Ana Pastor es la versión pepera y femenina de Patxi López. Nacida en 1957, en una familia de campesinos de un pueblecito de Zamora, la nueva presidenta del Congreso también debe su ascenso social a la administración y a la política. Igual que su antecesor, Pastor es un producto devoto y agradecido de la piscifactoría constitucional. Tanto es así, que los dos parecen salidos de una institución religiosa.

Sí López tiene cara de niño gamberrito pero alelado, y en persona es tan simpático como inepto, a Pastor el físico no le hace justicia. El aire borbónico y mongil de mujer meticulosa, reprimida y poco fértil, y aquella nariz de talla románica, aquellas cuencas de los ojos cadavéricas, las cejas inquisitivas y los labios delgados y secos –el inferior siempre a punto de caer, como el de Mariana de Neoburgo- disimulan que es una mujer afable, socialmente habilidosa.

En una época oscura, habría podido acabar como la tía de Serrat, comprando calcetines a los sobrinos y perdiendo la vida en el despacho de un abogado mediocre. La maestra de la escuela donde estudió recuerda que hizo codos para asegurarse una salida del pueblo. Pastor no tenía afición a los trabajos manuales, ni a los campos donde su padre se ganaba el pan, cerca de la frontera con Portugal. En las fotos se ve bien la tía amargada que habría podido ser. Sólo las personas muy voluntariosas e inflexibles son capaces de sonreír sin perder la expresión de asco o de desprecio.

De pequeña, la exministra de Fomento quería ser matemática. Al final, quizás porque era más práctico, estudió Medicina en Salamanca. Estricta y voluntariosa, sacó la mejor calificación del Mir de su promoción, y dicen que cuando le ponían un notable lloraba de rabia. Sin embargo, la medicina no devia ser vocacional. Se pasó a la política en cuanto pudo y en 1999 era nombrada subsecretaria del Ministerio de Educación, cultura y deporte, que entonces dirigia Rajoy.

Si López conectó con la política a través del antifranquismo del padre, la ascendencia de Pastor en la corte constitucionalista viene de las relaciones personales. Pastor está casada con un capitán de la marina mercante que es amigo de Rajoy. Los dos hacen largas caminatas por la Ría de Arosa y Pastor forma parte del núcleo duro del presidente desde los años de la travesía por el desierto. Dicen que es una de sus personas de máxima confianza y, francamente, no cuesta imaginarse a Pastor haciéndo el papel de confesora del hombre que dirige España.

A pesar de su edad, la presidenta del Congreso tiene una imagen presentable porque ha hecho carrera lejos de las televisiones y de los escándalos. Si López tuvo su momento de humanidad cuando se opuso a hacer un frente con el PP contra Ibarretxe, el de Pastor fue cuando Mas y Rajoy no se hablaban. Justo cuando España y Catalunya estaban más de culo, Pastor se puso en plan tia liberal y comprensiva y se hizo amiga de Santi Vila, que siempre ha hablado muy bien de ella.

Gracias a Pastor, en los meses anteriores al 9N, Rajoy mantuvo un canal abierto con la Generalitat y con los empresarios de Pedralbes. Ahora parece que el presidente español la ha vuelto a colocar pensando en la gestión del polvorín catalán.  Pastor empezó a cultivar su relación con Cataluña cuando fue ministra de sanidad en la segunda legislatura de Aznar. Los contactos que hizo en los laboratorios catalanes y la pressión que Zapatero puso a la industria farmacéutica, le abrieron puertas que ya no se cerraron.

La presidenta del Congreso defiende el corredor ferroviario central, pero habla gallego –la lengua materna de su marido. Igual que Sáenz de Santamaria, que también tiene un aire arisco, pasa por ser una de las caras más cordiales y más empáticas del PP delante del resto de partidos. Los diputados catalanes remarcan que, a diferencia de Patxi López, conoce bien el reglamento. De Pastor algunos incluso esperan que "proteja el independentismo" del ambiente hostil de la cámara española.

Pastor es ideal para mantener una apariencia de neutralidad. Es estricta, disciplinada y de una educación extrema. Servir a un líder o a un reglamento le permite ejercer el poder con la conciencia tranquila, sin que la pulcritud externa y las paranoias morales le hagan una jugarreta, aunque no deja de ser una olla a presión y a veces puede tener alguna reacción colérica por un detalle absurdo. Su nombramiento es más estético de lo que parece en un momento en el cual l'autoridad en la política a menudo se expresa a través de las mujeres.

En una España que se repliega para defenderse de los partidos de resentidos que se han alimentado del pleito catalán, el nombramiento de Pastor es una declaración de intenciones. Rajoy quiere distensión con Catalunya. Se trata de volver a la "conllevancia" y al eje izquierda-derecha. Una mujer con aire de abadesa castellana que se lleva bien con los independentistas es ideal para que los progres recuperen la superioridad moral y puedan decir que los nacionalistas pactan entre ellos.

Pastor es el enèsimo intento de perpetuar un modelo de democracia basado en el hermetismo y la obediencia. Su trayectoria dice que sabe mantener un clima de buen rollo sin que nada cambie, pero que a la larga se le ve el plumero. Por Madrid corre un Informe demoledor sobre su gestión al frente de Fomento. Las víctimas de Angrois tampoco están contentas. A primeros de julio la comisión Europea hizo público un Informe que pone evidencia que Pastor mintió sobre el accidente ferroviario más mortífero de los últimos 70 años en España.

Las víctimas tenían cita para encontrarse con Pastor hace unos días. Querían que les diera explicaciones en persona sobre las manipulaciones denunciadas por Bruselas. Nombrada presidenta del congreso un día antes del dia acordado, la exministra de Fomento plantó a la comitiva aduciendo que el asunto ya no era competencia suya. Es probable que después fuera a confesarse. No sabría decir si a un cura o a Rajoy.