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Quizás porque es valenciana, Mónica Oltra es el patito feo de este grupo de mujeres tremendamente ambiciosas y determinadas a tocar poder que están conquistando la política española. Igual que Ada Colau y Susana Díaz, el rasgo físico más visible de la líder de Compromís es la mandíbula. Salvador Dalí decía que la mandíbula es el órgano más filosófico del cuerpo. Supongo que se refería al hecho de que nos pone en relación con el mundo comestible y, por lo tanto, nos hace conscientes de nuestros instintos y de nuestras limitaciones. Una buena mandíbula denota empuje y voluntad, pero también revela una cierta concepción depredadora y narcisista del amor.

En este sentido, Oltra tiene el mismo afán de protagonismo que Susana Díaz y la misma necesidad de Colau de presentarse como una buena persona. Igual que Díaz y Colau, la Vicepresidenta de la Generalitat Valenciana vive rodeada de hombres que la adoran y tiene un talante impulsivo que vuelve locos a los asesores, detrás de sus ocurrencias. A diferencia de Manuela Carmena, que es una mujer elegante que ha llegado a la alcaldía de Madrid después una trayectoria y una vida, Oltra tiene prisa para mandar. Como les passa a Díaz y a Colau, la ambición le da un aire chabacano. Como ellas es más lista que inteligente, cosa que puede ser una gran ventaja en los tiempos que corren. La astucia, los reflejos y el sentido de la oportunidad son importantes en política, especialmente en tiempos de crisis –como dijo Tucídides el viejo–.

Como Díaz y como Colau, la líder de Compromís tiene un aire chabacano, y es más lista que inteligente, cosa que puede ser una ventaja en los tiempos que corren
El prestigio de Oltra no se puede separar de la fuerza devastadora que la corrupción ha adquirido los últimos años como arma de combate político. Oltra ha sido una pionera del discurso anticorrupción y ha tenido en el País Valenciano un escenario de lujo. Antes de que los diputados de la CUP aparecieran con camisetas estampadas; antes de que David Fernàndez insultara a rateros con corbata en las comisiones de investigación, Oltra ya utilizaba técnicas semejantes para llamar la atención y para popularizar su causa. En el apogeo del caso Gurtel, la líder de Compromís fue expulsada por el presidente de las Cortes Valencianas, Juan Cotino, al presentarse en el escaño con una camiseta que llevaba escrita la frase: "No nos falta dinero, nos sobran chorizos".

Militante del Partido Comunista desde los 15 años, la fama de Oltra no ha parado de crecer, desde que entró de diputada autonómica en el 2007. Nadie ha capitalizado mejor las críticas contra los entramados oscuros del PP valenciano, ni sus formas autoritarias. Eso le ha dado margen en otros asuntos, como la ruptura de Izquierda Unida. Oltra siempre ha jugado fuerte y ha sabido hacer palanca allí donde hacía falta. No creo que la líder de Compromís se sorprenda de ningún escándalo que pueda afectar al partido de Rajoy o a los socialistas valencianos los próximos meses. Durante años, los diputados populares le han dicho de todo, pero a medida que el PP se ha ido ahogando en su propia mierda, los insultos recibidos le han dado un capital moral cada vez mayor.

Nacida en 1969, Oltra pasó la niñez en Neuss, una población alemana de 150.000 habitantes situada en un cruce ferroviario y un canal portuario cerca de Düsseldorf. El padre, de ideología republicana, emigró a Alemania para juntarse con la mujer de su vida sin hacer escándalo en Valencia, porque ya estaba casado. Oltra creció en una casa llena de amor, pero poco convencional y no pudo adoptar el apellido paterno hasta que el 1981 en España se legalizó el divorcio. Eso puede ayudar a entender que, igual que Pablo Iglesias o algunos independentistas, se tome la política como una cosa personal y que sienta debilidad por las estéticas revolucionarias.

Aunque su padre era valencianohablante, le hablaba en castellano. Ella habla catalán a los dos hijos adoptados que tiene, y se ha hartado a defender la unidad de la lengua, pero no se puede decir que sea nacionalista. El país de Oltra es España y su referente ideológico es Podemos. Si la líder de Compromís se entiende con el Bloc es porque necesita la fuerza atávica del partido de Enric Morera para llegar a presidir a la Generalitat. Eso tanto sirve para explicar por qué forzó la coalición con Podemos para las elecciones del 20D como para entender por qué los diputados de su minipartido, Iniciativa pel País Valencià, han cerrado filas con el Bloc cuando se ha visto que la quimera de hacer un grupo propio en el Congreso no saldría.

Oltra no dudó de prescindir de las bases de Compromís, cuando necesitó pactar con Podemos para el 20D
A pesar de sus discursos sobre el empoderamiento del pueblo, Oltra no dudó de prescindir de las bases de Compromís, cuando necesitó pactar con Podemos para el 20D. El hecho de que, encima, lo disfrazara con una promesa imposible de cumplir, como era la constitución del primer grupo valenciano de la historia del Congreso, la ha erosionado dentro del Bloc, el principal partido de la coalición. Otra cosa que le puede hacer daño es la sobreexposición, a la cual la somete su carácter maternal e hiperactivo. Como vicepresidenta a menudo pisa miembros del gobierno y colaboradores suyos, o tiene ideas precipitadas. No hace mucho propuso enviar un barco de Baleària a rescatar refugiados sin pensar que la desesperación para subir podría acabar como el rosario de la aurora.

Si se quema siempre encontrará una salida en Madrid. De momento, la vicepresidencia ha fortalecido su red de fidelidades. La posibilidad de colocar valencianistas en la administración, sumada al derrumbe del PP y a la desorientación del PSPV, le dan mucho poder. La fuerza que la periferia del Estado ha cogido ante la crisis del bipartidismo, hace prever una carrera repleta de éxitos. Entre la herencia que deja el PP y el retraso que la Comunidad Valenciana lleva respecto de Catalunya, Oltra no debería necesitar arriesgar mucho para ser presidenta de la Generalitat. Aun así, para conseguir sus objetivos, tendrá que entenderse con las bases del Bloc, y las bases del Bloc están hechas de gente que juega a pelota valenciana y que ha enganchado carteles con su propia saliva; en resumen, gente que no se dejará abaratar los sueños fácilmente, ahora que parece que los tienen al alcanze de su mano.