La estrategia de hacer la pinza al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y exhibir una imagen de intransigencia, continúa en Moncloa. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría recibirá este miércoles por la tarde en el Congreso a líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, después de que Puigdemont plantara la conferencia de presidentes autonómicos el pasado 17 de enero. La visita de Arrimadas guarda lecturas a título de beneficio para su carrera, y para el propio partido. Pero Santamaría allí la espera con más años de experiencia para hacerle la cama durante la cita.

El motivo del viaje es fijar la posición de C's sobre cuestiones que se trataron a la reunión de presidentes: la financiación autonómica que quiere cerrar el Estado antes de 2017, o las infraestructuras. El gesto se corresponde con las críticas de la jefa de la oposición cuando denunció que el president de la Generalitat no asistiera, y ella misma amenazó con encontrarse con el presidente Mariano Rajoy. Ahora bien, éste no ha cedido: primero, porque ella no es su homóloga y segundo, porque Santamaría ya dijo que el Estado "representa a todo el mundo y no deja a nadie desamparado".

La cuestión es que la foto permitirá hacerle el juego al Ejecutivo en un momento en que la Operación Diálogo ha encallado: ni referéndum, ni pacto fiscal, ni nuevo Estatut para Catalunya, reconoció Rajoy. A la sazón, Santamaría instó a la oposición catalana a que actuaran como interlocutores en Madrid, el día en que compareció en el Senado para exponer los acuerdos de la reunión de presidentes y ERC y el PDeCAT la volvieron a plantar. Paradójicamente, el partido de Arrimadas no tiene representación en la cámara alta, pero ella quiere ser "voz catalana" con otros fines.

La idea es tomar posiciones de cara a las elecciones que C's cree que serán pronto, bajo el supuesto de que no habrá referéndum. Esto pasa por exhibir la utilidad de su formación en Madrid, como Tercera Vía que pacta con el ejecutivo. El relato ha quedado tocado, ya que los acuerdos alcanzados en la investidura de Rajoy han sido insuficientes para el gallego, que todo este tiempo ha priorizado pactar con el PSOE. Tales recelos llevaron al jefe de Gobierno a celebrar una cena en la Moncloa para sofocar al equipo de C's, hace unos días.

El escaso peso que amenaza con suponer C's en la vida política española es otro elemento. El partido ha emprendido un proceso interno de renovación para corregir el hiperliderazgo la figura de Albert Rivera y prepararse para entrar en gobiernos a partir de 2019. Los cambios son estéticos: la sede del partido ha retirado la imagen del político catalán y las frases sobre John F. Kennedy, Albert Einstein, Suárez, entre otras. También son sustanciales: Arrimadas se ha convertido en la portavoz de la Ejecutiva, y su presencia en las instituciones españolas busca suavizar la fuerza de Rivera.

En clave doméstica catalana, la visita se puede convertir en un juego de suma-cero en la lucha que mantiene el unionismo en Catalunya: entre el PP y C's. El popular Xavier García- Albiol fue el primero a pedir visitas con Rajoy y después se quejó de que sus rivales imitaban la iniciativa. Incluso, el propio Albiol asistió a la reunión de presidentes autonómicos, hablando casi como representante de la Generalitat y exhibiendo un pin de la senyera sobre la solapa de la americana. Con la visita, Arrimadas neutraliza el papel de los populares catalanes, como antagonista a Junts pel Sí.

Pero Santamaría se impone reversionando aquel dicho de: "Sabe más el demonio por viejo que por demonio". Empieza a extenderse entre sectores del Gobierno que si "lo de Catalunya" le sale bien a la ministra de Administraciones Territoriales, tendrá los números para ser la sucesora de Rajoy. Y la cita es el combustible que necesita –conforme el referéndum avanza– para mantener con respiración asistida a la Operación Diálogo. Eso, después de la visita a la Delegación del Gobierno el pasado 7 de diciembre, cuando se reunió con el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, y Arrimadas, para liderar el unionismo bajo el paraguas de Moncloa.

SSS, y la pandilla del 'no': las victorias son individuales, los fracasos, colectivos.