El principal encanto de Íñigo de la Serna es que tanto parece que pueda ejercer de ministro de Fomento como de ministro de Gintònics. Su elegancia decimonònica, de gentleman de provincias con un barniz de pintura de Modigliani, es tan apta para amenizar un cóctel de maduritas ricas, como una inauguración clásica de aquellas en que el ministro de turno corta solemnemente una cinta de la bandera española.

Ingeniero de Puentes y Caminos, que es un título que no se saca cualquiera, de la Serna es la imagen más culta y bella de la España regional y geriátrica que Rajoy necesita consolidar para asegurar la hegemonía del PP y de las dos Castillas. Fue alcalde de Santander durante 9 años, ciudad que es una oda a la elegancia de la derecha española y también un puerto importante para Madrid.

Como alcalde tuvo pocos quebraderos de cabeza. La herencia más visible de su década santanderina son las escaleras mecánicas que puso en las calles empinadas de la ciudad para responder al creciente envejecimiento de la población. Las chicas y las madres hablaban de él en los cafés y en las chocolaterías. De la Serna es el típico guaperas al que las mujeres perdonan todo excepto quizás la infidelidad, gracias a su sonrisa afable y sus ojos bonitos.

Segun dicen, Rajoy le valora la gestión al frente de la Federación de Municipios y Provincias en una época en la cual los alcaldes notaron los efectos más directos y más crudos de la crisis. En el 2015 fue nombrado presidente del Consejo de Municipios y Regiones de Europa, cargo que no ocupaba ningún dirigente español desde Pasqual Maragall. También se apuntó al discurso de las Smart Cities y presidió la Red Española de Ciudades Inteligentes.

Amante del baloncesto y del running, de la Serna tiene, ante el poder, una actitud aparentemente desinteresada y discreta que debe gustar a Rajoy y que hace que la política ministerial parezca una de las muchas actividades que hace en la vida. El ministro tiene una vena competitiva, pero su ambición siempre queda comedida por el sentido práctico y la cordialidad natural de los seductores que han nacido con la flor en el culo.

Antes de dedicarse a la política, de la Serna trabajó unos años en AppiaXXI, que es uno de los proveedores del ministerio de Fomento. En el 2003 entró de concejal en el ayuntamiento de Santander y en el 2007 ya era el alcalde de capital de provincia más joven de España.

Después de dos legislaturas gobernando Santander, el cargo de ministro le llegó en un momento inmejorable, cuando acababa de perder la mayoría absoluta. Sin desmerecer sus virtudes, que siempre son templadas por su falta de defectos, la misión de la Serna parece que es poner un poco de categoría a la pobreza moral y material del gobierno de España.

En un panorama que ha convertido la erótica del poder en una cuestión de carne más que de cultura y de cerebro, de la Serna es la sonrisa masculina del PP que endulza un ministerio poderoso en horas bajas. Aunque técnicamente está muy preparado, el talante personalista y seductor que resultaba carismático en Santander lo puede perjudicar a la hora de gestionar las complejidades de la política estatal.

Poco capaz de trabajar en equipo, dicen que tiende a creer que basta con tener la propuesta más inteligente para hacer que los proyectos salgan adelante. Eso ayudaría a entender el pitote que ha organizado con los estibadores de los puertos. O también que haya hecho suyo tan deprisa el proyecto de Anna Pastor de llevar el Ave a Santander sin pensar si daba una imagen de favoritismo caciquil delante de Catalunya, que es donde el gobierno se juega el prestigio.

Clásico a la hora de vestir, su melenita y su cuerpo bien perfilado son una metáfora representativa de este PP que quiere hacerse pasar por moderno y joven mientras se aferra a las estampitas malencólicas de la España nacional. Su simpatía como mucho servirá para ganar tiempo a la hora de resolver el problema del corredor mediterráneo, que no es otro que el de la articulación ferroviaria y económica de los Países Catalanes.

Mientras el estado se apropia de los fondos europeos destinados al famoso corredor para pagar un túnel madrileño, de la Serna sueña con un imperio hispánico que la propaganda madrileña ha convertido en una fuente de inspiración caricaturesca. Ahora que los trenes se han convertido en la principal reivindicación de los empresarios contrarios a la independencia, de la Serna se encontrará atrapado en una guerra entre Madrid y Barcelona que no tiene salida estética que no sea un Referéndum.

Dicen que es uno de los posibles sucesores de Rajoy, pero Feijóo quizás es más maniobrero y ha demostrado que es un maestro aprovechando las subvenciones europeas a la vaca gallega. Aunque tiene una clase muy santanderina, de la Serna nació en Bilbao en 1971. Tiene dos hijos y se divorció poco después de acceder a la alcaldía en el 2007. Igual que Feijóo ha sido uno de los solteros de oro del PP, pero también parece que está a punto de formalizar un estilo de vida más convencional ante la carrera por el poder que se avecina.