Yasemin Taskin es una periodista turca. Aunque vive en Roma desde los años 90, Taskin ha sufrido en su propia piel el deterioro de las libertades en su país. Hasta dos veces, en el ejercicio de corresponsal, la han despedido como venganza por las entrevistas de su marido, el periodista italiano de La Repubblica Marco Ansaldo, a opositores del gobierno. Fundadora de la corresponsalía en Roma para la agencia de noticias estatal Anadolu, fue fulminada de esta el año 1998 por la entrevista de Ansaldo a Abdullah Ocalan, líder kurdo refugiado en Roma. Posteriormente, en 2014, cuando ya no se lo esperaba, del diario Sabah, por la de Fetullah Gülen, el imán exiliado en los EE.UU. a quien Recep Tayipp Erdogan considera el ideólogo del fallido golpe de estado de la semana pasada.

Nos llamamos por Skype. Habla con la misma seguridad de el primer día que la conocí en la ciudad eterna, en el Centrostudi di Comunicazione Giornalistica. La vida la ha llevado a conocer también lo que los periodistas decimos que es la parte oscura de la comunicación (la empresarial). Escribe tan bien como habla. Por eso ganó el premio literario Donna Città di Roma y repitió como vicepresidenta de la Asociación de la Prensa extranjera.

¿Por qué ha estallado ahora la situación en Turquía?

Todo nace, digamos, de este intento de golpe de estado. Ha desencadenado un conflicto que ya preexistía, la gran lucha entre Erdogan y su exaliado Fethullah Gülen. Gülen es el responsable de una gran comunidad islámica presente en más de 150 países, que tiene el apoyo de los EE.UU. Ambos chocaron ahora hace unos años por varios motivos. En primer lugar, con respecto a política exterior, después de la intervención violenta de Israel contra una embarcación de una ONG de ayuda humanitaria a Gaza, que dejó 9 muertos. Erdogan y Gülen tenían posiciones discrepantes, sobre la relación que debían tener con Israel a partir de entonces.

¿Pero no influyó más en el deterioro de las relaciones la denuncia de Gülen sobre una eventual trama de corrupción en el ejecutivo?

Sí, pero no sólo. Es cierto que después de que Gülen denunciara toda una serie de corruptelas de Erdogan y sus ministros empezó la verdadera guerra, pero antes ya había fricciones. Eso sí, fue en aquel momento que el presidente empezó a atacar las fuentes de financiación del imán, le cerró escuelas, así como acciones contra sus fundaciones. El contraste aumentó entonces, hasta el punto de cerrarle periódicos e intervenir su banca. Con todo, también cabe decir que en los últimos 20 años, Gülen ha hecho entrar a sus hombres, desde pequeños, en el ejército, en la magistratura, escuelas de ciencias políticas y derecho. En todas partes. Eso ha propiciado que, por ejemplo, el 50% de los militares pertenezcan, como mentalidad, a su filosofía. Como eso, Erdogan, lo sabe, ha decidido hacer una gran limpieza.

¿Pero hay diferencias entre ellos sobre la laicidad del Estado?

No. El pasado de Gülen no es limpio en este aspecto. Él es un imán. En Turquía, antes de marcharse a los EE.UU., fue acusado de atentar contra la laicidad del Estado. Hay un montón de declaraciones suyas y predicas en varias mezquitas que se conservan. En cualquier caso, pienso que ha sido instrumentalizado por los americanos. Queda sin responder todavía la pregunta de cómo ha encontrado este hombre el dinero para abrir sus escuelas Harmony en más de 140 países.

¿Qué promueve exactamente en estas escuelas?

Bien, más allá de que se asegure que son escuelas óptimas, se promueve un islam moderado, el diálogo interreligioso. El objetivo ha sido crear una comunidad por todas partes, incluso con cristianos y ortodoxos, libre de drogas, donde los profesores se ocupan de los estudiantes uno a uno...

El ejército siempre ha sido más occidentalizado que la población. O al menos es la sensación que da. ¿Pero imponer un estilo de vida, hasta qué punto es legítimo?

Bien, es cierto que no es justo imponer a nadie un estilo de vida, pero se tiene que considerar también que cuando Ataturk hizo estas reformas la población había heredado un imperio que estaba prácticamente acabado. Era una situación desastrosa en la que había que fundar un nuevo país. Él apostó por un país moderno, occidentalizado, y se tiene que decir que una parte de Turquía lo ha asimilado. Es el 50% de población que no vota a Erdogan. Después hay un 30-40% que está más islamizada, también porque en estos últimos 30 años ha habido una fuerte islamización. Han conseguido instruir las nuevas generaciones en este sentido. Es por eso que hoy se puede afirmar que Turquía no es un país unificado. Aun así, los laicos no pueden imponer nada, pero tampoco los islámicos. Hace falta un nuevo contrato social.

¿Sin la intervención por Facetime, Erdogan conservaría todavía la silla de presidente?

Fue decisivo, porque consiguió que la gente tomara las calles, haciendo entender a los golpistas que no tenían el apoyo de la masa. Demostró ser un líder fuerte, que tenía controlada la situación. Pero no fue sólo eso. Hay que decir que el golpe de estado no estaba bien preparado y que también ayudaron a calmar la población otros ministros del gobierno, desde televisiones privadas.

Despidos y reintroducción de la pena de muerte. Son algunas de las medidas que Erdogan pretende o está llevando adelante. ¿Puede hacer alguna cosa el Parlamento para bloquearlo?

No. Él tiene mayoría en el Parlamento y el apoyo del partido nacionalista (MHP) con respecto a la pena de muerte. Creo que no tendrá dificultades para aprobarla, y todo apunta que será pronto.

¿Qué tienen que hacer los países europeos? Alemania ya ha dicho que rechazará la entrada del país en la Unión Europea como respuesta.

La Alemania de Angela Merkel ha hecho mucho daño. Ha votado siempre contra de la entrada de Turquía en la Unión, mientras que países como España e Italia siempre han dado apoyo. Incluso en los momentos en que el país estaba haciendo las reformas. Hubo momentos que sentíamos como si estuviéramos a punto de entrar, pero finalmente siempre se bloqueaba. Si hubiéramos entrado, quizás hoy no nos habríamos encontrado de esta manera, con un golpe de estado.

Los países europeos y los EE.UU. estuvieron en silencio hasta que no supieron que el golpe fracasaba.

Esperaban el éxito del golpe. Erdogan tendrá en cuenta este comportamiento en las relaciones futuras...

¿En la situación actual, es posible una alternativa política mayoritaria, y no militar, para devolver a Turquía al camino del laicismo?

Es difícil. No creo que sea posible en este momento. Los laicos se sienten derrotados, no tienen un partido o un movimiento donde estén presentes. El HKP, de centro-izquierda, fundado por Ataturk, ha perdido la credibilidad con respecto a las demandas de laicismo. No está en disposición de defender la posición de los laicos. No tienen ni la fuerza ni el liderazgo. Los laicos se han abandonado a sí mismos.

Turquía ha sido un modelo para los países musulmanes. Ahora parece estar en grave riesgo. ¿Hasta qué punto la situación es dramática?

Turquía ha sido siempre un Estado laico de mayoría musulmana. Se había convertido en el gran modelo de un país islámico moderado, democrático, pero en vez de dedicarse a democratizar otros países se ha islamizado. No se ha sabido conservar. 

¿Qué rol pueden tener los kurdos? ¿Dónde están?

Ahora mismo no se mueven. Hay un gran silencio. Están observando qué pasa. De hecho, en el Parlamento, el partido de los kurdos ha firmado el documento contra el golpe de estado. Gülen y sus hombres se han convertido en el principal peligro, por delante de ellos, y esperarán a cómo evoluciona este desencuentro.

 

Contexto

El viernes 15 de julio de 2016, un grupo de militares decidió dar un golpe de estado en Turquía, mientras el presidente, Recep Tayyip Erdogan, estaba de vacaciones. No era el primero que vivía el país. En las últimas décadas ha habido 4 más, el de 1960, 1971, 1980 y 1997. Curiosamente los militares se han erigido siempre como los defensores de la democracia y las libertades, actuando cuando han considerado conveniente para evitar la secularización del país. Pero esta vez, a diferencia del resto, la población salió a las calles y las plazas para detenerlo.

El freno de la iniciativa militar ha servido a Erdogan para proseguir con su política de reducción de libertades y purga de la disidencia, un proceso rápido y detallado que hace pensar que tenía hecha la lista negra desde hacía tiempo. Hasta ahora, se ha sacado la licencia de enseñanza privada a 21.000 profesores, se ha despedido a 15.200 del sistema público, y alrededor de' 11.000 personas han sido arrestadas por implicación con el golpe de estado (y en donde se encuentran militares, en su gran mayoría, y policías).

¿Pero hay algún autor ideológico detrás de todo esto? Erdogan ha señalado a Fethullah Gülen, un imán multimillonario exiliado en los EE.UU. – que lo ha negado-, aliado suyo hasta hace tres años. Acusa a Gülen de crear un estado paralelo a Turquía a través de infiltrar hombres suyos en todos los sitios de poder del país. ¿Cómo? A partir de la creación de una red de asociaciones profesionales y estudiantiles, organizaciones caritativas, empresas, escuelas, universidades y medios audiovisuales.