El día en que Colombia escribió felicidad tal como la pronuncian muchos de sus ciudadanos -“feliSidad”- pasará a la historia como el día en que la mayoría de sus habitantes acudieron a las urnas con la cara sonriente y la satisfacción de estar cumpliendo con algo más que un deber. Votaban aprobar o rechazar los Acuerdos de Paz pactados por el Gobierno de Juan Manuel Santos y el grupo guerrillero de las Farc. El triunfo del “si” se daba por seguro.

Cantantes, escritores, futbolistas, la ONU, la Comunidad Europea, el presidente Obama, el Papa, mandatarios de todo el cono sur, expresidentes, monarcas, todos se manifestaron a favor del “si”. El intento de reconciliación y de reconstrucción de un nuevo país a través de esos acuerdos sólo había tenido unos pocos opositores, entre ellos el expresidente Álvaro Uribe.

El pueblo de Gabo, inundado

El 2 de octubre amaneció en el norte de Colombia bajo la amenaza de los efectos del huracán Matthew. Vientos de 160 km/h, pero sobre todo una intensa lluvia había inundado el pueblo del personaje más importante que ha parido este país. En Aracataca, donde nació el premio Nobel Gabriel García Márquez, el escritor de Cien Años de Soledad, el alcalde notificaba hacia la tarde catalana, mañana colombiana, que los colegios electorales podían cerrarse por culpa de la lluvia.

Toda una casualidad que el pueblo del inventor del realismo mágico, del hombre que negoció la paz y que no quería morirse sin ver a la guerrilla entregando las armas, no participara en la votación más importante de este país.

El debate sobre el sí o el no ha sido intenso entre los colombianos. Han sido más de cincuenta años en guerra vivida por un país que en ocasiones ha parecido insensible a tanta degradación provocada por secuestros y muertos.

El desarrollo de la campaña en busca de la paz tuvo el pasado lunes 29 de septiembre, en Cartagena de Indias, su punto cumbre cuando Santos y el líder guerrillero Rodrigo Londoño, alias Timochenko, firmaron los acuerdos a los que llegaron tras cuatro años de negociaciones.

La declaración de Timochenko pidiendo perdón a las víctimas de un conflicto en el que no sólo el grupo guerrillero ha sido el principal culpable despejó muchas dudas y alentó a la sociedad colombiana a creer en que la paz es posible.

El exorcismo al que se ha sometido este país, golpeado por el narcotráfico, la corrupción política, la guerrilla y la delincuencia común, ha sido elogiado en el mundo entero, y las únicas voces discordantes se han producido dentro de la misma Colombia.

El Gobierno ha sido transparente durante la campaña. Los acuerdos han podido ser leídos por todos los ciudadanos en las redes sociales y han sido explicados por portavoces gubernamentales, así como también por los propios guerrilleros.

Una nueva era

El plebiscito, que fue seguido por 400 veedores de Observación Internacional, se cerraba a las cuatro de la tarde (hora colombiana, once de la noche en Catalunya). Con el sí, Colombia espera comenzar una nueva era, próspera en inversiones extranjeras, pero sobre todo una época ejemplar en la que dejaría de convertirse en uno de los países más violentos.

No será fácil la adaptación de los guerrilleros a la vida pública y a su conversión en grupo político, y todo dependerá de las garantías de seguridad que ofrezca el Gobierno. Son muchos los que han recordado la extinción en los años ochenta del grupo de la Unión Patriótica (UP) por fuerzas militares, paramilitares y narcotraficantes. Es la segunda oportunidad que se da Colombia para perdonar y reconciliarse consigo mismo.