunca. Para poner un ejemplo, si se hubiera cumplido todo lo que se ha dicho desde el comienzo de la covid-19, pocos de nosotros seguiríamos aquí. Hacer predicciones en economía es fácil, lo difícil es que estas predicciones se cumplan. Eso sí, el futuro de la economía europea y también la catalana dependerá de tres factores: el bélico (con la guerra de Ucrania), el monetario (con la inflación y los tipos de interés) y el energético (con los precios del gas).

A partir de aquí todo es posible, que se cumplan los peores augurios o que todo vaya mejor de lo que esperábamos. Por suerte, para todos nosotros, no tendremos que esperar mucho y en unos meses lo sabremos.