La basílica de la Sagrada Familia de Barcelona ha estrenado con la entrada del nuevo año diez arcos detectores de metales y diez escáneres con el fin de incrementar la vigilancia sobre los objetos que llevan los visitantes. Como si fuera un aeropuerto, los millares de visitantes diarios tienen que pasar los controles de seguridad y tienen que dejar fuera objetos cortantes, esprays y otros objetos que puedan ser utilizados como armas. Con estas medidas prácticamente ha concluido el plan estratégico de seguridad iniciado hace más de un año, y se añaden a las medidas de protección exterior promovidas por los Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana con las restricciones de circulación e instalación de obstáculos fijos en las calles de los alrededores.

Seis arcos y escáneres para los visitantes individuales y cuatro más para los de grupos, situados en las entradas de la calle Marina pueden absorber a unos 1.500 visitantes por hora y en caso de celebración religiosa multitudinaria podrían controlar hasta 4.000 visitantes en media hora, según Marc Martínez, director de Seguridad y Operaciones de la basílica. La instalación, que ha tardado un año, se empezó a probar a finales de diciembre y el 1 de enero entró plenamente en funcionamiento. Ha costado unos 2 millones de euros y ha supuesto la contratación de doce efectivos más de seguridad, que ya llegan a la cuarentena, para vigilar el templo las 24 horas del día los 365 días del año.

Cuando los visitantes llegan a la entrada se les indica en qué escáner y arco tienen que pasar, ya que están numerados. Allí tienen que dejar bolsas, gorras, abrigos y otros objetos como cinturones metálicos en las bandejas del escáner y las personas pasan por el arco detector de metales. Si el arco pita, un vigilante de seguridad les pasa un detector de metales manual. El procedimiento es muy similar al de los aeropuertos, a pesar de que sí que se pueden introducir líquidos.

Xavier Martínez, director general de la Fundación de la Sagrada Familia, explica que la seguridad de visitantes y trabajadores es un "signo de identidad" de la basílica, que se quiere parecerse al nivel de seguridad que hay para entrar en la plaza y la basílica de San Pedro del Vaticano, en Roma.