La portada del día este jueves no es esta, pero por poco. La de La Vanguardia es aparentemente inofensiva pero es realmente demoledora. Quizás queriendo hacer aparecer al gobierno español trabajando con energía y planes precisos para impedir el referéndum del 1-O, el diario titula su primera de papel así: "El gobierno prepara con el TC una suspensión exprés". Caramba. Tal vez le ha salido el tiro por la culata, pues parece presentar como normal que el poder ejecutivo compadree con el guardián de la Constitución y tribunal de último recurso sobre los derechos y libertades de los ciudadanos.

Si el diario juzga que este titular describe la realidad, quizás valía la pena cuestionarse alguna cosa más. Este trabajar juntos del gobierno español y el Tribunal Constitucional ¿qué nos dice de la calidad institucional de la democracia española? ¿Qué dice de la separación de poderes, uno de los pilares de cualquier régimen de libertades? Y, claro, ¿qué dice del mismo diario, que deja pasar la cosa sin más, con tanta alegría? Un asunto tan grueso no merece ni un comentario editorial, ni un mal semáforo. Ni siquiera lo desarrolla en páginas interiores.

Dios nos guarde de decirle a nadie qué debe pensar, qué debe comentar y cómo. No es eso, no. Pero sí se puede valorar la decisión del diario, que es tratar una noticia de esta anchura (la conjura entre poderes del Estado) considerándolo una rutina más de la vida pública: una victoria del Barça (de balonmano), la enésima dificultad parlamentaria, una presentación de resultados trimestral (otra) de un banco. Una cosa normal.

A ver, normal no lo es mucho. Al menos en las llamadas "democracias avanzadas". ¿Te imaginas al presidente de Francia, Emmanuel Macron, preparando mano a mano la reforma laboral con los magistrados del Consejo Constitucional? ¿O al presidente Trump maquinando con los jueces del Tribunal Supremo la sentencia sobre restricciones migratorias? Claro que no. Pues la portada en cuestión da la impresión de que se trata de una convención, una costumbre, un hábito, que algunos ministros, la vicepresidenta, y quizás el presidente de un gobierno, tramen juntos con los jueces del Constitucional y pacten tales y cuales decisiones. Quizás así les parece bien y tienen estómago para soportar la confusión de poderes. Quizás solo es un despiste sin ninguna mala voluntad.

Algunos comentaristas con competencia en la materia lo ven de otra manera, sin embargo, y tienden a extrañarse:

Otros han buscado explicaciones más domésticas y avanzan hipótesis benevolentes y comprensivas:

Queda, finalmente, una última hipótesis: La Vanguardia ha escrito el titular que quería publicar. Seguramente esta es la buena.