El quiosco de hoy parece una colección de cromos repetidos, al menos en Barcelona, donde tres diarios tres coinciden en el título de portada, el fácil ("Presupuestos y elecciones"). La noticia se ha sabido hacia las doce y cuarto del miércoles y estas tres portadas informan —haciendo pagar— casi dieciocho horas y dos telediarios después.

Es extraño que, con tanto tiempo por delante, no hayan sabido decir alguna cosa más, como hace El País, que lo interpreta como una "maniobra" para ganar tiempo urdida por el espacio político que representa el presidente Quim Torra. La Vanguardia lo intenta con un titular más tibio (y una magnífica foto) y La Razón quiere hurgar en la herida independentista pero derrapa al explicar un hecho inexacto e irrelevante.

En días como ayer, en que un solo hecho acota el ciclo informativo, una vez hecha la portada, quizá vale la pena dedicar diez minutos más a pensar en alguna alternativa que vaya más allá de lo obvio. Al menos para ahorrarse la coincidencia con los rivales en los titulares, de muy mal efecto, y añadir un poco de originalidad, cuando menos. Aquí no vale la excusa de la prisa, un factor que ha pasado a ser patrimonio de los digitales, las radios y las teles, los reyes de la información en directo.

Días como ayer responden a la pregunta sobre el mal papel de la prensa impresa. El tiempo informativo se ha acelerado enormemente y los diarios impresos, obligados por su proceso industrial, tienen que mantener su ritmo de 24 horas en 24 horas, expuestos, si no se espabilan, a decir cosas que todo el mundo ya sabe y a hacerse inútiles al lado de los dispositivos móviles. Queda la duda de si los diarios de papel son aún plataforma adecuada para las noticias o deben ofrecer otra cosa que no se vea como un artículo de almoneda, una fruta magullada o un rebanada de pan seco.

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