Entre la hilera de llamadas, visitas y reuniones de Miguel Bernad para hacerse con los más poderosos, está el encuentro con el Pequeño Nicolás en casa Lucio, un símbolo para los hombres poderosos de Madrid. Dentro de su estrategia para acercarse a los círculos de poder, Miguel Bernad y la abogada Virgínia López-Negrete chocaron con otro perseguidor de de Influencias, el pequeño Nicolás. 

Quedaron en el restaurante de los círculos influyentes por excelencia, y entre los platos y el vino, dejaron corre entre los diferentes temas de conversación el caso Nóos. El secretario general de Manos Límpias y y la abogada estaban todavía en la carrera para llevar a juicio la infanta Cristina de Borbó. Mucho antes de encontrar los indicios que implicaban a la hermana del Rey, ya habían intentado quedar con representantes de la casa real para abordar de alguna manera el caso en que únicamente afectaba a Iñaki Urdangarín. 

Aquel día en casa Lucio, Virgínia López-Negrete centró parte de la conversación en el caso Nóos y en el coste que le estaba representando poder llegar a juicio. El coste económico. En López-Negrete la definen como una cazadora de fondos económicos. De hecho, cuando llegó a Mano Límpias, el sindicato "no tenía ni un duro", explican fuentes próximas a la organización. En su afán de perseguir el poder, había también el de perseguir dinero y financiación para seguir adelante y para lucrarse personalmente. 

Con el pequeño Nicolás chocan con un personaje que tiene los mismos intereses que ellos. Quizás busca tener más notoriedad que el dinero, pero los intereses de acercarse al poder, en todo caso, sí que son compartidos. Manos Límpias es, para el pequeño Nicolás, un puente para llegar a otros iconos poderosos de las que él todavía no ha tenido acceso como es toda la cúpula judicial como el Fiscal General del Estado y varios jueces de la Audiencia Nacional. Un juego de intereses comunes que se rubricaron con un día entre los callos con más de 600 años de tradición y los huevos estrellados de Lucio.