¿Tiene algo de malo atender a las recomendaciones de un influencer? A priori, no: no se corre más riesgo que acabar, por ejemplo, comprando algo que, una vez adquirido, acaba resultando distinto a lo que parecía, luciendo una prenda que te queda como a un Cristo dos pistolas o, también cocinando algo aparentemente delicioso que acaba convirtiendo un domingo cualquiera en una pesadilla para ti y tu familia. Hasta aquí, bien pero ¿qué sucede cuando el influencer aconseja sobre cuestiones más serias como las finanzas? Ahí llegados, atender a los consejos de alguien que, como todo influencer medio, carece de conocimientos sólidos sobre aquello acerca de lo que aconseja y recomienda productos sólo porque quien los fabrica le paga puede tener consecuencias gravísimas. Estos pájaros (de cuenta) tienen hasta nombre: finfluencers. Y en un mundo en el que hasta nos convencieron de que comprar sellos y especular con ellos era la manera más fácil de hacerse rico, es sencillo que encuentren víctimas para sus fechorías.

Regulación europea
Vista la proliferación de anuncios –algunos incluso fraudulentos como, por ejemplo, los que vinculan a personajes populares con criptomonedas o sistemas piramidales- la Comisión Europea quiere obligar por Ley a que cualquier persona que informe sobre productos financieros detalle al hacerlo del nivel de riesgo que la contratación de lo que anuncia comporta. Es, justo, lo que hacen las entidades financieras con cualquiera de sus productos. El marketing financiero, señala la Comisión Europea, no puede ser como “el de ropa o el de calzado”. La Comisión Nacional del Mercado de Valores también ha tomado cartas en el asunto, igual que el European Consumers Center.

Régimen sancionador
Ante situaciones en las que se facilite información que se considere engañosa, la Comisión Europea plantea, directamente, la posibilidad de multas o, incluso, la retirada de licencias operativas en caso de infracciones recurrentes. Cualquier empresa financiera que contrate a un influencer deberá, por tanto, verificar los contenidos que difunden sus empleados o colaboradores. Cuidado, por tanto ya que, si algo parece demasiado bonito como para ser cierto, es porque no es ni una cosa ni otra.