El president, Carles Puigdemont, ha conseguido descolocar a todo el mundo. Desconcierta a la CUP, desconcierta a los socios de Esquerra, pero desconcierta también los suyos. En poco más de seis meses de Govern lo que empezó como el efecto Puigdemont ha acabado asentándose como una manera totalmente diferente de trabajar desde el ejecutivo. Hasta el punto de convertir estas incertidumbres en una herramienta más.

De entrada, con el interrogante sobre su propia candidatura. La principal condición que Puigdemont planteó a Artur Mas para aceptar el encargo de asumir la presidencia el pasado 10 de enero fue que ello no iba acompañado del compromiso de ser candidato. "Su paso por la política es transitorio. Él no se quiere perpetuar", asegura uno de sus colaboradores. Esta incógnita preocupa al Partit Demòcrata, consciente de que el president, que se está convirtiendo en la principal baza de la formación, es posible que, a la hora de la verdad, no esté disponible.

El distanciamiento de Puigdemont con las urgencias del partido no le ha impedido, sin embargo, asumir liderazgo dentro de la formación hasta jugar un rol destacado en la configuración del nuevo Partit Demòcrata Català.

Su peso interno en el partido viene dado por el papel que ha asumido como president de la Generalitat, pero también precisamente por el hecho de que todavía no haya cerrado del todo la puerta a ser candidato. Desde que llegó al Govern ha modulado el discurso en relación a este tema: En vez de insistir en que él no será candidato, ha pasado a aceptar que si no consigue su objetivo de llevar el país a las puertas de la independencia, se tendría que presentar a las elecciones. No obstante, el escaso interés que demuestra por ocupar el despacho de la plaça Sant Jaume, está obligando al partido a mantener una alternativa en la recámara.

Popularidad, en aumento

Eso, mientras las encuestas demuestran que la popularidad del president va en aumento. Puigdemont, con un 5.05 de nota a la última encuesta del CEO, y Oriol Junqueras, con un 5.34, son los dos únicos líderes catalanes que aprueban en este barómetro de opinión, y el president -que hace seis meses era escasamente conocido más allá de Girona- supera ya al vicepresident en grado de conocimiento en las encuestas.

La proyección que ha conseguido estos seis meses y el peso que ello le ha otorgado dentro del partido provocó que en las últimas elecciones al Congreso del 26-J, buena parte de la estrategia de la candidatura de Convergència se basara en el llamamiento a reforzar su figura política para impulsar el procés desde el Govern.

Tensión con Junqueras

Esta situación tampoco pasa desapercibida para ERC. No obstante, el Govern de JxSí ha conseguido que no trascendieran problemas internos destacables durante estos meses. Apenas, se ha conocido un episodio importante de tensión entre el president y el vicepresident. Fue a raíz de la entrevista secreta que mantuvo Junqueras con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, sin avisar a Puigdemont, con quien el político socialista se había reunido previamente en el palau de la Generalitat.

Esta situación, que irritó profundamente al president, se ventiló, parece que con cierta contundencia, en una conversación entre los dos máximos responsables del Govern. Aquel conflicto se producía, además, poco después de ponerse en marcha la legislatura, cuando las dificultades de Convergència para sustituir a Puigdemont en la alcaldía de Girona ya habían enturbiado las relaciones con los republicanos, que no se mostraron especialmente colaboradores para facilitar el relevo en el consistorio.

El hecho de que no hayan trascendido, no significa que no haya habido conflictos intensos, algunos en temas de peso, como el proyecto Barcelona World, que ha obligado a limar aristas durante semanas. No obstante, el Govern de Junts pel Sí ha conseguido, de momento, evitar la imagen de constante tensión interna entre los socios que caracterizó a los dos tripartitos.

Desde que se constituyó el ejecutivo, Puigdemont y Junqueras se reúnen todos los martes y mantienen, según coinciden en asegurar los colaboradores de uno y otro, un contacto constante y fluido. No obstante, en ningún momento se ha conseguido eliminar la sombra de desconfianza entre los dos políticos, conscientes de que se pueden encontrar rivalizando en los próximos comicios por el liderazgo político en Catalunya.

Prerrogativas de presidente

También la dinámica de trabajo dentro del grupo parlamentario de JxSí, donde se ha intentado poner sordina a cualquier conflicto, ha facilitado el entendimiento. No obstante, la voluntad para evitar enfrentamientos ha provocado renuncias que no han acabado de ser comprendidas entre algunos diputados, especialmente de la antigua CDC. En este aspecto, la decisión de dejar fuera de la unidad de voto las cuestiones que no estuvieran incluidas dentro del programa electoral de JxSí, tal y como propuso el mismo Junqueras, provocó un punto de inflexión. Pero no ha evitado del todo las fricciones internas.

Además, la prioridad de sortear los conflictos no ha impedido que Puigdemont haya tomado posiciones públicas que podían entrar en contradicción con los socios republicanos. Sin ir más lejos, en el último pleno del Parlament anunció que la cuestión de confianza se convocaría en el Parlament el 28 de septiembre y lo hizo dos días después de que Esquerra hubiera pedido en rueda de prensa que se celebrara antes de la Diada del 11 de Setembre.

Cuestión de confianza

El mismo anuncio de la cuestión de confianza, a raíz del voto en contra de la CUP a los presupuestos del Govern, fue una decisión del president, que notificó al vicepresident horas antes de anunciarlo al pleno.

En el caso de los diputados del grupo parlamentario de JxSí, se les comunicó en los minutos previos al anuncio ante el hemiciclo. Fue inmediatamente después de perder la votación de los presupuestos. Haciendo uso de las atribuciones como president, Puigdemont quiso esquivar la imagen de la derrota del Govern tomando la iniciativa. Cogió por sorpresa a los grupos, en particular a la CUP, a la que dedicó la mayor parte de los reproches por su falta de apoyo a los presupuestos después del acuerdo que se había cerrado para la investidura.

De hecho, la contundencia de las intervenciones de Puigdemont en el Parlament ha sido la tónica habitual desde el momento en que aterrizó en el debate que lo tenía que investir president el pasado 10 de enero. Era domingo y la investidura se hacía ya en las últimas horas que permitía el margen legal. El candidato sorprendió, también a los diputados de su grupo, con las réplicas a la oposición que protagonizó. Y ha continuado con la misma dinámica estos meses a lo largo de las diferentes las sesiones de control en las que ha tenido que responder cada quince días a la cámara catalana.

Eso no le ha impedido mantener un contacto fluido y habitual con los grupos de la oposición, haciendo habituales las imágenes de conversaciones en los pasillos del Parlament con los líderes de la oposición, o intercambiando mensajes por Whatsapp y Telegram. Tampoco ha tenido problema para celebrar encuentros -muy poco habituales en el palau de la Generalitat- con todos los líderes políticos españoles, y con el mismo presidente en funciones, Mariano Rajoy, en la Moncloa.

Desacomplejamiento

En general, las comunicaciones de Puigdemont se han caracterizado estos meses de Govern por un cierto desacomplejamiento. A pesar de las dificultades y complejidad que comporta el momento político. A diferencia de los últimos meses del ejecutivo de Artur Mas, el Govern ha optado por un tono más bien desenfadado y directo. Incluso en momentos de alta tensión.

La notificación del Tribunal Constitucional sobre la suspensión de las conclusiones de la comisión del procés que recibieron el martes pasado los miembros del Govern fue un ejemplo de ello. Cero dramatismo. Mientras los secretarios del juzgado comunicaban al president la suspensión y le advertían de las eventuales responsabilidades, incluida la penal, si no cumplen el deber de impedir o paralizar cualquier iniciativa que suponga ignorarla, Puigdemont firmaba el documento con una distendida sonrisa. No sólo eso. El Govern difundió a través de Twitter la imagen.

Puigdemont, al igual que hacía Mas, intenta controlar los tempos y sorprender a los interlocutores. Y marcar las formas.

Su reto más inmediato será la cuestión de confianza del día 28 de septiembre. Cuando anunció que se sometería a esta votación, aseguró que no tenía intención de pactarla previamente. Y, de momento, se ha resistido. Aunque el diputado Benet Salellas reclamó a mediados de julio una cumbre antes del verano para acordar esta votación, Puigdemont se ha marchado de vacaciones sin otorgar esta fotografía a los cupaires.

La portavoz del grupo, Anna Gabriel, reprochaba ayer mismo al president esta decisión y le advertía sobre las consecuencias de no pactar previamente con su grupo. En las próximas semanas se podrá comprobar quién aguanta mejor el envite.

Puigdemont intentará seguir aprovechando su capacidad de sorprender a los interlocutores. En este caso con un discurso y unas propuestas que dificulten mucho el voto en contra de la CUP. Pero los cupaires han dejado claro que esta estrategia no les gusta.

No obstante, el president, acostumbrado a trabajar a los medios de comunicación y con constante presencia en Twitter y en las otras redes sociales, ha demostrado que se siente seguro controlando el mensaje y la imagen que transmite su Govern, incluso con gestos públicos curiosos como su aparición en el programa de Toni Clapés acompañando a los Sopa de Cabra.

En poco más de seis meses, pues, el político gerundense ha dejado claro que su perfil tiene poco que ver con el de Artur Mas. Y no obstante, ha conseguido asumir un liderazgo evidente dentro del partido e imprimir en el Govern su propia dinámica, hasta extremos que muy pocos habían previsto. Todo ello, sin garantizar la continuidad más allá de la presente legislatura.