Salía a correr cada día con su padre. También colgaba a diario fotografías en Instagram del ejercicio que había completado. Karina Vetrano tenía 30 años y era una aficionada a esta red social, hasta que su geolocalizador hizo que su asesino -que podría ser que hiciera tiempo que la siguiera y conociera sus movimientos habituales- no tuviera ningún problema para encontrarla el martes pasado, según explicó la policía.
Aquel día, su padre, a un bombero retirado, no la acompañó a hacer su recorrido habitual por el parque Spring Creek, en Queens (Nueva York) porque padecía una lesión en la espalda. Y es más, le pidió que ella tampoco fuera a hacer deporte, aunque le respondió que no podía saltarse ni un solo día su rutina deportiva y salió a correr de todos modos.
Pasadas dos horas, el padre, preocupado porque Karina no regresaba, decidió llamar a la policía y denunciar su desaparición. Mientras la buscaban conjuntamente, a menos de 500 metros de su casa encontraron su teléfono móvil. Y unos metros más allá, el cuerpo de Karina lleno de golpes, con los dientes rotos, y tenía claros signos de violación y estrangulamiento.
Aunque todavía no han detenido al asesino, la policía cree que se trata de un desconocido y está ofreciendo una recompensa de 10.000 dólares a quien dé información sobre el asesinato.