La foto de todas las portadas de este miércoles es la de los disturbios ante la sede del PSOE en Madrid (salvo, lo has adivinado, El Punt Avui). La protesta contra la amnistía y el pacto PSOE-independentistas, se promueve desde hace unos días desde el entorno del PP y de Vox —en ella han participado dirigentes de ambos partidos—. Este martes se vio copada por militantes de ultraderecha, muchos de ellos violentos, y ha acabado con cargas de la policía, gases lacrimógenos, barricadas con contenedores en llamas, lanzamiento de objetos contra los agentes, etcétera. Las imágenes no son muy distintas a las protestas en Urquinaona contra la sentencia a los líderes del referéndum del 1 de octubre de 2017 u otras manifestaciones contra la represión al independentismo. Algunos diarios que aquí se comentan exageran un poco la nota dramática y pasan por alto que la gente muy enfadada hace cosas así en todas las democracias del mundo. La peculiaridad de España es que, si la protesta es independentista, acusan de terrorismo a los organizadores.

Una diferencia sustancial, sin embargo, entre los casos mencionados y las asonadas de Madrid es que un grupo de manifestantes ha abandonado la concentración para desfilar hacia el Congreso de los Diputados y tenía pinta que su intención no era bailar una conga. Esta acción es grave. Evoca la invasión del Capitolio por el trumpismo o del legislativo brasileño por los partidarios del expresidente Bolsonaro. Al margen de este detallito de nada, es todo muy parecido a las movidas de Tsunami Democràtic en Catalunya que investiga desde hace cuatro años el magistrado de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón, juez bien promovido por los gobiernos del PP. Ahora, de repente, García-Castellón, ha acusado a Carles Puigdemont y a otros de terrorismo porque considera que es uno de los mandamases de Tsunami Democràtic. A ver, pues, qué calificaciones merecen a los jueces y fiscales los disturbios y la marcha sobre el Congreso de este martes, más violentos que la invasión del aeropuerto de El Prat o el corte de la autopista AP-7 en la frontera de La Jonquera. Ya ni hay que compararlos con el lanzamiento de balones de plástico en el Camp Nou, entre otras acciones cándidas de la época, digamos, de decadencia o manierista de Tsunami. A ver también a quién acusa la justicia española de "coordinar" las protestas de Madrid y algunas otras ciudades. Lo tienen tan fácil que no hace falta darles ninguna pista.

En las portadas, los diarios no hacen ninguna comparación ni entran en detalles. Tampoco hacen títulos del estilo Arde Barcelona ni hay historias de embarazadas que pierden a su hijo por el estrés de la situación. Al mismo tiempo, las manifestaciones sirven para ignorar la irrupción de la caballería judicial para enredar las negociaciones entre los socialistas y los de Puigdemont. Solo El País titula por aquí. ABC y El Periódico explican que la protesta se envenenó debido a la interferencia de los chicos ultras, como queriendo decir que era pacífica y paciente hasta que llegaron los extremistas, los "ultras descontrolados" de los que habla el tabloide monárquico o "la extrema derecha" señalada por el diario barcelonés. Válgame Dios. La Vanguardia se borra un poco del revuelo, aunque publica la mejor foto de todas —una (una más) de Dani Duch—, y titula por la dimisión del primer ministro de Portugal. Seguro que no pretenden desacreditar aquel seminal eslogan indepe: "L’autonomia que ens cal / és la de Portugal". De modo que habrá que pensar que la selección de la noticia más importante responde a otros criterios. En La Vanguardia siempre han sido muy de Portugal —no es broma. Este diario y El País llevan días anunciando que el acuerdo para la investidura está a la vuelta de la esquina, que será mañana o pasado, que es inminente, etcétera. Ahora que el PSOE lo ha enfriado, las portadas silban y miran al techo.

El País
El País
Ahora
Ahora
La Vanguardia
La Vanguardia
El Periódico
El Periódico
ABC
ABC
El Mundo
El Mundo
La Razón
La Razón
El Punt Avui
El Punt Avui