La parálisis en la investidura catalana complica la gobernabilidad a Mariano Rajoy, que hace semanas presiona al PNV para que le apruebe los presupuestos generales de 2018. Si bien, la tensión se redobla en la Moncloa, ahora que Carles Puigdemont quiere mantener vivo el pulso por un Govern dirigido por él mismo, lo que no se prevé antes de la primera votación de enmiendas a la totalidad, el 26 de abril. Eso dejaría de facto las cuentas estatales en el aire, si no se produjera una rectificación del PNV en su condición de levantar el 155 para apoyar los PGE, o una finta análoga.

El hecho es que en el ministerio de Hacienda insinúan la voluntad de los vascos de aprobarlos, a pesar de las críticas sobre la intervención de la Generalitat. Pasa porque de ellos dependen determinadas obras plurianuales e infraestructuras, en continuidad con las cuentas de 2017. Eso empuja al Gobierno al optimismo, a pesar del callejón sin salida en que se encuentra el partido de Aitor Esteban e Íñigo Urkullu, tras exaltar a su electorado mediante un comunicado, donde se afirmaba que no esperar a que se acabara el 155 era una forma de "legitimación".

Así las cosas, la relación entre Rajoy y Urkullu no pasa por el mejor momento, tras la pugna del mes anterior. El gobierno central presionó al lehendakari, bajo la posibilidad de impugnar la ley de presupuestos vascos, que prevé el incremento salarial de un 1,5% a los funcionarios. El portavoz Josu Erkoreka tildó "de amenaza" el hecho, pero fuentes de la Moncloa negaban que eso tuviera que ser inmediato. Alegaban que el caso se trasladaría a la Comisión Bilateral, órgano para resolver tales "discrepancias", antes de acudir al Tribunal Constitucional.

Ante ese escenario, varios argumentos tácitos o implícitos podrían facilitar al PNV a la rectificación, ahora que algunas voces insinúan su prisa y contactos con diputados del PDeCAT para sondear la situación. En primer lugar, el hecho de que en Catalunya ya se haya intentado una investidura fallida, la de Jordi Turull, y se vuelva nuevamente a la casilla inicial con Puigdemont como plan D. En segundo término, el hecho de que la prórroga de las cuentas estatales impida ejecutar las obras vascas. Tercero, la crítica constante de Ciudadanos al cuponazo, bajo "chantaje" de los nacionalistas.

No obstante, no se espera que de un día para el otro los jeltzales viren: la estrategia podría tomar otras formas. Una posibilidad es que el PNV no presente ninguna enmienda a la totalidad –el plazo máximo es este viernes– y el próximo 26 de abril los vascos voten en contra de las de PSOE y la oposición –lo que daría oxígeno al Partido Popular hasta el 26 de mayo, fecha máxima para la aprobación de las cuentas. La otra vía es que presenten enmiendas esta semana y las retiren el día 26 de abril, aprobando definitivamente los PGE a Rajoy in extemis, si el 22 de mayo hay Govern. O no.