Cumplen, en este 2022, medio siglo y aunque su nombre (Jaelca) no es conocido por el gran público, el producto con el que trabajan (el Jamón de Teruel) lo es cada vez más y, tanto es así, que se ha convertido en una de las evidencias de cómo un producto tradicional, si se le aplica la tecnología adecuada, puede convertirse en herramienta de desarrollo.

jamon teruel
Jamón de Teruel

Desde 1972

Y es que Jaelca es un ejemplo de crecimiento en una provincia que ha visto como cerraban sus minas y sus térmicas y que fue el primero de los territorios interiores y olvidados de España en levantarse y recordar que, quienes viven allí, son tan ciudadanos españoles como los vecinos de cualquier gran capital y merecen los mismos servicios. El futuro de Teruel, y el de todos los territorios interiores depende, seguramente, de identificar productos excelentes y tradicionales y aplicarles tecnología para hacerlos mejores y producir más cantidad. En 1972, justo eso fue lo que sucedió en El Castellar, la población donde nació Jaelca: una pequeña carnicería se convirtió en secadero y, diez años después, tuvo que mudarse a Teruel capital, a menos de 50 km. Fue, precisamente en esas nuevas instalaciones, donde se saló en 1984 en primer jamón de la Denominación de Origen Jamón de Teruel, que se creó en junio de 1981 a petición de la Diputación Provincial de Teruel. En 1985 fue aprobado por el Reglamento del Consejo Regulador, en el que quedaron inscritas todas las características y singularidades que debía tener este producto para obtener el marchamo de calidad.

A partir de ese momento, los secaderos turolesenses como Jaelca empezaron a trabajar de otra manera: si querían acogerse a la DO, las piezas debían pesar más de 7 kilos,  estar elaboradas en la provincia, curarse a más de 800 metros de altitud, durante al menos 60 semanas y proceder, exclusivamente, de cerdos de razas como la Landrace, la Large White o el cruce de ambas en la línea madre y de la raza Duroc en la línea padre.

El futuro de un territorio

Actualmente, en Jaelca se secan unos 100.000 jamones al año y sólo es uno más de los casi 35 secaderos de una provincia en los que más de una veintena de granjas crían cerdos aptos para ver como sus patas traseras se convierten en esa delicia que es el Jamón de Teruel. Cada pieza es única y es, también, el resultado de la industrialización de un saber de años que, convertido en técnica, es la gran esperanza de desarrollo de una tierra que merece más.