Durante los últimos años se ha ido produciendo una verdadera revolución educativa en el mundo, lo que unido a las nuevas competencias que demandan las empresas para sus futuros empleados, han hecho cambiar los panoramas educativo y laboral del presente y el futuro.

Lo curioso es que, más allá de las habilidades enfocadas al mundo digital en el que ya estamos inmersos, existen tres claves que tienen un aspecto más psicológico y pedagógico que son vitales para el desarrollo de los estudiantes de las nuevas generaciones: la autoestima, la autonomía y la creatividad. Son la base que permiten a los niños desarrollar un pensamiento diferente y que les otorga la seguridad y la confianza para llevar adelante sus proyectos.


En estas tres competencias se asientan otras muchas como son el pensamiento crítico, la comunicación, la iniciativa, la persistencia, la curiosidad o la adaptabilidad. Todas ellas consideradas a día de hoy como imprescindibles para lograr el éxito profesional.

Y, ¿qué es lo que deben hacer los padres para que sus hijos puedan desarrollar estas tres claves en su formación? Pues de forma muy concisa, para estimular la creatividad hay que ofrecerle a los niños oportunidades para crear e innovar, mediante actividades culturales como la escritura, la pintura o la escultura, porque en el mundo en el que vivimos, las empresas demandan personas que puedan adaptarse, interactuar, innovar, comunicarse y trabajar con otros. Y entre todas ellas, destaca la creatividad, la capacidad de hacer algo diferente al resto.

En lo que respecta a la autoestima, hay que lograr que el niño sienta que sus acciones y sus opiniones son importantes y cuentan para las personas que tiene a su alrededor. Además, el trabajo que realice debe tener un reconocimiento justo. Al principio hay que guiarles, dejarles practicar y equivocarse. Porque poco irán ganando en confianza y se sentirán más capaces. Otras formas de desarrollar su autoestima son ofrecerles alternativas para que sientan que pueden tomar decisiones, ayudarles a gestionar su tiempo y su trabajo y  fomentando el orden en los espacios y ambientes en los que desarrollan sus actividades y en su habitación.


Y, por último, la autonomía. A medida que el niño crece y siempre y que no suponga un peligro, hay que dejarle solo a la hora de llevar a cabo las acciones más básicas: vestirse, peinarse, lavarse los dientes, recoger la mesa, su habitación… Hoy en día, ocurre todo lo contrario: la sobreprotección. Antes, los niños hacían un mayor número de actividades autónomas que las que hacen nuestros hijos a la misma edad. El grado de dependencia es tan grande que no les permite desarrollar su autonomía y no sienten la suficiente confianza en ellos para que las hagan por sí mismos.