En España, uno de los temas que forma parte de la agenda pública es la política antitabaco del Ministerio de Sanidad. ¿Por qué? Pues porque, entre otras medidas, pretende prohibir fumar en las terrazas de bares y restaurantes tanto tabaco convencional como cigarros electrónicos y dispositivos de tabaco calentado.

Más allá de la polvareda que ha levantado esta medida en el sector tabacalero y de la restauración, hay que hacerse la pregunta de si existen planes antitabaco alternativos al de la Moncloa, es decir, que no sean ni restrictivos ni prohibitivos y que, a la vez, sean efectivos. Pues la respuesta es sí: la estrategia de reducción de daños, un método que desde hace años aplican con éxito países como Suecia, Japón, Inglaterra o los Estados Unidos.

La estrategia de reducción de daños consiste en el fomento de alternativas menos perjudiciales al cigarrillo convencional como los vapers y los calentadores de tabaco para aquellas personas que no quieren o no pueden dejar de fumar

Con la reducción de daños se busca minimizar los efectos negativos del consumo de tabaco en aquellas personas que no pueden o no quieren dejar de fumar. Entonces, en lugar de centrarse únicamente en la prohibición o la abstinencia total, esta técnica propone alternativas sin humo al cigarrillo menos perjudiciales, como por ejemplo los vapers o los calentadores de tabaco.

¿Vapers y calentadores de tabaco, qué ventajas tienen?

1. Menos perjudiciales a la salud. Como no queman el tabaco, se eliminan muchas de las sustancias tóxicas que se generan con el humo del cigarrillo tradicional (como el alquitrán y el monóxido de carbono).

2. Menor impacto para los no fumadores. Las alternativas sin humo producen vapor o aerosoles con menos partículas tóxicas que el humo tradicional, lo cual también reduce el riesgo para los que están alrededor. Además, no dejan el típico olor persistente del tabaco quemado en la ropa, el aliento o los espacios cerrados.

3. Mantienen la nicotina, pero sin la combustión. Muchas de estas alternativas siguen proporcionando nicotina, que es la sustancia adictiva, pero sin los efectos perjudiciales del humo. Eso puede ayudar a los fumadores a transicionar de manera gradual y más controlada si no están preparados para dejar de consumir nicotina completamente. Cabe subrayar que la nicotina por sí misma no es nociva.

4. Menor daño ambiental. Como no genera colillas ni grandes cantidades de humo, se reduce la contaminación ambiental y los residuos tóxicos asociados al cigarrillo convencional.

¿Por qué España tendría que estudiar la posibilidad de aplicar la reducción de daños?

  1. El tabaquismo es un problema persistente que pide soluciones innovadoras. Aunque ya llevamos muchos años de campañas gubernamentales antitabaco restrictivas, un 25,8% de españoles todavía fuma. Y, para muchas de estas personas, la reducción de daños puede representar un puente realista hacia una vida más saludable. ¿Por qué no probar una estrategia nueva?

  2. Evidencia científica en crecimiento. Países como Inglaterra, Suecia o Japón han integrado los productos alternativos dentro de sus políticas sanitarias con resultados positivos. En Japón, por ejemplo, la introducción de los calentadores de tabaco ha coincidido con una reducción significativa del consumo de cigarrillos convencionales.

  3. Reducción de enfermedades y del coste sanitario. Si una parte significativa de los fumadores cambiara a alternativas sin humo, se reduciría el número de personas con enfermedades crónicas relacionadas con el tabaco como el cáncer de pulmón. Eso no solo mejoraría la calidad de vida de muchas personas, sino que reduciría el gasto público en sanidad.

  4. Respeto por la autonomía del fumador adulto. Apostar por la reducción de daños no quiere decir banalizar el consumo de nicotina, sino ofrecer opciones más seguras para aquellos adultos que, a pesar de conocer los riesgos, no consiguen dejar de fumar. Es una manera, pues, de empoderar al fumador con información y alternativas.

Posibles medidas en la línea de la reducción de daños

  • Diferenciar legal y fiscalmente los productos sin combustión de los cigarrillos convencionales, teniendo en cuenta su perfil de riesgo inferior.

  • Incorporar la reducción de daños en las políticas públicas de salud y en los programas para dejar de fumar.

  • Promover la investigación independiente sobre la eficacia y la seguridad a largo plazo de estas alternativas.

  • Evitar el acceso a los menores, regulando de manera estricta la publicidad y la venta de estos productos.

Reducción de daños: una vía para combatir el tabaquismo en España

El tabaquismo es un problema complejo que no se resolverá solo con prohibiciones y campañas de miedo. Es hora que el Gobierno amplíe su mirada e incorpore la estrategia de reducción de daños como una herramienta adicional para combatir esta adición tan nociva. No se trata de escoger entre dejar de fumar o nada: se trata de ofrecer caminos más seguros para quien, de momento, no puede o no quiere abandonar la nicotina.