Da penita ver cómo la mayoría de portadas de Madrid y Barcelona amplifican el mensaje de Carlos Lesmes, presidente del Consejo General del Poder Judicial (y del Tribunal Supremo). En resumen: repartir culpas equitativamente entre el PP y el PSOE por el bloqueo del Consejo, y criticar los indultos a los presos políticos. Lesmes —un operador político, como ayer mismo dejó claro en su discurso—, se queja de que los partidos no acuerden la renovación del órgano de gobierno de los jueces españoles, al tiempo que recuerda que esta renovación no depende de los cambios de mayoría en el Congreso y el Senado, sino de los plazos establecidos, que él y el resto de consejeros hace mil y pico días que han superado.

Podía haber dimitido el mismo día que se cumplía el plazo que tanto le complace invocar y obligar a los partidos a nombrar una nueva cúpula judicial. Podía haberse negado a nombrar cargos judiciales mientras ha estado en funciones. No ha hecho ni una cosa ni la otra. Ni ninguna otra, salvo mantener la silla, él y sus colegas sabrán por qué. Peor aún, trata de esconder, que, de derecho y de hecho, su nombramiento y el del resto del Consejo sí depende de las mayorías parlamentarias, gracias a la reforma promovida en 1985 (hace 36 años!) por la supermayoría socialista que el PP nunca ha querido cambiar ni cuando ha dispuesto de mayoría absoluta, pese a sus promesas.

Al comprar esa falsa equidistancia, repitiendo como loros la hipocresía de Lesmes y compañía —incluidos los partidos—, los diarios se ponen a hacer de espectadores de una crisis que los llama a alguna cosa más. No hacen ningún favor a los ciudadanos de los que tendrían que ser la voz. Al lado de todo eso, que Lesmes se queje de que el gobierno español aplique la ley e indulte a los presos políticos —y la interferencia de un poder en el otro que supone— es un juego de niños. Los diarios (las portadas, mejor dicho) pueden dar gato por liebre por omisión o hacer juicios de intenciones, como El Mundo y El Punt Avui, pero el señor presidente del Poder Judicial sale hoy incólume de las primeras páginas pese a sostener la misma farsa que tanto lo irrita, el "hartazgo", como lo llama ABC. Otro día será, salvando los esfuerzos tardíos de El País de la semana pasada, que merecían hoy una mejor continuación.

También sabe mal que tantas portadas otorguen la foto principal al jefe de los jueces (la que escoge La Vanguardia, sin embargo, es buenísima, por el lenguaje corporal chuleta y vacilón del magistrado con la ministra) y no al icónico Jean-Paul Belmondo, el actor francés, que falleció ayer a los 88 años. "Teníamos todos el talento de no tomarnos nunca en serio a nosotros mismos", explicaba Jean Rochefort, uno de los compañeros de generación de Belmondo. Una lección que, aplicada a los protagonistas del día, nos ahorraría grandes hipocresías.

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