Frédéric Beigbeder es un tipo carismático con aire de mosquetero que escribe con frases afiladas y concisas. Bearnés de origen, su libro más vendido, 13,99 euros, le costó el trabajo de publicista, pero dio un empujón a su carrera de escritor. Después de sacar partido a la vida profesional y amorosa, Beigbeder ha encontrado en la novelización de episodios conocidos una manera más prudente de seguir explotando el egotismo literario. En Windows on world explicaba las interioridades del atentado del 11S a partir de los últimos instantes de vida de los clientes del famoso restaurante de las Torres Gemelas. Oona y Salinger noveliza la historia de amor que el autor de El guardián entre el centeno vivió con la última mujer de Charlot poco antes del ataque a Pearl Harbor. El libro está bien llevado y repleto de chismes, lástima que en las últimas páginas el autor quiera explicarnos cómo se prometió con su pareja. Es el único momento en que su Yo literario molesta, más que nada porque parece que Beigbeder le esté vendiendo una moto a su amante y a sí mismo. “El amor es encontrar a una mujer que te libere de las otras”, escribe hablando de los problemas de faldas de Chaplin. La frase se le parece tanto que hace sonreír. Cuando un escritor piensa en protegerse, se pone en peligro: tarde o temprano se caricaturiza y empieza a fabricar croquetas.

¿Cuál es la principal diferencia entre escribir hoy y escribir en la época de Salinger o Hemingway? (Se repantiga en el sofá, se pone la mano en la barbilla, después en la frente, y hace cómo que piensa cada vez más despeinado)

... La verdad es que les tengo mucha envidia. En su época los libros tenían menos competencia.

Barcelona / 25-02-15 / El escritor francés Fréderic Beigbeder fotografiat duant una entrevista al Hotel Gallery / Fotos: Sergi Alcàzar

En cambio usted tiene que competir con Twitter y Netflix. Exacto. Aunque Salinger y Hemningway ya adivinaron que los tiempos de Tolstoi habían pasado, y por eso escribían historias cortas con frases ingeniosas, la literatura no había estado nunca tan amenazada como hoy. ¡La competencia es feroz!

Creí que me diría que la principal diferencia es la guerra. En este aspecto, Salinger me envidiaría. Hasta ahora he tenido la suerte de vivir en una época muy tranquila.

¿Y no puede ser que la guerra ayude a escribir mejor? Ni que sea porque simplifica. De joven, Salinger tenía complejo de inferioridad respecto de Hemingway y otros escritores precisamente porque habían vivido la Primera Guerra Mundial. Pero después de sobrevivir al desembarco de Normandía y de liberar un campo nazi, llegó a la conclusión de que la guerra estaba sobrevalorada.

Se intentó suicidar y se retiró del mundo. Sí. Para hacer este libro leí todos sus papeles y, en una novela inédita, Salinger medita sobre la necesidad de que su generación deje de hablar de la guerra. Dice que los escritores lo han idealizado. Una vez dejó al ejército norteamericano, no volvió a escribir jamás sobre temas bélicos.

Claro, llevó la violencia vivida al terreno del conflicto personal. Es magnífico como transforma el dolor en pureza, y en elogio de la inocencia. Si yo hubiera sobrevivido a Normandía y a la liberación de París no habría podido resistir la tentación de escribir alguna cosa.

Por eso me pregunto si la paz no ha ablandado a los escritores y ha convertido el yo en un negocio puramente capitalista. Entiendo lo que quieres decir, pero ahora mismo mi problema es que vivo en una ciudad en la cual la violencia cada vez está más cerca de mí. En vez de ir hacia la violencia, como hicieron Salinger o Hemingway, o incluso como hizo Truman Capote, en el libro a Sangre Fría, resulta que la violencia viene hacia mí, sin que yo la llame.

Barcelona / 25-02-15 / El escritor francés Fréderic Beigbeder fotografiat duant una entrevista al Hotel Gallery / Fotos: Sergi Alcàzar

Hemingway decía que la fama havia destruído a Scott Fitzgerald porque no había vivido una guerra. A Fitgzerald lo mató no poder repetir el éxito de sus primeras novelas, pero también los problemas mentales que tenía el amor de su vida, Zelda. Salinger es un escritor romántico en 1940, un escritor bipolar y suicida en 1945, y un escritor agorafóbico el resto de suya vida.

¿Así, para escribir realmente bien no hay que estar un poco muerto? Es verdad que Salinger estaba un poco muerto, cuando escribió El guardián entre el centeno. Pero no creo en las fórmulas, ni que el misterio de escribir dependa de la vida exterior. Yo he tenido épocas excesivas y ahora intento proteger una vida más ordenada y tranquila. Espero que eso no afecte a la calidad de lo que escribo, ni me impida descubrir nuevas fronteras.

Así, ahora que quiere tranquilidad resulta que la violencia viene hacia usted. Eso parece. Occidente ha atravesado el periodo de paz más largo de su historia y quizás está a punto de acabarse. La juventud está faltada de elecciones trágicas. En Francia el silencio de los abuelos respecto de la guerra nos ha convertido en una sociedad de adolescentes mimados. Todo está a punto para que haya un descalabro que enjugue las deudas, impulse la economía y haga sitio a los supervivientes.

Francia está mal. A veces pienso que, en el fondo, este libro lo he escrito para hablar de la desaparición de Francia en 1940. El silencio del país respecto de este periodo todavía pesa mucho. Mientras me documentaba sobre Salinger quedé parado de las pocas cosas que sabía sobre la Segunda Guerra Mundial.

¿Por ejemplo? Los americanos presionaron a De Gaulle para que no dejara entrar a sus soldados negros en París, y De Gaulle lo aceptó. De Gaulle, el héroe de la Resistencia y de la independencia de Argelia.

Y estos eran los buenos. Por eso mismo. Nos decían que la historia solo formaba parte del pasado y en realidad la vivíamos cada día sin darnos cuenta de ello.

Quizás por eso mis alumnos no saben quién es Proust. ¿Y saben quién es Cervantes? (me lo dice un poco picado, y como le respondo que no saben que quizás era catalán y sonríe pero no me sigue el juego, continuo)

Identifican a Cervantes, Dickens, Orwell o Goethe. En cambio Balzac, Stendhal o Maupassant podrían ser marcas de foie-gras, para ellos. Hay una ausencia de memoria preocupante. Internet mata la curiosidad porque nos da la ilusión de un acceso inmediato a la historia y a la cultura. Llevamos una biblioteca al móvil y la gente cree que como puede encontrarse con los grandes autores cuando quiera no hace falta que se preocupe. Esta es la actitud: ¿por qué te tienes que poner a leer hoy Proust, Balzac o Dumas si lo puedes hacer mañana?

Barcelona / 25-02-15 / El escritor francés Fréderic Beigbeder fotografiat duant una entrevista al Hotel Gallery / Fotos: Sergi Alcàzar

Cuando mira hacia el futuro, ¿qué ve con más esperanza, Francia o su literatura? Pues no lo sé. Como te he dicho, nuestros abuelos callaron para no traumatizarnos con las historias de la guerra, y ahora los jóvenes son materia inflamable porque se han quedado sin utopías y querrían estar traumatizados por alguna cosa más que no fuera una escena fuerte del Youtube.