Según la OMS, la tasa de nacimientos prematuros oscila entre el 5% y el 18% de los recién nacidos, cifras que están aumentando en los últimos años. Uno de los principales problemas que tienen estos bebés, sobre todo los extremadamente prematuros que cada vez tienen un porcentaje de supervivencia más alto, es que tienen un alto riesgo de sufrir daño cerebral.

Un equipo de expertos de la Universidad de Viena ha descubierto un posible tratamiento muy novedoso desarrollado con las bacterias del intestino del propio niño.

El desarrollo temprano del intestino, el cerebro y el sistema inmunológico están estrechamente relacionados entre sí. Los investigadores se refieren a esto como el eje intestino-inmune-cerebro. Las bacterias en el intestino cooperan con el sistema inmunológico, que a su vez registra los microbios intestinales y desarrolla respuestas apropiadas a ellos. Además, el intestino está en contacto con el cerebro a través del nervio vago y también a través del sistema inmunológico.

“Investigamos el papel que juega este eje en el desarrollo cerebral de los bebés prematuros extremos”, asegura el autor principal del estudio, David Seki. “Los microorganismos del microbioma intestinal, están en equilibrio en personas sanas. Sin embargo, especialmente en bebés prematuros, el sistema inmunológico y el microbioma no han sido capaces de desarrollarse completamente, y cuando lo hacen fuera del útero puede tener efectos negativos en el cerebro.

Bebé

Los investigadores han podido identificar ciertos patrones en el microbioma y la respuesta inmune que están claramente relacionados con la progresión y gravedad de la lesión cerebral. A menudo, estos patrones aparecen antes de los cambios en el cerebro. Esto permite un periodo de tiempo crítico durante el cual se puede evitar que el daño cerebral de los bebés extremadamente prematuros empeore o incluso se evite.

Los puntos de partida para el desarrollo de terapias adecuadas los proporcionan los biomarcadores que el equipo interdisciplinario pudo identificar. “Nuestros datos muestran que el crecimiento excesivo de la bacteria Klebsiella y los niveles elevados de células T asociados pueden exacerbar el daño cerebral”, explican. “Pudimos rastrear estos patrones para un grupo muy específico de recién nacidos y por primera vez exploramos en detalle cómo se desarrollan el microbioma intestinal, el sistema inmunológico y el cerebro. Se realizó un seguimiento a un total de 60 bebés prematuros, nacidos antes de las 28 semanas de gestación y que pesaban menos de 1 kilogramo, durante varias semanas o incluso meses”.

Utilizando métodos de vanguardia, el equipo examinó el microbioma utilizando la secuenciación del gen ARNr 16S. Los investigadores analizaron muestras de sangre y heces, grabaciones de ondas cerebrales (por ejemplo, aEEG) e imágenes de resonancia magnética del cerebro de los bebés. De esta forma se ha establecido un punto de partida para un proyecto de investigación que analizará el microbioma y su importancia para el desarrollo neurológico de los niños prematuros aún más a fondo.