Hace un año Roger Español era músico, padre e independentista no activista. Desde el 1-O ha perdido la visión en un ojo y está más implicado que nunca en la lucha por la independencia. Una pelota de goma disparada por un policía español a unos 15 metros de distancia y en trayectoria horizontal le impactó directamente en el ojo derecho. Varios días hospitalizado, meses de recuperación y el esfuerzo por compaginar su vida anterior con el actual a partir de este septiembre, lo hacen estar convencido de que aquella jornada de lucha en la escuela Ramon Llull, en pleno Eixample barcelonés, "valió mucho la pena", a pesar de la pelota de goma, los golpes y las cargas policiales, para "poner en duda" la imagen del Estado en el exterior.

En una entrevista con la ACN pocos días antes del primer aniversario de aquellos hechos, Español se muestra tranquilo, animado y esperanzado. "Aquel día me di cuenta de que en mi barrio de toda la vida hay mucha gente que no conocía y que piensa igual y quiere lo mismo que yo, que tiene los mismos objetivos", explica. Hasta aquel día, "se podía imaginar, pero no se podía percibir", pero la resistencia a la actuación policial supuso "hacer pueblo". "Los golpes, las cargas, las pelotas de goma --una decena según sus cálculos-- sirvieron para hacer daño, pero también para que de cara a la opinión pública en el exterior se pudiera ver un poco más la realidad en la que nos encontramos ahora mismo, la represión policial y política, la falta de separación de poderes, opina. "Poner en duda todo eso a través del 1-O creo que vale la pena; no ha acabado de hacer el hecho que me hubiera gustado, sobre todo de cara a Europa, pero creo que sí que sirvió para alguna cosa, y servirá", asegura.

Roger Español 2 ACN

Español pensaba que aquel día sería "complicado", pero no hubiera imaginado nunca "que llegaran hasta este nivel de violencia policial, y menos que pudieran venir con escopetas de balas de goma, prohibidas en Catalunya, y utilizarlas para intentar impedir el referéndum, cuando las urnas ya las habían sacado". "Todo eso no lo hicieron sólo para impedir el referéndum, sino para castigar la población, marcar paquete," valora.

Por eso, su intención cuando tenga una sentencia firme, que está seguro que le será favorable, es reclamar responsabilidades a un nivel más alto, a los políticos. "Una espina que tengo muy clavada en el corazón y que realmente duele mucho es el grito de 'a por ellos'", explica.

Para llegar a tener una sentencia que lo absuelva a él, ya que está siendo investigado por tirar una valla metálica contra unos agentes, y condene el agente que le disparó la pelota, probablemente ya investigado pero todavía no identificado, cuenta con el apoyo del Centre Irídia per la Defensa dels Drets Humans, que la asesora legalmente y psicológicamente. Les agradece la tarea que hacen, y también a Stop Bales de Goma, sobre todo por la experiencia que tienen después del caso de Ester Quintana.

También agradece la actitud de la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, que se han interesado por él, han interpuesto querellas por la actuación policial y dan apoyo a Irídia. En cambio, nadie del gobierno español se ha dirigido a él para interesarse por su situación y lamenta que la fiscalía el día que declararon testigos de la acusación particular al Juzgado de Instrucción número 7 ni compareció a la vista oral. De hecho, cree que cuando la investigación avance y haya policías señalados como los autores de algunas malas praxis, "le buscarán las cosquillas" a él. "Pero estoy muy tranquilo porque no tengo nada que esconder de mi vida privada, ni antecedentes, me pueden sacar lo que quieran, puedo dar explicaciones sin problema de todo lo que he hecho", dice convencido. Además, durante el juicio cree que el Estado "hará todo lo posible para excusar a su policía".

Proceso hacia la normalidad diaria

Pocas semanas después de los hechos su pareja ya lo animó a volver a conducir el coche. Como le falta el ojo derecho tiene que llevar un retrovisor central más ancho, pero enseguida condujo solo y sin problemas. Le costó un poco más volver a mantener el equilibrio en la bicicleta, y también tuvo que volver a acostumbrarse a soplar la embocadura del saxófono, porque al principio los médicos se lo prohibieron por miedo que la presión del ojo quedara afectada, y después porque ha perdido sensibilidad en los dientes. El retorno a las clases en el Conservatori del Liceu le tendrían que permitir recuperar buena parte de la normalidad perdida.

Pero esta normalidad diaria chocaba al principio con el hecho que pasaba casi cada día por delante de la Escola Ramon Llull, en la calle Marina con Diagonal, y por la acera donde la pelota de goma lo golpeó, en la calle Sardenya entre Gran Via y Diputació, cosa que le recordaba el dolor vivido. No obstante, enseguida se habituó, porque es su barrio de siempre.

Roger Española escuela Ramon LLull ACN

Ahora compagina la música y su hijo con los actos de los CDR o de los familiares de políticos encarcelados a favor de la independencia y contra la represión. No ha sido nunca un hombre de muchas palabras, y por eso combina sus intervenciones con la interpretación de piezas musicales con su pareja, pianista. De hecho, sabe que ahora a menudo está en el foco porque fue el lesionado más grave de aquel día y le piden que participe en muchos actos. "Lo vivo con respeto y orgullo, porque representar más de 2 millones de personas y explicar lo que ellas no pueden delante de las cámaras es una responsabilidad, pero un orgullo porque todos los que estaban allí se lo merecen", asegura.

Roger toca en varios grupos de música, cosa que le ayuda a evadirse de la situación, pero con el que estaba más implicado, el resto de músicos dejaron de tocar durante meses mientras él se recuperaba. "Podrían haber buscado a un sustituto, pero pararon por solidaridad, cosa que agradece".

También agradece la ayuda de su entorno, de quien lamenta el padecimiento causado, y explica que su hijo de 9 años al principio se quedó impactado al verlo con la cara inflada, pero después del apoyo psicológico de la escuela y de no esconderle la realidad, "sin intentar inculcarle ninguna idea", el niño lo ha aceptado plenamente.