Se llaman Shahed-136, son iraníes, prestan servicio en el Ejército ruso y eran se suponía, la única esperanza de Putin y sus tropas para hacer frente a los todopoderosos lanzacohetes Himars. De entrada, parecía que no iban a servir pero, contra pronóstico, están funcionando.

Daños severos
Las primeras pruebas de la presencia de los drones Shahed-136 en el frente ucraniano llegaron hace unos días: restos de la cola de uno de estos aviones no tripulados de 200 kg y 2,4 metros de envergadura aparecían cerca de las últimas ubicaciones conocidas de las baterías Himars. Ahora, los mandos ucranianos confiesan que los rusos están utilizando un notable volumen de drones y que, lo que es peor, están provocando severos daños a sus tropas en la zona de Járkov, la zona en la que el ejército de Ucrania ha recuperado unos 8.500 kilómetros cuadrados en pocos días.
Los drones Shahed, eso sí, han sido repintados y rebautizados: ahora se llaman Geranium 2 y lucen los colores rusos. Su alcance es de 2.500 kilómetros y son perfectos para ataques tácticos cerca de las líneas del frente. El objetivo principal son las lanzaderas Himars, que por su movilidad y sencillez de manejo están resultando letales para los rusos. Ucrania dispone hoy de dieciséis de estas lanzaderas y han sido pieza clave para sus avances. De momento, no ha caído ninguna, pero los drones iraníes han destruido ya dos obuses autopropulsados de 152 mm, otros dos de 122 mmm y dos vehículos blindados de infantería.
¿Por qué iraníes?
El Shahed-136 es un dron de ala delta que se lanza desde la parte trasera de un camión. y suele operar en parejas. Puede volar a muy baja altura durante largo tiempo, lo que dificulta su detección, y, además, es muy preciso. De momento, no se sabe cuántos drones Shahed-136, pero sí se conoce el por qué de los ataques en parejas: mientras uno destruye el sistema de radar, otro ataca piezas de artillería. A diferencia de los drones de fabricación rusa que se utilizaron al principio de la guerra y fueron derribados por decenas, El Shahed-136 sí que se ha revelado como un arma temible. Aquellos primeros drones de reconocimiento rusos, denominados Orlan-10, eran poco más que aviones de radiocontrol con una cámara. Los iraníes, muy al contrario, son máquinas de matar: hasta los americanos admiten que, cuando uno de estos ingenios detecta un objetivo, es muy difícil que falle.