Una noticia que llega a las 10 de la noche a la redacción de un diario es mal negocio para la versión impresa, especialmente si todo el mundo la esperaba. Es el caso de la decisión de la Junta Electoral Central (JEC) de arrebatar a Laura Borràs el escaño de diputada en el Parlament, que venía precedida de las que perjudicaron a los diputados Quim Torra y Pau Juvillà. La Vanguardia y El Punt Avui han reaccionado cambiando su título principal. El PeriódicoAra, no. En el momento más alto del proceso a los líderes del 1-O, tanto el Tribunal Supremo como otras instancias implicadas en la represión del independentismo se aficionaron a adelantar las sentencias y decisiones en ese horario e incluso más tarde. Se filtraba la parte dispositiva de la sentencia por la noche y se dejaba para el día siguiente el razonamiento jurídico. El resultado era que la versión impresa de la noticia se hacía deprisa y corriendo, sin tiempo para los matices, el contexto y las reacciones contrarias —era copiar y pegar la parte oficial— y al día siguiente el tema pinchaba porque había perdido el dinamismo de la novedad y otros hechos pasaban por delante. La JEC ha hecho lo mismo este miércoles.

La JEC no es ningún tribunal. Es un órgano administrativo —como recuerda La Vanguardia en el subtítulo, quizás con intención— pero tiene en sus manos poner y quitar parlamentarios electos al margen de la decisión de la cámara a la que pertenecen. Es parte de la red de instituciones —del Tribunal Constitucional al Consejo de Estado y hasta la Agencia de Protección de Datos, etcétera—, con funciones supervisoras, asesoras o legales, que intervienen antes, durante o después de la acción de gobierno. El Estado profundo, lo llaman algunos. El deep state. Son organismos no electos y que, propiamente, no forman parte de ninguno de los tres poderes. Su composición se pacta en las Cortes entre los dos partidos mayoritarios. Quizás con este contexto se entiende el título de aire gangsteril de El Punt Avui —"La JEC elimina Borràs"— y los tonos siniestros de Ara — "La JEC ordena al Parlamento que retire el escaño a Borràs". Los diarios de Madrid ni llevan el tema en portada.

Otro asunto que ha hecho suerte en las portadas es la acusación de Rusia a Ucrania de tratar de asesinar a Vladímir Putin haciendo caer dos drones contra el Kremlin. Es un tanto cómico, especialmente si has visto el vídeo difundido por Moscú y el énfasis que ponen los agresores en presentarse como agredidos. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, lo ha negado, claro. Las portadas de Barcelona y Madrid recogen acríticamente la versión del mismo Kremlin, sin advertir que, si es como dicen, esa operación sin efectos militares tiene repercusiones simbólicas colosales: los pequeños drones que estallan en el corazón del Kremlin, exactamente bajo la bandera rusa de la cúpula, dejan al descubierto la debilidad de Putin ante los rusos. El nuevo zar, que levantó su dictadura de hombre fuerte, no puede ni defender su palacio. Además, la explosión se ha producido muy cerca del escenario instalado para el desfile del 9 de mayo, aniversario de la victoria contra el nazismo, cosa que ayuda a transmitir la sensación de amenaza de incursiones desde el cielo en la misma capital de Rusia. A los residentes de Moscú, un escalofrío debe recorrerles el espinazo.

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