El ganar constante, épico, valeroso de Rafa Nadal aparece hoy en las portadas de casi todos los diarios de un país a un tiempo ansioso y falto de héroes. Además, la 13ª victoria del mallorquín en Roland Garros ocurre la víspera del 12 de Octubre, virgen del Pilar, patrona de España. También llega después de que varios corresponsales en Madrid de la mejor prensa internacional cuestionen la capacidad de los españoles para hacerse cargo de si mismos y pongan en duda la maña y la disposición de los responsables del gobierno central.

Los fiascos en la gestión de la pandemia, según esos periodistas, ponen de relieve la fragilidad sistémica de España —sus afanes, su carácter, su monarquía, sus liderazgos, su entramado institucional...— justo en el momento en que la Unión Europea quiere destinar 140.000 millones de euros, más de la mitad de ellos a fondo perdido, provenientes de otros estados miembros.

Parece que para algunos diarios españoles —y para muchos españoles—, la respuesta a las inquietudes y dudas sobre el presente y el porvenir del país es Rafa Nadal, la mejor bandera española, etcétera. Lástima, porque Nadal es, sobre todo, alguien que muestra y demuestra a sus compatriotas cómo podrían ser y aun no son, más que un estandarte para ondear ante pérfidos enemigos exteriores (e interiores) o un calmante para los disgustos de los días laborables.

La fantasía de El Mundo

Entretanto, la vida continúa. Mientras la pandemia amenaza con descontrolarse también en Catalunya y la UE no acaba de cerrar el fondo de reconstrucción, El Mundo sigue envuelto en su fantasía retrofuturista. Ayer era Isabel Díaz Ayuso quien, del brazo del Rey y de los jueces —ninguna magistratura electa, casualmente—, sostenía España, la misma España que a los corresponsales les huele a estado fallido. Hoy, un puñado de "expertos constitucionales" alerta de una conspiración contra la corona proveniente de la Moncloa, es decir, del mismísimo gobierno surgido de las elecciones.

Te tienes que reír. Quizá socava más la corona la inexplicada fuga del rey emérito, investigado por corrupción en Suiza, y el silencio de su hijo Felipe VI al respecto. La realidad, sin embargo, no es favorable al propósito de El Mundo de fabricar poco a poco una nueva versión de lo que en tiempos de Franco se llamaba "la anti-España", las ideas, instituciones y españoles que no merecían serlo y de los que el régimen dispondría condenándolos a la desaparición, al exilio, al paredón del Camp de la Bóta o las fosas del Valle de los Caídos.

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