Lo que más se ve este martes en todas las portadas es la fotografía de Raffaella Carrà, muerta este lunes en Roma, a quien todos los diarios —salvo ABC y El Punt Avui, que no la llevan, y La Vanguardia, que escoge otra foto principal— presentan en el mejor momento de su carrera como show-woman televisiva con imágenes de las décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado, en las que aparece sonriente y con ademán travieso y vestida de fantasía, con lentejuelas, alas o un chándal exclusivo, guantes largos, copa de champán al aire o un teléfono de lujo. Todas las portadas celebran como la Carrà cambió la manera de hacer el entretenimiento en televisión en Italia y en España y como sus programas y canciones contagiaban alegría en un momento más bien incierto, gris y desanimado de la historia de España y de la vida de tanta gente.

Como siempre, cada diario hace de la muerta una bandera de los valores, ideas y actitudes que más encajan con su línea editorial y descarta o arrincona los que no le coinciden. Todo sea aprovechar el estatus de icono pop de la presentadora —y actriz, cantante y bailarina y otras muchas cosas— para recordar que esa mujer que te distraía y te lo hacía pasar bien con su desenvoltura y sus travesuras era una di noi, era una de los nuestros: era una progre, amaba a España y al español, era feminista, era pachanguera, era muy trabajadora, era cosmopolita, era una diva, era una pionera. Ara añade que era "comunista". Quizás, aunque en Italia, votar comunista no quiere decir ser comunista, por mucho que, como la Carrà, hayas nacido en Bolonia, capital de la Emília-Romagna, la región más roja del país. Eso, que cada diario describe una Raffaella diferente en los títulos y textos de portada. En las fotos, sin embargo, no. Las fotos no engañan y en todas se ve a la misma Carrà, alegre, marchosa, pilla, la de sus programas aspiracionales de lujo hortera, alegría sintética y carcajadas artificiosas. Una ilusión. El País la califica de "libertad contagiosa" y seguramente tiene razón, aunque sea a costa de exagerar al personaje y empequeñecer la libertad.

Más noticias en las portadas. Salvo Ara y La Vanguardia, ningún diario parece inquieto por el crecimiento de los contagios de Covid-19, que afecta muy especialmente a menores de 40 años. El Periódico, sin embargo, explica por qué mantiene la calma: la cifra de contagios ya no es un indicador fiable de la pandemia. Bien visto.

El Tribunal de Cuentas ha hecho saber vía El Mundo y El País que la Generalitat se expone a cometer fraude de ley y vete a saber cuántos ilícitos más si avala las fianzas con que aquel organismo ha multado a 34 excargos de la Generalitat y amenaza con confiscar sus bienes. El País lo explica sin excitarse. El diario ultra no esconde su afán revanchista en el tono de sus títulos. El Punt Avui lo titula desde el punto de vista de los afectados y dice que el Govern no sabe hacia dónde ir: "Atascados". La Razón revela que Albert Rivera será una de las estrellas de la convención del PP de este otoño. No se podía saber. Ningún diario, salvo La Vanguardia, muestra una mínima inquietud por la sentencia de la Audiencia de Madrid que compra los argumentos racistas y basados en mentiras del cartel electoral del Vox, aquel que enfrentaba a los menores extranjeros con tu abuela. Incluso el título de El Mundo sobre el caso desprende triunfalismo. Yo de tí me preocuparía.

 

Foto principal: Raffaella Carrà en Tormento del passato (de Mario Bonnard, 1952)

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