La expresidenta del Congreso, la catalana Meritxell Batet, abandona la primera línea de la política después de renunciar al escaño que consiguió el 23 de julio como cabeza de lista del PSC por la demarcación de Barcelona. Hacía 19 años que tenía implicaciones en la vida política española como diputada, como ministra de Política Territorial del primer gobierno Sánchez y, en la última etapa, como presidenta de la cámara baja. En un tuit en X, Batet afirma que se va "con el orgullo" de haber servido "un proyecto colectivo" que, por encima de todo, "busca mejorar la vida de las personas y transformar", a la vez que está "convencida" de que "pronto" Pedro Sánchez podrá reeditar el gobierno progresista. De su trayectoria destacan los cuatro años (2019-2023) en los que comandó el funcionamiento del pleno y, en este tiempo, Batet vivió, entre otros, momentos excepcionales relacionados con la resaca del procés independentista, como el choque por el uso del catalán con diferentes diputados o la visita y suspensión de los presos políticos, al margen de la crispación suscitada por Vox y la explosión de la pandemia del coronavirus.

Batet fue el primer catalán en presidir la tercera institución del Estado. El día que la escogieron, en mayo de 2019, presenció como los cuatro diputados presos por el 1 de octubre, Oriol Junqueras (ERC), Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull (Junts) asistían a la sesión constitutiva. Acudieron trasladados por furgones policiales procedentes de la prisión de Soto del Real (Madrid), donde cumplían prisión preventiva por el referéndum de independencia. Al cabo de seis horas, la policía se los llevó de nuevo a la cárcel después de prometer el cargo "como preso político y por imperativo legal". Para la posteridad quedará la fotografía de Junqueras dialogando con Pedro Sánchez en la bancada socialista. Después de preguntar la opinión al Tribunal Supremo y a los servicios jurídicos, Batet acordó retirar el acta a los cuatro diputados en virtud del artículo 384bis de la ley de enjuiciamiento criminal.

A pesar del compromiso que está demostrando su sucesora, Francina Armengol, con la equiparación de las lenguas cooficiales al castellano en el Congreso, Batet se había mostrado poco flexible con el modelo plurilingüe del Estado. De esta manera, en más de una ocasión y después de tres advertencias, la expresidenta había retirado la palabra a diputados independentistas que defendían el posicionamiento de su partido exclusivamente en catalán. Les recordaba que, en virtud del reglamento de la cámara, tenían que utilizar el castellano, a excepción de sí los representantes querían hacer alguna cita concreta y corta en la lengua propia. Batet renuncia el día que el PSOE, Sumar, EH Bildu, ERC, el PNV y el BNG han registrado la reforma del reglamento que tiene que servir para universalizar el catalán, el gallego y el euskera, al mismo nivel que el castellano.

Como presidenta del Congreso, Batet ha liderado los debates parlamentarios de la cámara más fragmentada -19 partidos- y polarizada de la historia a partir de la irrupción de Vox en el sistema político español. En este tiempo, la tensión, la bronca y los insultos se han instalado y normalizado en la vida parlamentaria hasta el punto que Batet tuvo que hacer un llamamiento a los diputados para calmar los ánimos. La etapa de Batet también será recordada por la explosión de la pandemia del coronavirus y las medidas excepcionales que se adoptaron, al margen de la polémica suspensión como diputado de Alberto Rodríguez, ex de Podemos y ahora integrado en Proyecto Drago.