Hay quien, por más que lo desee, estos días no se puede quedar en casa. Es el caso del doctor Jordi Surralles, el director del Instituto de Investigación del Hospital de Sant Pau, uno de los centros que capitanea estos días la ingente tarea de investigación para frenar el coronavirus. "Es lo que nos toca", afirma. Y añade que "eso es más grave que una gripe". En colaboración con la primera trinchera, la que atiende la avalancha de enfermos de Covid-19, un batallón de centenares de sanitarios trabaja en la segunda línea del frente analizando y buscando un remedio para ganar al virus. Cruzan datos, combinan fármacos, ensayan con la sangre de pacientes curados. Todo, en las condiciones de excepcionalidad que obliga la actual situación de emergencia.

Junto con el Clínico o la Vall d'Hebron, el Hospital de Sant Pau es uno de los campus de referencia en investigación biomédica en Catalunya, en España y en el mundo. Actualmente, en la lucha contra el coronavirus, el centro tiene activados cerca de un millar de investigadores.

Hace dos semanas tuvieron que cerrar buena parte de las instalaciones, siguiendo la orden del gobierno de mantener abiertos sólo aquellos espacios imprescindibles. "No fue sencillo, porque tenemos muchas investigaciones en marcha con seres vivos", apunta Surralles. Todos los nuevos ensayos clínicos se han detenido y mantienen sólo los que ya estaban en curso, como los relacionados con el alzhrimer y problemas endocrinos. La prioridad es la investigación en el campo del Covid-19.

Auxiliando a la primera línea de frente

Durante la primera semana de confinamiento y parte de la segunda han concentrado esfuerzos encubrir la espalda de los compañeros que están en primera línea, tratando a los enfermos de coronavirus. Lo han hecho en tres frentes: con personal, con espacios y con material. Muchos médicos y enfermeros han pasado de la investigación a la actividad asistencial; se han cedido salas y plantas para acoger enfermos de cáncer y leucemias que necesitan tratamiento para que no tengan que estar mezclados con coronavirus y han facilitado material útil como más de 50.000 guantes, batas, geles hidroalcohólicos o ventiladores.

Tienen un cuarto frente previsto a la espera de si hay que activarlo, que es la cesión de las cabinas que utilizan para manipular virus para convertirlas en centro de diagnóstico, para poder hacer los famosos tests de Covid-19.

La sangre de pacientes curados, una posible salida

En paralelo, unos desde casa y los otros desde el propio Instituto de Investigación, los investigadores han puesto en marcha ya varias líneas de estudio. Uno de los más destacados se centra en aprovechar la inmunidad de los trabajadores sanitarios que se han infectado de coronavirus y que ya se han recuperado. "Ya tienen anticuerpos en su plasma y eso puede servir para los enfermos". La idea con la cual trabajan es extraer la sangre de los curados para centrifugarla, separar los anticuerpos y poder hacer una transfusión a los nuevos contagiados.

En paralelo, se están practicando ensayos con varias combinaciones de fármacos para el tratamiento de la infección. Así, por ejemplo, se está analizando un compuesto que se utiliza normalmente para la malaria, la hidroxicloroquina, y que se ha visto que podría tener efectos positivos con el Covid-19. Las pruebas se hacen con "fármacos que ya están en el mercado", como es el caso de los antiinflamatorios, ya que la inflamación del aparato respiratorio está relacionado con la crisis respiratoria de los pacientes más graves.

Otra de las líneas de investigación pretende determinar por qué hay pacientes asintomáticos y otros que acaban en la UCI. Por eso hay que realizar análisis de sangre y genéticos para identificar las variaciones entre humanos que permitan adelantar el pronóstico de cada paciente. "Se trata de estratificar el riesgo de enfermedad grave", explica Surralles. Y pone un ejemplo: "el colesterol es marcador de riesgo cardiovascular".

Asimismo, el servicio de epidemiología elabora, a partir de los datos clínicos de los pacientes que llegan, estadísticas para entender cómo evoluciona la enfermedad. En este sentido Surralles subraya que en el caso de los pacientes de edad más avanzada a menudo llegan "multimedicados", es decir que ya toman un cóctel de medicamentos para otras afecciones, como la diabetes o la tensión arterial. A partir de aquí se está distinguiendo cuáles de estos fármacos son beneficiosos para el tratamiento del coronavirus y cuáles, en cambio, complican el cuadro clínico.

​A pesar de la pandemia, la vida sigue. "Los partos no se detienen", señala el doctor. Ante esta constatación han dedicado un capítulo específico para las embarazadas afectadas de Covid-19. ​

​Con respecto a los plazos, la jefe de investigación de Sant Pau asegura que "algunos ensayos serán más rápidos y estarán a punto en pocas semanas", mientras que otros tardarán meses y servirán ya para el año que viene. "Si tenemos una vacuna lo podremos prevenir, pero mientras tanto encontrar un fármaco antiviral que permita curar el coronavirus también ayuda".