David Garrido tiraba las cartas y leía las manos a sus compañeros de clase a la hora del patio. Cuando le preguntaban qué quería ser de mayor, para no asustar a la gente, respondía que quería ser sabio, “aunque quería decir bruja”. A los cinco años leyó un libro que se llamaba Magia Roja y que hablaba de hechizos hechos con gusanos y ojos de gato. 

Otro libro que leyó fue El Retorno de las Brujas, que enseñaba prácticas más civilizadas: “Había rituales con flores, cristales, oraciones para dar las gracias a los Dioses y hechizos de claridad. Había uno muy bonito con apio, lavanda, salvia y una vela blanca”.

Entre los 10 y los 12 años, Garrido aprendió a tirar el tarot con un par de libros. Sin dejar de sacar buenas notas en la escuela, primero estudió los arcanos menores y después los arcanos mayores. A la hora del patio una cola de niños le preguntaba por el futuro. Algunos profesores también participaban en sus consultas improvisadas. Sabía intimidades de todo el mundo, pero los mismos compañeros que le pedían que les tirara las cartas o que les leyera la mano después le hacían bullying. Cuando habla de ello se le oscurece la rostro y se nota que hace esfuerzos para mantener los recuerdos a raya, como si tuviera miedo de que por el solo hecho de pensar en aquella época pudiera volver a convocarla. 

Garrido es un hombre afable, de un entusiasmo jovial pero contenido -porque en todo momento trata de dar una apariencia de serenidad feliz. Fue juez con sólo 25 años. El derecho no le gustaba especialmente, pero quería conseguir alguna cosa extraordinaria que lo ayudara a ponerse como ejemplo de que todo el mundo puede lograr sus deseos por más insólitos que sean. 

“Desde pequeño –me dice- siempre he tenido la idea de que, para poder ayudar a la gente a ser feliz, primero tienes que demostrarte a ti mismo que puedes conseguir alguna cosa extraordinaria. Estudiar oposiciones fue muy duro porque me obligó a dejar de lado el mundo mágico, y cuando alguien tiene un don y no puede ejercerlo se vuelve infeliz.

De repente, Garrido pone cara de angelito de confesionario y añade: 

- Yo de pequeño podía ver espíritus y hadas, cuanto antes te lo diga mucho mejor

- ¿Dónde los veías? -le pregunto.

- En el jardín de la casa de verano, en Corbera. Los duendes son miedosos y no aparecen en entornos urbanizados. También veo muertos, pero no a voluntad, solamente se me aparecen de vez en cuanto, por eso no lo incluyo en mis servicios.

Garrido tiene una consulta en L'Hospitalet del Llobregat de asistencia espiritual y psicológica, aunque hace muchas sesiones por skype con pacientes de Sudamérica y partes del mundo anglosajón. Se presenta como un "dream mentor o profesional integral de la mente”. Está estudiando psicología, pero dice que los psicólogos no tienen en cuenta la parte esotérica de la vida, y que el coaching tiende a decirte demasiado qué debes hacer a partir de unas fórmulas cerradas. “Lo que yo intento es ligar los aspectos más receptivos e intuitivos del cerebro con los más activos e intelectuales.”

Su web, ofrece una variedad de servicios muy pintoresca. Enseña a adolescentes a estudiar, ayuda a aspirantes a mossos d'esquadra a pasar oposiciones, asesora empresas a mejorar la cohesión de grupo. También atiende a escritores que quieren ampliar su público y a deportistas que quieren mejorar su resistencia psicológica. Trata a una niña que fue al entierro de su tío y vio sombras en el cementerio. Le enseña a tener una relación sana con sus visiones y a distinguir lo que es “físico o real de lo que viene de vibraciones más puras”. 

También ha tirado las cartas a una cliente que quería saber si volvería a ver su gato.

- A menudo en las cartas veo cosas que van contra toda la lógica y al final se cumplen. El gato de aquella señora hacía dos meses que había desaparecido. No había ninguna razón para pensar que volvería a casa. Pero las cartas decían que volvería y volvió. 

Su servicio estrella consiste en enseñar la llamada ley de la atracción, una teoría que hizo famosa la película The Secret y que dice que cada uno atrae a su vida aquello que piensa o desea. En su web, Garrido lo resume diciendo que su trabajo consiste en ayudar a la gente a hacer que el universo conspire a favor suyo. La última vez que alguien utilizó la metáfora del universo que conspira para convencerme de hacer una cosa tuve una pequeña decepción. Yo soy más de Schopenhauer, que creía que el deseo sólo provoca padecimiento.

- La ley de la atracción no depende de que tú creas o no. Es como la ley de la gravedad, funciona al margen de ti. Lo que se cumplió es la expectativa que tú tenías de lo que te proponía esa persona. El problema es que tu sentimiento y tu acción no estaban en armonía.

- Quieres decir que si alguien muere en la carretera atropellado por un tráiler es culpa suya.

- En cierta manera quiere decir que lo ha atraído, sí. ¿Verdad que la ley de la gravedad no distingue entre si te cae por la ventana un peluche o un bebé? Pues eso es lo mismo. Yo no digo que la ley de la atracción sea justa, digo que es una ley que funciona siempre. 

Garrido descubrió este principio en una estancia que hizo en Boston para escapar de los niños que le hacían bullying en la escuela. “Pensé que marcharse sería una buena manera de saber si era cosa mía o de mis compañeros y sólo subir al avión el grupo de chicos en el cual iba me empezaron a molestar aunque no me conocían de nada. Me harté de llorar. El hombre de la casa donde me acogían me vio tan destrozado que me enseñó el primer principio de la ley de la atracción: dos cosas iguales tienden a juntarse".    

A partir de aquí, Garrido empezó a trabajar para atraer actitudes más amables intentando dirigir el pensamiento hacia sus deseos, y no hacia sus miedos. Una de las técnicas que utilizaba era la visualización, que también utilizan deportistas como Pau Gasol o Rafael Nadal para competir en condiciones. “Cuando estudiaba las oposiciones me veía siendo juez, llegando al despacho, dejando los expedientes sobre una silla. Al final, gracias a una orquestación de circunstancias que ahora serían largas de explicar, empecé a trabajar de juez sustituto el día del padre de 2006”.

El mismo 2006 salió la película The Secret, que fue la que popularizó la ley de la atracción. Garrido encontró que coincidía tanto con sus intuiciones que corrió a investigar las fuentes de la teoría. Aunque está autorizado a enseñar las técnicas del libro por su autora, Rhonda Byrne, encuentra que la metodología es demasiado rígida, demasiado protestante –le digo yo. “Exacto, está demasiado centrada en la acción de pedir. Yo soy más partidario de permitir que las cosas entren en nuestra vida. El solo hecho de pedir se puede convertir en una manera de exigir y eso introduce una energía negativa que no deja fluir el universo”.

- ¿Pero realmente crees que es posible hacerse rico sin trabajar, sólo porque lo deseas?

- Hombre, yo he conseguido atraer pequeños premios de lotería y billetes de 500 euros, pero para hacerse multimillonario la vibración debería ser muy alta. Tendrías que ser un iluminado.

Con eso me puedo sentir identificado. En cuestiones de amor y de política a veces yo también aspiro a emitir vibraciones altísimas. Garrido tiene publicado un CD's de meditaciones en catalán con un dragón y un Sant Jordi con barretina en la portada que me gusta. “La idea es que matas el miedo, que es el dragón, con el amor incondicional que es la rosa”. 

- ¿Por qué todavía no somos independientes, según la ley de la atracción? ¿Cómo es que tantas manifestaciones no han atraído la independencia?

- Porque los líderes se centran más en los problemas que en las soluciones y cuando te centras en los problemas atraes más problemas.

- Es decir porque los líderes tienen miedo.

- Los políticos no aplican bien la ley de la atracción porque se mantienen en una situación de resistencia. Su sentimiento no encaja con el de la independencia. Están más centrados en lo que no quieren que en lo que quieren.

- Como tú cuando te hacían bullying.

- Más o menos. Pregúntate que solventaron los indignados.

- Nada.

- La nariz de los políticos está tan puesta en el presente que no dejan espacio a fin de que las cosas puedan estar en el futuro. Hay que buscar la vibración de la solución aunque no te puedas imaginar cómo pueda ser. El pueblo siente más correctamente que los políticos, pero los políticos lideran y cortocircuitan el sentimiento. Si el ciudadano no diera tanta importancia al poder político iríamos mucho mejor. Una cosa deseada puede tardar en llegar, pero los desenlaces tienen que ser rápidos y estamos bloqueados.